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Jupiter priva de la razón

"¿Qué va a ser de nosotros?". "¿Qué nos aguarda todavía?". Éstas son las preguntas que se escuchan en Israel, un poco por todas partes, estos días. Todo Israel ha visto, reproducidas por la televisión local, las imágenes filmadas por la CBS que muestran a cuatro soldados israelíes ensañándose con unas piedras, durante largos minutos, con dos palestinos en Nablús, en la Cisjordania ocupada. Algunos se han estremecido. De horror, de vergüenza. Otros han experimentado una viva cólera contra la CBS, cuyas imágenes han manchado a Israel. Varios ministros del Likud proponen cerrar a la Prensa los territorios ocupados. ¿Para que puedan continuar g¿Ipeando, rompiendo los huesos, sin que se sepa? "Israel no seconvertirá en un segundo Suráfrica", ha protestado un ministro laborista.Los israelíes nunca habían estado tan perplejos, tan desorientados, tan atormentados. Aquí, la gente está acostumbrada a las guerras en las que grandes ejércitos se enfrentan, en las que se juega la suerte de Israel, cada vez, en el campo de batalla. Pero no están acostumbrados a ésta. No a estas imágenes terribles que les ofrece la televisión noche tras noche. No a este reflejo odioso de ellos mismos. Porque el Ejército, aquí, no son sólo los militares de carrera. No son sólo los hijos de una fracción de la pob.lación. El Ejército son todos. El[ Ejército es mi vecino de la escalera, ingeniero de 39 años, casado y con dos niños, movilizado, como otros miles de reservistas, y enviado a Gaza para hacer este trabajo sucio, como él dice. El Ejército es también el joven tendero de la esquina, de 27 años, también en la reserva, que acaba de partir hacia Rarnallah (Cisjordania) con el corazón apesadumbrado.

Los israelíes nunca han combatido contra un enemigo tan visible y tan inasible. Este enemigo les exaspera, les humilla, les pone furiosos, provoca su compasión y, al misme, tiempo, su ira. Una ira a veces incontrolada. Incontrolable. Porque no pueden utilizar tanques contra este enemigo. Ni siquiera hacer crepitar a las ametralladoras. Tienen prohibido dispiarar un solo tiro contra la multitud, salvo que su vida esté en peligro. Sin embargo, disparan y matan. Algunos son de gatillo fácil. Otros están confusos, llenos de pánico. Pero la mayor parte duda. De otro modo, nohabría habido casi un centenar de muertos en tres meses, sino miBares.

El ministro del Likud y antiguo general Sharon propone cambiar el método. Reprocha a Rabin sus dudas, sus cambios, sus escrúpulos. "Yo pondría rápidamente fin a estos turriultos. No veo dónde está el problema", dice Sharon. "Es imposible poner fin a estos motines", afirma el profesor Shlorno Avinery, historiador reputado de la universidad Hebraica de Jerusalén. Según Avinery, la guerra contra los palestinos está "perdida de antemano". ¿Por qué? Porque si se ha visto a los: ejércitos combatir a otros ejércitos, no se ha visto jamás en la historia a un ejército vencer a una población sin armas, pero decidida a resistir, a rebelarsea costa de su vida contra una ocupación extranjera. El profesor Avinery es demasiado optimista. Su análisis es exacto cuando se trata de regímenes democráticos, y la derrota del Reino Unido frente a la resistencia pasiva de Gandhi lo prueba. Pero no es cierto en los regímenes totalitarios, tanto del Oeste como del Este.

La población checa no detuvo el golpe frente a los tanques rusos y, sobre todo, frente a los policías políticos, rusos y checos, que no han retrocedido frente a nada para reducir a los checos al silencio. El pueblo de Chile no pudo nada contra la represión sangrienta del general Pinochet y sus generales. La Siria de Asad no ha dudado en enviar a las tropas para aniquilar a unos 12.000 de sus ciudadanos porque eran sospechosos de simpatizar con los Hermanos Musulmanes, hostiles al régimen sirio.

El Ejército israelí no consigue poner fin a los motines de los palestinos ocupados porque el Estado de Israel es (todavía) un régimen democrático. Y no porque Israel no disponga de los medios militares suficientes para aplastar la revuelta palestina. Mientras, el Ejército se brutaliza, gira a la derecha, y como el Ejército en Israel es también el pueblo, el régimen democrático israelí está, también, en peligro, no solamente los huesos y las vidas de los palestínos...

