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El Congreso de Estados Unidos investiga las relaciones de la CIA con Panamá

Francisco G. Basterra

La batalla que se libra en el Congreso, en los tribunales norteamericanos y en el Departamento de Estado contra el general Manuel Antonio Noriega, el hombre fuerte de Panamá, está poniendo en evidencia el apoyo que le ha prestado la CIA durante años de corrupción mediante agencias del Gobierno, y, al colocar al general contra las cuerdas, hace más difícil una solución pactada al estilo Marcos o Duvalier.

El Congreso exigió ayer explicaciones oficiales sobre las alegaciones, formuladas ante el senado por Jose Blandón, ex asesor de Noriega, de que la CIA suministraba regularmente al jefe del Ejército panameño información confidencial, con detalles personales, de senadores norteamericanos. Concretamente de Edward Kennedy y de Jesse Helms, situados en los extremos políticos, pero ambos partidarios desde hace tiempo de que EEUU presionara para provocar la caída de Noriega. Blandón defendió ayer en el Senado que tiene el "deber moral" de intervenir para derrocar a Noriega.

La Administración de Reagan, que confía en que sólo un golpe militar interno puede acabar con el general Noriega, repitió ayer que las 10.000 tropas norteamericanas estacionadas en ese país continuarán hasta el 31 de diciembre de 1999, de acuerdo con el tratado de devolución del Canal. Lo que hasta ahora era un problema de política exterior puede convertirse en un escándalo doméstico que afecte a personajes de la Administración de Reagan, que deberán explicar el motivo de su apoyo a Noriega.

Espionaje interno

La CIA, que junto con el Pentágono ha apoyado durante años la corrupción y el doble juego de Noriega para preservar sus instalaciones de espionaje y bases en suelo panameño, "desmintió categóricamente" las acusaciones de Blandón. Pero el senador John Kerry, que preside el comité ante el que está declarando este ex consul de Panamá en Nueva York ha solicitado una investigación. Kennedy se preguntó "para quién está trabajando la CIA. Es inconcebible que la Agencia Central de Inteligencia conociera las actividades de Noriega con el narcotráfico y continuara trabajando con él durante tanto tiempo, pero aún es peor que proporcionara información al general sobre sus principales críticos norteamericanos".Si fuera cierto lo declarado por Blandón la CIA sería culpable de espionaje interno, algo que tiene prohibido por ley. Blandón declaró ayer también que Noriega se entrevistó dos veces con el coronel Oliver North, en 1985, para tratar de la posible utilización de Panamá para operaciones contra Nicaragua. Grupos de contras se entrenaron en Panamá. Blandón implicó también en su testimonio al vicepresidente y candidato presidencial George Bush, revelando que llamó personalmente a Noriega horas antes de la invasión norteamericana de Granada para que se pusiera en contacto con Fidel Castro y se evitara la lucha entre las fuerzas cubanas en la isla caribeña y los marines. Bush ha desmentido esta información como un "completo invento".

El juicio legal y político a que está siendo sometido Noriega en EE UU comienza a convertirse en un problema de política interna para la Administración. Resurge en alguna medida el fantasma del Irangate, al conocerse las conexiones de Noriega con el ex director de la CIA, William Casey, y con dos de los principales conspiradores del escándalo Oliver North y Richard Secord.

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Blandón ha contado en el Senado que la presión que ejerce EE UU para lograr la caída de Noriega es contrarrestada por "señales confusas" que recibe de Washington, haciéndole creer que aún tiene apoyos. Las amenazas del general contra los intereses norteamericanos, especialmente la base del Comando Sur, preocupan en Washington. El antiguo jefe del Comando Sur, desde donde se controla toda Latinoamérica, el general Paul Gorman, ha testimoniado que estas instalaciones están, de hecho, en poder de una potencia extranjera "hostil", que puede suspender el agua y la electricidad a las 10.000 tropas de EE UU.

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