El fin de un proyecto
En Euskadi se viven momentos de desconcierto y brumas respecto a la intención de ETA y, por tanto, de Herri Batasuna de manera subsidiaria. Casi nadie se atreve a avanzar un pronóstico sobre lo que puede suceder en los próximos días y mucho menos en los próximos meses, porque algunas fases de la partida se juegan al aire libre y otras de manera subterránea. Marginado el Gobierno de Vitoria, con la queja razonable de los nacionalistas porque la decisión del Ejecutivo central da argumentos a quienes menosprecian a las instituciones autonómicas, procediendo a golpes públicos y contragolpes privados, con una ETA que ahora urge a la negociación aunque verbalmente asegure que "todos los frentes siguen abiertos", lo cual no es ninguna novedad, pues nunca los han cerrado por su voluntad, resulta muy difícil hacer pronósticos. Y, sin embargo, hay uno que puede aventurarse porque los hechos cotidianos lo confirman: estamos ante el fin de un proyecto y el nacimiento de otro por parte del radicalismo abertzale. Lo dificil es calcular los plazos.Es preciso partir de que el radicalismo abertzale no ha existido nunca como entidad política autónoma y es en este momento cuando se hace necesario ponerlo en pie. Existen ETA, las organizaciones que impulsa ETA, las ramas civiles que ETA necesita, los grupos de apoyo que ETA crea y las estructuras e infraestructuras populares que ETA considera convenientes para su funcionamiento y la difusión de sus pronunciamientos. Pero ha llegado el momento de la existencia autónoma de un radicalismo abertzale como fuerza política. Y esa fuerza va a integrarse, de manera prácticamente inevitable, en la democracia formal, aunque en plazos más o menos largos, porque fuera de ella no es posible el reconocimiento de esos derechos y funciones que ahora necesita, una vez agotada la oferta militarista. La política extramuros del sistema no existe, el extraparlamentarismo no tiene voz, y eso no por presión de los poderes fácticos, como algunos dicen, sino porque la sociedad no presta atención a quienes representan su propia función detrás de los decorados convencionales. Como sabe muy bien la extrema izquierda española, cruelmente reducida al onanismo doctrinal.
Esa necesidad de reconocimiento es tan fuerte que como conclusión victoriosa de las actuales conversaciones entre ETA y el Gobierno central se ha destacado por parte de algún dirigente de Herri Batasuna que "significan el reconocimiento de la legitimidad de ETA". No advierte que por la misma razón significan el reconocimiento por parte de ETA y sus estructuras civiles de la legitimidad del Estado; del "Estado opresor", nada menos. Lo que es un paso hacia la integración del movimiento abertzale radical en la democracia mayoritaria.
Los principales esfuerzos de los dirigentes de Herri Batasuna se dirigen a la formación de un partido político reconocido y legitimado por el Estado en el futuro; a esa necesidad de ser aceptado y considerado "persona decente" que acucia a casi todos los extremistas cuando se hacen mayores, como en su momento ejemplarizó Menájem Beguin. Herri Batasuna quiere nacer por fin como partido político y que le dejen pisar la moqueta. Unas declaraciones recientes de Jon Idígoras reconocían que Herri Batasuna se propone abandonar su actual estrategia y colocar en segundo plano la movilización de masas y las respuestas puntuales a las anécdotas políticas para sustituirlas por la "producción ideológica y programática". El mismo Idígoras puntualizaba: "Hay que reconocer que durante un tiempo hemos caído en los mensajes retóricos, dogmáticos y de piñón fijo, y en eso hay que hacerse también la autocrítica".
Me parece evidente el fin de un proyecto y el intento de otro, que tiene cabida en la sociedad vasca del siglo XXI porque puede ser el cauce político de un sector de ciudadanos en desacuerdo con la marcha de esa sociedad, que pretenda cambiarla, que exija otros modales sociales, que represente el tanto por cierto de desahuciados de la economía liberal y que plantee un futuro diferente, utópico, pero lícito. El cambio de proyectos significa que un grupo de vascos que han servido a ETA de intendencia o guardarropía pueden flegar a formar un parti do para hacer política y no violencia ideológica y callejera, paralelas encubridoras de la violencia armada. Y eso no por reconversion política o ética, sino por agotamiento de su proyecto anterior. Razón por la que el Gobierno y la sociedad democrática no pueden abandonar el esfuerzo que ha conseguido ese agotamiento.
El cambio no es fácil y no va a ser rápido. Sus bases, a las que van a intentar contener, están todavía en la retórica y el victimismo. No hace mucho, un ciudadano se arrojaba en Bilbao desde un balcón a la calle y su suicidio era comentado así por un lector del periódico portavoz de Herri Batasuna: "El día 19 de enero Egin publicaba la noticia del suicidio de Mario Nieva arrojándose desde un sexto piso. Un obrero vasco más a añadir en la lista de muertos". Esta retórica va a ser difícil de cambiar, como van a ser difíciles de cambiar muchos viejos hábitos.
Sin embargo, el cambio de proyecto político sí está en marcha y quizá eso sea lo único claro en la actual madeja de comunicados y contracomunicados que aún no ahorra la retórica. La truculencia se mantiene en comentarios como los aparecidos en la Prensa sobre el paralelismo entre lo que ocurre en la Gaza ocupada por los israelíes y en Euskadi. Lo que ha servido para ataques a la supuesta hipocresía de Juan María Bandrés, en tanto que miembro de la comisión de juristas que visitó la zona, porque ve -según esas acusaciones- la represión de los palestinos y no ve la de los vascos, denuncia los tanques que ocupan las calles de los pueblos palestinos y no ve la ocupación de los pueblos de Euskadi. Es cierto por ello que el nuevo proyecto puede cambiar en numerosos aspectos menores o de escenografía, pero parece irreversible. La necesidad de participar en la vida política cotidiana, la inutilidad de la sangría provocada por ETA, la imposibilidad de seguir avanzando hacia el objetivo propuesto de proyecto militar, todo obliga a que sea llevado adelante.
Esas van a ser las líneas maestras del futuro, aunque las construcciones accidentales sufran retrasos y aun retrocesos. El proceso de la metamorfosis ha comenzado. Cuando éramos más ingenuos solíamos echar mano abusivamente de la expresión "esto es kafkiano" para describir situaciones confusas o embrolladas. Pero cualquier situación de Kafka ha quedado ya tan asimilable como la dulce lectura de Platero y yo, que algunos médicos prohíben a los diabéticos, en comparación con el Boletín Oficial del Estado o los textos teóricos de ETA. Sin embargo, hay que volver a repetir la misma frase y en esta ocasión literalmente. Se está produciendo una metamorfosis a la inversa, una metamorfosis de regreso, y el radicalismo siente la necesidad de adquirir la figura formal de los demás partidos políticos de Euskadi. Por lo que cualquier mañana puede despertarse convertido en parlamentario.
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