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Entrevista:

Michel Serres: "Es preciso darle un nuevo cuerpo al pensamiento"

El filósofo y escritor francés reflexiona en su último libro sobre las estatuas

Cuando Michel Serres publicó, en 1968, El sistema de Leibniz y sus modelos matemáticos se instaló aparentemente en el centro de la filosofía universitaria francesa. En Hermes, Serres trabaja sobre problemas de comunicación, y logra encontrar por primera vez el paso entre los modelos matemáticos y las ciencias humanas. A partir de El Parásito (1980) y Génesis (1982), es evidente que, para Serres., la filosofía, como trabajo de fondo, y la literatura, como forma de la expresión, coinciden. En sus últimos textos aparece al fin visible el objeto de la búsqueda formal y teórica de Serres: el cuerpo. Es en relación a este hallazgo que se pueden comprender textos como Los cinco sentidos (1985), El hermaftodita y Estatuas (1987).

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Pregunta. ¿Cuáles han sido las preocupaciones iniciales que han dirigido la elaboración de su pensamiento?Respuesta. Había varias tradiciones filosóficas cuando yo hacía mis estudios. Existían filosofías que tomaban sus referencias en las ciencias exactas y otras que lo hacían en las ciencias humanas. Curiosamente, no habían filosofías que estuviesen al corriente de ambas cosas. Las que se inspiraban en las ciencias exactas consideraban lo demás como sueños desprovistos de interés, y, al contrario, las que se habían instruido en las ciencias humanas reflexionaban en una ignorancia total del rigor matemático.

Mi preocupación fue durante largo tiempo la de darme una cultura en los dos campos. Hice inclusive la licenciatura de matemáticas paralelamente a mis estudios de letras. En cierto momento me pregunté cuál podía ser el origen de esta doble cultura y traté de encontrar una especie de pasaje entre los dos campos del saber.A este pasaje lo llamé el paso del Norte-Oeste, haciendo alusión irónicamente al pasaje que se halla en el norte de Canadá y que es extraordinariamente complicado. Me apliqué a construir una filosofía que tuviese en cuenta los resultados de los dos dominios, cosa que no se había hecho hasta entonces. Me parecía extraño que el cuerpo filosófico estuviera cortado en des y me interesé por el cuerpo real.

Línea de cresta

P. ¿Se trata entonces de ser a-tópico?R. Exactamente; es el topos, el lugar o la pertenencia a, lo que constituye la autoridad. Al invocar la autoridad que se encarga de firmar en su lugar, el filósofo pierde la responsabilidad de su libertad, que es justamente lo que le permite- decir "soy yo y sólo yo el que dice esto". La empresa de la filosofia consiste en crear esta línea de cresta entre la filosofia clasificada en la universidad y la filosofia exhibída en los medios. No hay filosofia sin el celo de esta libertad; se puede sufrir por su causa, pero es la condición mayor. Para ser filósofo hay que saberlo todo, haber tenido la enciclopedia como base y la libertad como condición.

P. En su último libro la estatua es el objeto que tiene una relación privilegiada con la muerte.

R. Efectivamente, el problema ha sido el de la constitución progresiva del objeto, el cual se ha transformado en el elemento central de mí reflexión. Escribí Estatuas para tratar de comprender lo que era la escultura, y gradualmente esto se transformó en una meditación sobre la muerte.

En ese pasaje de la momia, el cuerpo muerto, a la piedra y de la piedra a la estatua vi la aparición del objeto como tal, y así el libro se transforma en una meditación sobre lo objetivo. Debe haber habido un momento en el cual el intelecto se constituyó en función de la presencia del objeto como tal. Es en Estatuas que he logrado avanzar en el problema de la constitución del objeto, del serahí: traduzco dasein por aquí yace. Quise determinar ese objeto y me encontré con que la determinación radical de lo posible provenía de la muerte.

Yo he nacido en el sur de Francia, cerca de España, y creo que tenemos en común nuestra forma de relación con la muerte. Pertenecemos a una cultura que ha puesto verdaderamente la muerte en el interior de su propio movimiento y esto es algo que la gente del Norte no puede hacer. Es por eso que no seremos jamás filósofos reductibles a problemas del lenguaje. En la meditación española hay algo que no se deja reducir al lenguaje, y esto se debe a que hay una relación con la muerte que es anterior.

Para salir de la parálisis de la filosofia contemporánea, cuyo núcleo es la reflexión sobre el lenguaje, es necesario una cultura que haya integrado el problema de la muerte. En última instancia, se trata de dar cuerpo y textura a lo que lo había perdido. La filosofia había perdido el estatuto del cuerpo. Por ejemplo, en la querella sobre la inteligencia artificial se olvida que somos inteligentes porque tenemos un cuerpo y que conocemos a través del cuerpo.

P. ¿Cómo diría usted que en nuestra época piensa el cuerpo y los sentidos?R. Nuestra cultura concibe la mirada y la visión como modelos del conocimiento. Es por eso que yo le doy mucha atención al orden de importancia de los sentidos: primero está el tacto, que representa la piel, la integridad del ser que conoce. En seguida he puesto el oído y he trabajado largo tiempo sobre el ruido como interferencia y finalmente como material del conocimiento acústico. He tratado de poner en último lugar la visión, justamente porque se le da una preeminencia que en realidad no tiene. En lugar de visión prefiero decir visita, es decir, mirar paseando, haciendo participar todo el cuerpo en el acto de conocer, experimentando en el espacio visual.

P. Sin embargo, Estatuas es un libro muy poco visual.

R. En efecto, y esto tampoco es arbitrario. Sócrates nace como hijo de escultor y cuando muere trata de aprender música. La vida de la filosofia está entre la escultura y la música, que son los dos artes antropológicamente mayores y es por esto que desde El hermafrodita oriento mi reflexión entre estructura y música.

Estatuas animadas

P. Hay algo curioso, y es que sus estatuas están muchas veces dotadas de movimiento o bien hay seres humanos dentro, como en El caballo de Troya.R. Siempre me ha impresionado el texto de Homero en La Iliada en el que dice que el dios Vulcano había forjado estatuas que le servían en la mesa. Homero había comprendido lo que era la robótica, como si en la estatua estuviese el origen de los objetos técnicos. Más aún, cuando se describe la evolución del homo faber se hace en función de la relación con la escultura. Piense en los nombres: edad de la piedra hallada o edad del hierro. La estatua es el ancestro del útil; es por esto que he escrito textos sobre la torre Eiffel y el Challenger. Esto responde a la misma idea que me hace pensar que el automóvil es una estatua y que el devenir móvil de la escultura puede ser como una génesis del mundo técnico, el cual proviene entonces de la religión y de la relación del hombre con el cuerpo y la muerte a través de la estatua.

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