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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

El nuevo problema palestino

LAS PROTESTAS y manifestaciones en Gaza y Cisjordania, que se suceden desde hace casi un mes, aconsejan nuevos enfoques del problema palestino. Hasta ahora, lo que estaba principalmente sobre el tapete era si la Organización para la Liberación de Palestina (OLP) tenía derecho o no a tomar parte en la negociación en nombre del pueblo palestino; si se debía convocar una conferencia internacional, y qué países debían participar en ella. Y en la perspectiva, la retirada de las tropas israelíes de los territorios que ocupa desde 1967.Pero ahora se coloca en primer plano de la actualidad de esta zona un problema más apremiante: la población palestina de esos territorios está demostrando de modo masivo su rechazo de la ocupación a la que está sometida. Esta ocupación por Israel, a pesar de momentos de tensión, se ha caracterizado hasta hace un mes por una relativa calma. Podía parecer que la misma acción del tiempo generaría cierta costumbre o pasividad de los palestinos. Ha ocurrido exactamente lo contrario.

Las manifestaciones han surgido espontáneamente entre los habitantes de Gaza y Cisjordania, sobre todo entre los jóvenes. Este hecho, reconocido por Izthak Rabin, ministro de Defensa israelí, es particularmente grave para Israel. Confirma una larga experiencia histórica: las ocupaciones militares acaban por hacerse insoportables para los pueblos que las sufren. La actual ola de agitación pone en entredicho la política que Israel ha aplicado durante 20 años.

Las tropas israelíes han causado numerosos muertos, han detenido a unas 1.500 personas y han empezado contra éstas juicios militares sumarísimos, en condiciones que suscitan graves dudas sobre su legalidad. Esperemos que el viaje de una delegación de juristas demócratas españoles permita conocer mejor, en el nuestro y en otros ámbitos, cómo se desarrollan dichos procesos. En todo caso, los métodos represivos practicados por el Ejército israelí pueden reducir las protestas durante un tiempo. A la larga, son la peor respuesta ante hechos de este carácter, porque acumulan odios.

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Israel acaba de dar un paso más en la escalada represiva. Los bombardeos de bases palestinas en Líbano no han sido sólo una represalia por el ataque del kamikaze palestino a un cuartel israelí -hecho que tuvo lugar hace más de mes y medio-, sino que responde a todas luces al objetivo de intimidar a las poblaciones rebeldes. Al mismo tiempo, Israel ha anunciado la deportación de nueve palestinos, sin siquiera juzgarles ni intentar demostrar las sospechas existentes contra ellos. Es una medida que viola las normas del derecho.

Si se tiene en cuenta que Estados Unidos se había pronunciado de modo explícito contra las deportaciones, esta decisión indica el predominio en la política israelí de los sectores más duros, que sólo conflan en la fuerza.

Nunca Israel ha sido objeto de una condena internacional tan generalizada por su política en relación con las poblaciones palestinas. Los Gobiernos europeos, y concretamente el español, han expresado su protesta. La designación como patriarca católico de Jerusalén, por primera vez desde el siglo XI, de un religioso palestino, Nfichel Sabá, es un gesto por el cual el Vaticano expresa su solidaridad con una población víctima de injustas persecuciones. Sin embargo, el momento requiere a todas luces iniciativas internacionales de mayor alcance. El proyecto de conferencia internacional sobre Oriente Próximo, en tomo al que existe un amplio consenso, Podría crear al menos un punto de encuentro para examinar soluciones, ante una situación que puede hacerse cada día más explosiva.

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