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NICARAGUA Y SU FUTURO

Los campesinos de Yalí quieren volver a ser felices

"Muchos muertos, mucha destrucción, mucha pobreza; eso es lo único que nos está dejando esta guerra"

Antonio Caño

La mañana del pasado lunes era clara y tranquila en Yalí. Unos campesinos conducían sus productos por calles empinadas a lomos de mulas y caballos, las mujeres barrían las puertas de sus casas de madera y los soldados comían unas empanadas con chiles, sentados frente a la iglesia. Esta misma calma fue bruscamente interrumpida el 11 de noviembre por

disparos de morteros procedentes de las colinas cercanas. Todo el mundo corrió en busca de refugio, y los militares volvieron precipitadamente a sus puestos para contestar la lluvia de fuego.Flor de María, una enfermera de 22 años, no tuvo tiempo de dejar la pila en la que lavaba ropa antes de que una granada de mortero acabara con su vida. La casa en la que vivía junto a su suegra, Margarita, está todavía destrozada por el bombardeo. Todos los vecinos de Margarita sufren también de cerca los efectos de los siete años de guerra que Nicaragua viene librando contra la guerrilla financiada por Estados Unidos. "Muchos muertos, mucha destrucción, muchos secuestros, mucha pobreza; eso es lo único que nos está dejando esta guerra", afirma Miguel Ángel Vázquez, párroco de esta ciudad, de unos 7.000 habitantes, situada a 200 kilómetros al norte de Managua y a unos 40 de la frontera con Honduras, en uno de los puntos de mayor presencia de la contra.

El último ataque de los rebeldes fue la pasada semana en Las Colinas, un poblado próximo a Yalí. Una de las víctimas ese día fue Francisca, una campesina de 25 años, con cinco hijos a su cargo. Los contra le quemaron su casa con todo lo que poseía: su ropa, un poco de maíz, frijoles y café. Ella, que salió corriendo al ver acercarse a los rebeldes, no entiende por qué le hicieron eso. En este ataque a Las Colinas quemaron ocho casas, pero no hubo muertos. Fue mucho peor hace ocho meses, cuando la contra prendió fuego a 30 casas y mató a dos personas.

El pasado lunes, en el trecho de 50 kilómetros entre Estelí y Yelí sólo se encontraban soldados del Ejército Popular Sandinista (EPS) y algunas vacas perezosas que obstaculizaban el camino. La presencia de la contra quedaba simbolizada únicamente en las siglas FDN (Fuerza Democrática Nicaragüense) pintadas sobre los restos de un puente destruido y en la chatarra de un camión del EPS alcanzado por un cohete.

En ese camión encontró la muerte en abril pasado el hijo de Blanca, la cual había perdido 10 días antes a su marido en otro ataque de la contra. Blanca viste hoy uniforme militar y es la presidenta de la Asociación de Familiares de Héroes y Mártires de Guerra. Ella misma ha sobrevivido a cinco emboscadas, en la última de las cuales murieron siete personas, entre ellas una niña de siete meses.

Ataques indiscriminados

Blanca dice que los ataques de la contra son indiscriminados, destinados a hacer "el mayor daño posible para tener la mayor repercusión internacional posible". "Aquí no luchan contra los sandinistas, sino contra todo el pueblo, y todo el pueblo siente en peligro sus vidas". En una de las emboscadas que recuerda cayó una hija de Cándida, una anciana de 77 años que hoy tiene que cuidar de sus cuatro nietos. El padre de los niños había muerto ya en 1984 en su camino hacia el trabajo.

El padre Vázquez, que cumple su decimoquinto año en Yalí, coincide en que las emboscadas son la peor lacra de esta guerra. El sacerdote se refiere a la contra como "esa gente armada que anda por ahí", y los culpa de "quemar sistemáticamente los asentamientos".

"Quieren hostigar todo lo que sea del Estado, y la gente queda desamparada. Muchas escuelas han sido cerradas porque los profesores tienen miedo, muchos centros de salud han sido también destruidos".

Los profesores son uno de los objetivos preferidos por la contra. El padre Vázquez recuerda que en abril del año pasado secuestraron a dos maestras en Coyolá, cerca de Yalí; una de ellas ya ha regresado a su pueblo, a la otra se la vio la semana pasada en el ataque a Las Colinas portando un fusil junto a otros 200 contra.