Las propuestas de Sharon y de sus colegas de cambiar de método, de reemplazar las porras por las ametralladoras, las sugerencias de reducir la Prensa y la televisión al silencio, cerrando los territorios ocupados a sus miradas inquisidoras, son los signos de una evolución peligrosa para el régimen. Lo mismo que el meter en cintura a la televisión israelí, en la que una sátira del Gobierno fue prohibida por primera vez; en la que las imágenes mismas de la CBS fueron, en parte, censuradas. -

Sin embargo, más allá de los repetidos ataques que amenazan a la democracia israelí, la política antipalestina y, en definitiva, contraria a la paz es una amenaza también para el porvenir del propio Estado de Israel. La extrema derecha nacionalista, que, critica al Gobierno por su debilidad frente a los palestinos, que amenaza con abrir fuego sin miramientos contra la población palestina, que pide a Shamir que no ceda frente a las propuestas de Shultz, no se da cuenta de que con su actitud está cavando la tumba de Israel.

En la actualidad, y quizá durante algunos años todavía, los regímenes árabes vecinos de Israel, incluidos los palestinos dirigidos por la OLP, están dispuestos a establecer la paz a cambio de que haya paz en los territorios ocupados. Todos los Estados -el Egipto de Mubarak, la Jordania de Hussein, la Siria de Asad- tienen en común un enemigo implacable, que no es el Estado de Israel: tal enemigo es el integrismo musulmán. Los integristas o fundamentalistas islámicos minan el régimen de Mubarak, preparan complós contra Asad, representan una amenaza incluso para Arabia Saudí, sin hablar de Jordania. El soplo del delirio jomeinista ha insuflado una nueva vida a todos los fundamentafl stas del islam, sean shiíes de Irán o suníes, como en la mayor parte del mundo árabe. El miedo de todos los regímenes árabes, sean proamericanos o prosoviéticos, es el mismo: la oleada de integrismo. El fundamentalismo musulmán tiene dos importantes factores en su origen, a saber, el subdesarrollo y la miseria socioeconómica de los países árabes y la causa palestina, la voluntad de expulsar al infiel -los sionistas, Israel- de las tierras del islam, porque toda tierra en otro tiempo conquistada por Mahoma es tierradel islam, en la que sólo el propio islam puede ser soberano.

Los jeques integristas predican la insurrección a las masas árabes, mostrando la doble incapacidad de que, según ellos, hacen gala los líderes árabes del momento: por una parte, todos los modelos de sociedad extraños al islam en que los diferentes regímenes se han inspirado para asegurar el bienestar de la población han fracasado. El socialismo al estilo de Nasser ha fracasado. El capitalismo de Sadat, de Mubarak, de Hussein, también ha fracasado. Asimismo fracasó la mezcla de los dos sistemas propugnada por Asad, mientras la miseria aumenta en todos los países árabes. La causa de esta situación está en que los diferentes líderes, en lugar de inspirarse en el Corán, han querido imitar a los infieles. Porque capitalismo y socialismo son dos ideologías extrañas al islam y, en consecuencia, hostiles a las ensefianzas del profeta.

El segundo factor del integrismo es Israel. ¿Por qué Saladino fue capaz de abatir las cruces en Jerusalén y de expulsar a todos los infieles de las tierras del islam? Porque él actuaba guiado por el Corán y por las enseñanzas del profeta. ¿Por qué Nasser, Asad, Hussein y los demás líderes árabes, incluido Arafat, no han conseguido emular a Saladino? Porque sus ideologías son extrañas al islam. Tal es el argumento que se esgrime y repite en las mezquitas, no sólo en Gaza y Jerusalén, sino también en El Cairo o en los suburbios de Damasco.

Por primera vez desde el nacimiento del Estado de Israel, los regímenes árabes vecinos y la OLP tienen un creciente interés por restablecer la paz con Israel, interés diferente, aunque suplementario al de poner fin a otras guerras ruinosas e inútiles. Aspiran, por otra parte, a agotar y secar la fuente de la que bebe el integrismo musulmán, aquella que les acusa de no haber sabido liberar, dar una patria a los palestinos.

Si Israel deja pasar esta posibilidad, esta ocasión única para restablecer la paz con sus vecinos a cambio de los territorios ocupados -sin excluir las concesiones territoriales, según la opinión de Hussein y Arafat-, habrá que esperar lo peor. Y es que si mañana, o pasado mañana, Mubarak debe dejar su puesto paracedérselo a un líder islámico, o se ve obligado a adoptar una política integrista para sobrevivir, la paz con Israel habrá terminado. Y lo mismo puede decirse con respecto a las posibilidades de concluir una paz con los regímenes árabes de Hussein, Asad o Arafat. No es casualidad que Arafat haya declarado hace unos días que "si fracasa mi política actual, la OLP podría pasar a ser dirigida por personas mucho más intransigentes que yo, y en Israel habrá llegado el momento de lamentar la desaparición de Arafat".

Los jeques íntegristas repiten hasta la saciedad que el islam no tiene prisa. Si fuera preciso, se lucharía durante mil años hasta conseguir la expulsión del infiel sionista y de los regímenes árabes impíos. Cuando se observa la política seguida por los gobernantes israelíes, sobre todo la de la derecha dirigida por Shamir, es inevitable recordar el viejo dicho romano: "A los que Júpíter quiere destruir, primero les priva de la razón".

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