Alimentar al monstruo
La sangre hierve de indignación al leer que ha salido de su prisión en Colombia Jorge Luis Ochoa, identificado como el traficante que distribuye el 80% de la cocaína que se vende en Estados Unidos. Parece que ha sido la intimidación y el soborno lo que ha hecho del sistema judicial colombiano zona franca de la mafia de la droga. La reacción norteamericana ha sido reducir las importaciones colombianas.En Estados Unidos la ley es vista como el último bastión contra el imperio de la droga. Pero en Colombia este imperio vive por encima de la ley: los traficantes han matado a aquellos jueces o policías a los que no han podido comprar. El último incidente muestra que el principal resquicio de la ley, la extradición a Estados Unidos, se ha cerrado también.
No parece razonable pensar que las sanciones económicas surtan efecto mientras Estados Unidos permita que el gran motor del mercado, la gran demanda de drogas que hay en el país, siga su incontrolada marcha.
A menudo se invoca un crudo determinismo social para explicar el uso de drogas por los más desfavorecidos en la sociedad norteamericana. Quienes socialmente disfrutan de mejor posición no pueden apelar a semejante argumento. Éstos suelen evitar pensar que su moderado uso de una droga de recreo, lejos de ser un acto de liberación personal, alimenta un monstruo que devora vecindarios, ciudades e incluso naciones. Sin embargo ésa es la verdad.
14 de enero
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