A la espera de las teorías arquítectonicas de los ochenta
Las propuestas de Eisenman recuerdan el interés ya histórico de los textos de Rossi y Venturi
El campo de la teoría arquitectónica ha ido evolucionando durante estas últimas décadas en sintonía tanto con los cambios que se producían dentro de la misma arquitectura como d e los procesos más generales en el campo de la sociedad, la cultura y el arte.Así, a los escritos de los años cincuenta y sesenta de arquitectos como Ernesto N. Rogers, Alison y Peter Smithson o Aldo van Eyck y a la actividad de re vistas como Casabella-Continuitá y Architectural Review les sucedieron las propuestas de finales de los sesenta. De entre ellas, como es sabido, tuvieron una especial fortuna dos teorías, una surgida del ambiente cultural italiano -nos referimos a La arquitectura de la ciudad (1966), de Aldo Rossi- y otra surgida de la atmósfera norteamericana -Complejidad y contradicción en la arquitectura (1966), de Robert Venturi-.
Al mismo desde el contexto británico, se había publicado otro texto diverso, El brutalismo en arquitectura (1966), de Reyner Banham, e inmediatamente fueron surgiendo textos más o menos próximos a cada uno de los relatos dominantes. Así, en Italia destacan los escritos de Vittorio Gregotti (El territorio de la arquitectura, 1966), de Giorgio Grassi (La construcción lógica de la arquitectura, 1967, y La arquitectura como oficio y otros escritos, 1980) y de Carlo Aymonino (El estudio de los fenómenos urbanos, 1977). Y en Estados Unidos fueron apareciendo ensayos de arquitectos como Cohn Rowe o Charles Moore.
Hacia finales de los años setenta surgen nuevas propuestas, en general marcadas por la nostalgia. Nos referimos a todo el sistema de los patterns de Christopher Alexander -con la voluntad de recuperar. el sentido comun y la dinámica participativa de la arquitectura preindustrial- y a los escritos de Rob Krier, en especial Stutigart, teoría y práctica de los espacios urbanos (1975). Junto a esto se va asentando la nueva consideración del estado posmoderno de la arquitectura, especiallmente, en los textos de Charles Jencks (El lenguaje de la arquitectura posmoderna, 1977) y de Paolo Portoghesi (Después de la arquitectura moderna, 1980).
El panorama se completa con nuevos textos de los arquitectos más influyentes, en especial la Autobiografia científica (1981), de Aldo Rossi.
Decadencia
A lo largo de los años ochenta, si bien la arquitectura realizada es sumamente interesante, el campo de la crítica ha venido marcado por la paulatina pérdida de fuerza de estos relatos dominantes e incluso por el empobrecimiento del panorama teórico. Respecto a esto, es sintomática la desaparición, a mediados de los ochenta, de revistas como Oppositions, en Estados Unidos, o Arquitecturas Bis, en España, o la decadencia de revistas como Lotus, en Italia. Por ello, la posible aparición de nuevos textos no puede ser esperada sino con ansiedad.
En este sentido, y dentro del panorama nacional, se esperan publicaciones tales como la edición de los escritos más representativos de Oriol Bohígas, recogidos en un solo volumen, o la de los escritos realizados por Rafael Moneo en los últimos años, algunos de ellos, como Sobre la teología (1978), de suma importancia. Y, en el panorama internacional, la reciente edición en Italia de una compilación de los siete ensayos más cruciales del arquitecto norteamericano Peter Eisenman, bajo el título de Lafine del classico (Cluva Editrice, Venecia, 1987), se nos presenta como el texto teórico con mayores posibilidades de influencia en los próximos años.
Referencia
En estos momentos, la propuesta teórica de Peter Eisenman, considerado a finales de los años sesenta como miembro del grupo neoyorquino de los five architcts -junto a arquitectos como Michael Graves, Richard Meier y John Hejduk-, aparece ya configurada con la suficiente coherencia como para desempeflar a finales de los ochenta el mismo papel de referencia que pudieron tener los textos de Rossi o Venturi durante los años setenta. Eisenman parte ahora de una formación americana que ha sido sólidamente reestructurada a partir de la cultura europea, especialmente francesa y centroeuropea, además de un estudio profundo del racionalismo italiano, en concreto Gitíseppe Terragni.
Si los textos de Rossi, además de su gran calidad y sólida trabazón cultural, adolecían de nostalgia hacia la historia y la ciudad europea tradicional, y los escritos de Venturi, en sintonía con el -movimiento, del pop-art, confiaban en exceso en el universo kitch y trivial de lo comercial, la propuesta de Eisenman, de carácter esencialmente racional e intelectual, pretende buscar esquemas interpretativos adecuados para el futuro, para el siglo XXI.
