La respuesta de Abellán
He sido objeto preferente de atención en la sección de Cartas al Director de este periódico durante varios días seguidos. Una interminable saga de epístolas se han ocupado de mi humilde persona con una misma y única pretensión: fulminarme como miembro de la comunidad universitaria. Todo ello, por el grave delito de no haber votado, como ellos lo hubieran hecho, en esas oposiciones que ya se han hecho famosas.Me parece, sin embargo, que no lo van a conseguir, a pesar de todo, por una razón muy simple: todo exceso engendra una reacción contraria a la pretendida, y en este caso, las pruebas de solidaridad me confirman que ese efecto ya se ha producido. Está claro que estos paladines de la libertad y de la democracia no aceptan que se discrepe de ellos. Si alguien perteneciente a la línea cultural progresista del país hace uso de esa misma libertad que ellos defienden para mantener opiniones contrarias a las suyas, merece repulsa total, según me dijo un supuesto amigo mío en una de las cartas con las que se me ha fulminado. Como en las órdenes religiosas, me he visto expulsado de la congregación por no seguir la disciplina de voto. Nunca mejor empleada la expresión.
Ante la imposibilidad de contestar tanto despropósito y con tan distintos interlocutores, me limitaré a algunos aspectos de la que con injurias, insultos y agravios intolerables me dedica el señor Gómez Pin (Cartas al Director, EL PAÍS, 13 de enero). Es palpable que con su feroz ataque hacia mí este señor intenta colocar una cortina de humo para eludir su responsabilidad, dado que su anticipada retirada del tribunal inmediatamente antes de la votación final hacía imposible de todo punto que Emilio Lledó alcanzase tres votos.
Es obvio, por lo demás, desde cualquier punto de vista que se mire, que la ofensiva y mendaz carta del señor Gómez Pin no admite réplica civilizada por mi parte; la contestación que merece convertiría este intercambio epistolar en lo que coloquialmente se ha considerado por la tradición como pelea de verduleras-, mejorando a éstas, por supuesto. Las páginas de este periódico -y sus lectores- creo que merecen mayor respeto, por lo que simplemente insto a este señor, si está tan seguro de lo que dice, a que mantenga su afirmación ante los tribunales de justicia. Con esta apelación a una instancia imparcial y suprema doy por terminado este supuesto diálogo en la Prensa, sobre cuestiones que merecen su tratamiento en profundidad en otros lugares. A cualquier otra posible carta que pueda venir en el futuro poniendo en duda mi honor profesional, me remito a la misma instancia aquí invocada.- José Luis Abellán.
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