El orden europeo
HERMANN TERTSCH, El viaje a París del dirigente de la República Democrática Alemana, Erich Honecker, es ya una visita de Estado, sin ambages como los habidos en su histórico viaje a la República Federal de Alemania en septiembre pasado. Es un nuevo éxito personal de Honecker en su larga marcha hacia el pleno reconocimiento internacional del Estado alemán comunista.
Por primera vez, el máximo dirigente de la RDA, país tratado durante décadas despectivamente como títere de Moscú, es recibido por el jefe del Estado de una de las tres potencias occidentales vencedoras de la II Guerra Mundial. No es casual que la primera sea Francia, donde, por consideraciones históricas obvias, más atención y preocupación provoca todo acercamiento entre las dos Alemanias.
Honecker viaja al país occidental más satisfecho con la división alemana. Con los cambios en el Krem1in, el acuerdo sobre misiles de alcance intermedio y los replanteamientos políticos y militares en el Viejo Continente, la política europea se ha puesto en movimiento y con ella su principal elemento, la cuestión alemana. Francia quiere información sobre la política interalemana, y no sólo de su aliado. También está interesada en saber de primera mano si Honecker también teme que el Kremlin juegue algún día la carta alemana.
Berlín Este, por su parte, ve con recelo el nuevo clima de diálogo entre Moscú y Bonn, sus continuos contactos -el último entre el dirigente bávaro Franz-Josef Strauss y Mijail Gorbachov; el próximo dentro de 10 días, entre el ministro de Asuntos Exteriores de la URSS, Edvard Shevardnadze y el canciller Helmut Kohl en la RFAy las alusiones de dirigentes soviéticos a supuestas "cuestiones pendientes", ya sea en el estatuto de Berlín o en la .casa común europea".
Francia y la RDA tienen un interés común en el mantenimiento del estado actual del orden europeo. París no lo expresará por deferencia a Bonn. Honecker será en esto más claro.
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