Podríamos establecer que la propuesta de Eisenman se basa en una serie de puntos de partida. En primer lugar, se entiende que la arquitectura es esencialmente un, fenómeno de carácter formal, lo cual comporta negar la primacía a otros factores. Ni es un asunto funcional ni constructivo, ni comunicativo ni disciplinar o historicista. Por tanto, aquello que debe desarrollar primordialmente la arquitectura no es ni el programa ni los materiales y procesos constructivos, ni la transmisión de mensajes ni los valores tradicionales, convencionales o históricos, sino sus mismas leyes formales, que se hallan en el mundo intelectual de la geometría. El arquitecto debe ir analizando las estructuras intrínsecas de la arquitectura misma, para desarrollarlas, violentarlas o transgredirlas.
En segundo lugar, la arquitectura, como disciplina en evolución, no debe buscar sus paradigmas de referencia en la historia, sino en la contemporaneidad, intentando superar los esquemas de los últimos cinco siglos -lo que él denomina el sistema clásico, ya hoy caduco al haberse desvelado su carácter de simulacro-. Para ello, para continuar en la posibilidad de expresar el espíritu del tiempo -aunque en teoría Eisenman considera que racionalidad y Zeitgeist son hoy ficciones-, la arquitectura no debe plantearse a partir de categorías establecidas y clásicas -abstracción y figuración, moralidad y ornamentación, racionalidad y arbitrariedad, etcétera-, sino entre ellas y más allá de ellas.
Para ello toma como referencia las manifestaciones más vanguardistas del arte -el conceptual, el mininal, algunas obras de cine posmoderno, etcétera-, y como paradigmas, las recientes propuestas filosóficas que con mayor fuerza han planteado vías de superación de los esquemas convencionales de interpretación, abriendonuevas concepciones del mundo y adentrándose en lo aún no pensado. Para Eisenman, estos autores son los pensadores de la órbita posestructuralista, especialmente Michel Foucault y Jacques Derrida, además de ciertos planteamientos de Noam Chomsky, Jean Baudrillard y Gilles Deleuze y de conceptos de autores ya clásicos como Martin Heidegger o Sigmund Freud. En último término, sus razonamientos muestran un cierto neoplatonismo ya sin ninguna relación con un futuro ideal o un pasado mitificado.
Criterios básicos
Este empeño de situar la arquitectura en los frentes avanzados de la innovación, en sintonía con las propuestas más experimentales en el campo de la filosofía, la ciencia o el arte, no es nada fácil ni transparente. Por ello, el continuo tanteo en los escritos y obras de Eisenman, dentro de los cuales hay una profunda evolución, aunque se mantenga una serie de criterios básicos: el carácter intelectual y formal de la arquitectura, el rechazo de la mirada literal hacia la historia, la permanente voluntad crítica de experimentación, la huida siempre de cualquier idea de antropocentrismo y humanismo.
Su obra partió de controlados experimentos sobre casas
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unifamiliares, aún cerca del lenguaje del racionalismo arquitectónico de los años treinta, y ha pasado por utilizar diversos tipos de recursos a medida que sus proyectos iban aumentando de tamaño e iban situándose en diversos contextos urbanos: utilizar ruinas -reales o artificiales- como referencia, recurrir a fragmentaciones, dispersiones e incertidumbres, partir de acciones arbitrarias o de ficciones, relacionar la arquitectura con la estructura de algunos textos literarios, intentar reinterpretar la estructura de los organismos naturales, etcétera. Con el tiempo, ha abandonado el rigor abstracto de sus primeras obras, buscando soluciones más allá de la dicotomía abstracción-figuración, introduciendo colores, texturas o estructuras orgánicas.
Nuevas formas
Del liderazgo que Eisenman ya desempeña y puede jugar en el futuro nos habla la fuerza que en estos años está teniendo la corriente de lo que se podría llamar nueva abstracción formal, formada por arquitectos totalmente heterogéneos, que se basan en referencias diversas, pero que tienen en común esta voluntad de superación de los esquemas establecidos y de invención de nuevas formas para las metrópolis del siglo XXI. Desde el Office for Metropolitan Architecture hasta Zaha Hadíd, desde Bernard Tschumi hasta Nigel Coats y el grupo NATO, desde Coop Himmelblau hasta UKZ, o desde Piñón-Viaplana hasta Miralles-Pinós, todos ellos tienen alguna deuda con las ideas y obras de Eisenman.
Babelia
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