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Un veterinario descubre que varios toros fueron drogados antes de salir al ruedo

Andrés Martínez Carrillo, veterinario titular de Colmenar Viejo y de la plaza de toros de Las Ventas, descubrió que varios toros lidiados en las ferias colmenareñas de 1985 y 1986 habían sido drogados, purgados o sometidos a otras manipulaciones fraudulentas. Según opinión del veterinario, muchos de los toros que se lidian en las distintas plazas españolas tienen comportamientos atípicos, con extrañas pérdidas de equilibrio, que no se corresponden con el agotamiento normal de estos animales o lesiones funcionales, a juicio de los expertos en ganado y de quienes conocen bien la clínica veterinaria.

Sus sospechas se acentuaron en una de las corridas de la feria de Colmenar de 1985 al observar, ya en el preceptivo reconocimiento del mediodía, que los toros, de un trapío irreprochable, padecían abundante diarrea y descoordinación de movimientos. Durante la corrida, e inmediatamente después del arrastre de cada toro, fue: recogiendo asas intestinales y jugos gástricos de las reses, 31 las envió a analizar a un laboratorio oficial.Los resultados revelaron que por cada 100 gramos de contenido intestinal había 31,2 miligramos de sulfato; lo cual permitía saber que al conjunto de la corrida se le había disuelto en el agua que bebió en los corrales unos 25 kilos de sulfato de sosa y sulfato de magnesio, o sal de Epson. Este preparado se suele administrar al ganado vacuno cuando necesita purgante, aunque en dosis muy inferiores. "Cuatro o cinco kilo; de sal de Epson por toro", dice Martínez Carrillo, "es una cantidad brutal'.

El veterinario puso en conocimiento de las autoridades de Colmenar su descubrimiento y, como consecuencia de este testimonio, para la feria de 1986 se extremaron las precauciones en los corrales. La corrida del día 2 de septiembre, perteneciente al hierro de Mercedes Pérez Tabernero, y que lidiaron Galloso, Niño de la Capea y Ortega Cano, ofrecía un magnífico aspecto en el reconocimiento. Sin embargo, nada más saltar los toros a la arena, claudicaban. Ante las airadas protestas del público fueron devueltos al corral tres ejemplares y sustituidos por sombreros. Con estos no hubo problema, pero los restantes toros de Pérez Tabernero tuvieron los mismos síntomas sospechosos que sus hermanos devueltos, y provocaron un gran escándalo en los tendidos.

Martínez Carrillo recogió muestras del hígado, bazo, riñón y sangre de estos toros y solicitó su examen en el mismo laboratorio. Efectuado el análisis, se descubrió que tenían restos de Combelén, un derivado de la fenotiacina, que es hipnotizante y tranquilizante, y surte efectos unos 15 minutos después de su inyección. Curiosamente, el Combelén lo emplea la mayoría de los contratistas de las cuadras de picar para drogar a sus caballos.

En la corrida siguiente, 3 de septiembre, se extremó la vigilancia en los corrales y el veterinario cree que ese día no se drogaron los toros, pertenecientes al hierro de Moreno Silva, que torearon El Inclusero, Dámaso González y Luis Cancela. Sin embargo, al salir al ruedo, los toros carecían de visión, topaban, se frenaban de forma extraña. El número 13 fue devuelto al corral " por incoordinación del aparato locomotor y defecto de visión", según consta en acta, dice Martinez Carrillo.

'Spray' paralizante

Todos los toros exteriorizaban el mismo padecimiento al aparece por los chiqueros y a medida que avanzaba la lidia iban recuperándose, hasta tener un comporta miento relativamente normal en el último tercio. Martínez Carrillo examinó las reses en el desolladero y comprobó que sufrían exageradas conjuntivitis e inflamación aguda del globo ocular, dolencias que no se habían advertido en el reconocimiento.

Recogió muestras para su análisis en el laboratorio, pero en esta ocasión no le entregaron los resultados. Cree el veterinario, no obstante -sin que pueda aportar pruebas- que a esos toros se les debió rociar, momentos antes de su lidia, con un spray paralizante del tipo de los que utilizan para su defensa las fuerzas de orden público.

Opina Andrés Martínez Carrillo que las caídas de los toros responden a causas diversas, desde la enfermedad o desnutrición a lesiones, pero hay unas caídas características que a un experto en clínica veterinaria le hacen sospechar puedan deberse al efecto de las drogas. Explica:

"No es falta de fuerza lo que se le aprecia al toro en estos casos, sino somnolencia, incoordinación; tropieza, se tumba y no se quiere levantar; cuando a duras penas consiguen ponerlo en pie, no responde con viveza al cite, trastabifia, vuelve a tirarse".

Droga sin control

Al veterinario Martínez Carrillo le extraña que circule droga sin control por las dependencias de las plazas de toros, y se refiere al Combelén, que administran a los caballos de picar, pero también al Rumpum y al Inmovilón.

De este último específico, dice: "Hay un señor que tiene la exclusiva de su comercialización, así como las del rifle y sus proyectiles para inyectar a distancia. Lo vende, sin ningún control sanitario, a los ganaderos, que utilizan el fármaco para inmovilizar los toros en el campo cuando han de hacerles alguna cura".

La impregnación de la parte encordelada de la puya con una mezcla de vaselina e Inmovilón es una idea innovadora que ha empezado a considerarse en el ámbito de la picaresca taurina.

La posibilidad de que se manipulen fraudulentamente los toros de lidia mediante drogas ha sido negada sitematicamente, durante años, por todos los profesionales taurinos, incluidos toreros y criadores de reses bravas. Sólo el ganadero Celestino Cuadri, hace dos temporadas, manifestó a EL PAÍS que, a juzgar por el extraño comportamiento de sus toros lidiados en las Ventas en una de las corridas de la feria de San Isidro, tenía la sospecha de que "les han dado algo" en los corrales.

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