El párroco de Yalí preside la comisión de paz creada en el pueblo tras la firma de los acuerdos de Esquipulas 2, pero sólo ha conseguido la reincorporación a la vida civil de 20 contra. El padre Vázquez dice que los desalzados le han contado que otros muchos quisieran abandonar la contra, pero han recibido amenazas de muerte en caso de hacerlo. "En este pueblo hay mucho temor, muchas amenazas de gente armada. La gente repudia a la contra, pero siente miedo".

Los niños de la guerra

La anciana Cándida todavía confía en que "si la guerra terminará aquí seríamos los más felices de Centroamérica". Si no la plena felicidad, el fin de la guerra sí permitiría a los habitantes de Yalí, al menos, ser menos pobres. Doroteo, un pequeño campesino que ata sus caballos a un poste en el centro de Yalí, cree que "si se acaba la guerra, andaremos sin miedo, y todo el mundo va a volver a sus fincas y se va a volver a trabajar". Antes de la revolución, Doroteo sembraba 10 manzanas de maíz; hoy sólo siembra dos. La causa principal, según él, es la falta de mano de obra. "Los jóvenes se han ido al servicio militar y a la ciudad, y aquí sólo quedamos los viejos". Otra razón de la caída productiva es la falta de transporte, por miedo de los conductores a entrar en las zonas de guerra o por falta de combustible. Los campesinos han tenido que recuperar los animales como único medio de transporte, lo que afecta fundamentalmente a la producción de café.

Doroteo ha recibido en su población varias visitas de la contra. En una de ellas, el 13 de octubre pasado, "se llevaron a dos muchachos y una muchacha". Asegura que siempre que pasan, en el camino entre Río Coco y las proximidades de Estelí, les roban la comida y les amenazan. "Se llevan los chanchos gordos y a las muchachas que les gustan", dice.

Doroteo tiene un hijo en el EPS y otros dos estudiando en Managua. Otros niños no han tenido tanta suerte y se encuentran ahora en el orfanato de Yalí. Como Joana, Margarita y Teresa, tres hermanas huérfanas de guerra que llegaron a esa institución en 1984. Actualmente conviven con 150 niños en su misma situación. Hace unos meses recibieron la visita de unos psicólogos que les pidieron hacer unos dibujos en los que reflejasen su idea sobre la guerra. Todos pintaron las escenas de horror que guardan en su memoria. Ninguno dibujó la esperanza.

Plan de emergencia energética

Los sabotajes de la contra, la falta de producción en las centrales hidroeléctricas por culpa de la guerra y el aumento de la demanda fueron las razones aducidas por el vicepresidente nicaragüense, Sergio Ramírez, para la entrada en vigor, el martes, de un plan de emergencia energética.El programa, inicialmente en vigencia para seis semanas, supone la drástica reducción de la producción en 15 empresas industriales y la rebaja hasta cinco horas del horario de trabajo del sector estatal. Asimismo, la programación de televisión ha sido acortada hasta sólo cuatro horas diarias de emisión, y se mantienen los cortes diarios de electricidad en todo el país.

Sergio Ramírez explicó que la demanda ha aumentado al introducir el Gobierno la energía eléctrica en lugares que antes no disponían de ella. Al mismo tíempo, se han paralizado algunas centrales por falta de repuestos y otras han quedado temporalmente inutilizadas por los ataques de la contra. El vicepresidente aseguró que Nicaragua necesitaría 40 millones de dólares para poner al día su sistema energético y satisfacer las demandas de la población.

La escasez de energía afecta también a pequeños negocios, que no pueden abrir sus puertas desde hace semanas. Otros están retrocediendo a métodos del siglo pasado para seguir trabajando. En un establecimiento de reparación de neumáticos utilizaban ayer una bomba manual para dar aire a ruedas de camiones por la falta de electricidad.

Afortunadamente, ha aumentado ligeramente el abastecimiento de gasolina, aunque todavía se siguen formando ante los surtidores colas que duran toda una noche para poder llenar el depósito de los coches.

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