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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

China no 'è vicina'

LA RESPUESTA negativa dada por Pekín a la sugerencia de Gorbachov de una cumbre entre los máximos dirigentes de la URSS y China no debe disimular la mejoría real de las relaciones entre dichos países. La publicación en la revista más representativa de la Política de Deng Xiaoping, Perspectivas, de una entrevista del secretario general del Partido Comunista de la Unión Soviética es un hecho sin precedente desde hace más de 20 años. En ella, Gorbachov, destacando las similitudes entre los problemas que tienen los dos países, dice que los soviéticos "siguen con enorme ínterés las reformas que ahora se realizan en China de sus mecanismos económicos y de su sistema político". Hace tiempo que en la Prensa de uno y otro país se han producido cambios en la forma de reflejar lo que ocurre en el otro: más objetividad e incluso actitudes netamente favorables. En ese marco, la entrevista de Gorbachov tenía objetivos de largo alcance: no ya una normalización, sino lograr entre Moscú y Pekín un tipo de relaciones particularmente estrechas.Pero algo ha fallado. Probablemente, Gorbachov ha sobrevalorado el impacto en China de los esfuerzos reales que la URSS ha hecho por mejorar las relaciones. Una frase de su entrevista es muy arriesgada, porque compromete a los propios dirigentes chinos. No sólo dijo: "En nuestra opinión, sería un desarrollo lógico celebrar una cumbre soviético-china", sino que agregó: "Juzgando por todo lo que se sabe, ambas partes lo consideran como una necesidad objetiva". Al día siguiente de publicarse esa frase en el texto completo de la entrevista hubo una reacción oficial: un portavoz del Ministerio de Exteriores recordó que Deng Xiaoping había especificado claramente las condiciones para que tal cumbre fuese posible. Y agregó que la comunidad internacional "espera firmemente que Vietnam retire sus tropas de Camboya".

Lo ocurrido arroja luz sobre la fase en que se encuentra el proceso de acercanúento entre Pekín y Moscú. En primer lugar, queda claro, una vez más, que el factor decisivo son los intereses de Estado. Los chinos no se muestran reacios al intercambio de opiniones sobre las diversas reformas en sociedades socialistas. Pero entre Pekín y Moscú lo que prima no son relaciones ideológicas o de partido. Son relaciones entre dos Estados con intereses en ciertos puntos contradictorios. Al reanudar sus relaciones con la URSS, China formulé nítidamente los tres obstáculos que impedían la normalización: ocupación vietnamita de Camboya, invasión soviética de Afganistán y concentración de tropas de la URSS en sus fronteras. Desde el discurso de Gorbachov en Viadivostok en 1986 ha habido progresos serios. Fue particularmente positiva la decisión de la URSS de renunciar a sus misiles nucleares de medio alcance en Asia. Ciertas unidades han sido retiradas de la frontera con China. El anuncio de Moscú de que se marchará de Afganistán en 1988 es otro factor importante. Sólo queda hoy como obstáculo esencial el problema de Camboya.

El Gobierno chino ha querido evitar toda ambigúedad a este respecto, y de ahí la rapidez con la que ha precisado su actitud. En la actual fase de mejoría de las relaciones entre el Este y el Oeste, cuando Gorbachov, después de su viaje a Washington, se dispone a visitar algunos países de Europa occidental, su interés por dar un paso espectacular en Asia es lógico. Pero China no ha querido ceder en algo que considera vital. Considera -y no le faltan razones- que mucho depende de la actitud de la URSS, sin cuyo respaldo Vietnam no podría mantener su ocupación. Aunque heredada de la etapa de Breznev, es una asignatura pendiente que Gorbachov tiene que resolver. China acaba de recordárselo.

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