Mary McCarthy: "He nacido a los 13 años"
La escritora norteamericana publica el primer volumen de su autobiografía intelectual
IRENE BIGNARDI
Han pasado ocho años desde aquel fundamental momento en que había cumplido los 13, momento que recuerda y piensa como el verdadero comienzo de su vida, hasta el día en que cumple sus 21, cuando se casa por primera vez. Ocho años: desde que encuentra en el camino aquello que, en su existencia, ha representado su alimento y su pasión (los libros), hasta el comienzo de aquellas, tantas, historias de amor, de sentimientos, de sentidos, de matrimonios que con delicadeza y sin prejuicios ha narrado, a partir de Los hombres de su vida.Coherente con una declaración de principios formulada por ella hace cuatro años en Venecia en un congreso del Pen Club. "Creo que nadie puede escribir una buena novela después de los 60 años, pues la capacidad de observación social disminuye. Se podrán escribir relatos, se podrán escribir ensayos, pero no creo que se puedan escribir novelas ni cuando se es muy joven ni cuando se es muy viejo"-, pero parcialmente infiel a esa misma declaración (Misioneros caníbales fue publicada en 1979, cuando ella tenía 67 años), Mary McCarthy está a punto de editar en Estados Unidos, en la editorial Farrar, Straus & Giroud, el libro How I grew (Del modo que he crecido), el cual es el primervolumen de su autobiografía.
Miles de reflejos
Una autobiografía verdadera y auténtica, después de los miles de fragmentos de historias personales, de los miles de alter ego, de los miles de reflejos que Mary McCarthy, narradora, polemista, crítica, ha querido proponer a través de sus libros: desde la Meg de Los hombres de su vida (que es la historia de su primer matrimonio), hasta la Kay de El grupo (el libro del cual ella declara que menos le apetece, ya que no amaba a aquellas muchachas que lo protagonizaban, como tampoco amaba sus limitados horizontes ni sus propósitos), hasta la Rosamund de Pájaros de América, por no hablar de aquel verdadero y auténtico autorretrato que fue Recuerdos de una educación católica.
Durante la entrevista Mary McCarthy luce hermosa, serena, con un toque de coquetería: un tailleur príncipe de Gales blanco y rojo, un collar de perlas alrededor de su cuello, las medias de puntilla blanca, los mocasines que resaltan la esbeltez de sus tobillos y le proporcionan un toque infantil.
¿Éste será el primero de cuántos volúmenes? "Tres, aunque quizá puedan ser cuatro en caso de que tenga fuerza para ello, dado que le he dedicado al primero un período de apenas ocho años".
Si alguien albergase la sospecha de que este recurso autobiográfico significara un retorno a lo privado por parte de una autora que ha sido siempre eminentemente pública, incluso en los miles reflejos de su yo; si alguien pusiese en duda que este libro representa una renuncia al análisis histórico por parte de una escritora para quien la presencia del mundo exterior 3, la política han tenido siempre una gran importancia (desde su militancia radical de la década de los treinta hasta sus luchas más recientes, con ocasión de Vietnam o del Watergate), la propia Mary McCarthy se apresura a aclararlo.
"Se trata de una autobiografía intelectual, de una autobiografía de mis pensamientos, y, en consecuencia, está estrechamente relacionada con la historia de la Norteamérica contemporánea".
Pero, en realidad por la forma de hablar de su texto, How I grew parece ser, ante todo, un himno al amor por los libros. Comienza con la crónica del hambre de lectura que padecía la jovencita Mary, huérfana de padres, hospedada en un odiado convento del Sagrado Corazón, en Seattle (EE UU), y con sus tentativas de alimentarse de los resúmenes que le proporcionaba el estudio.
"Recuerdo de memoria, ya que se ha grabado en mi cabeza a fuerza de leerlo y releerlo, el primer y exclusivo capítulo de El molino sobre el Floss, con el cual llegué a posesionarme. Me refiero a la manera en que comienza la historia de Maggie y de su hermano. Así como con el primer capítulo de Jane Eyre. Y luego todos los fragmentos citados en un book of references. Se nos permitía leer también los periódicos dominicales y las publicaciones religiosas... Yo tenía hambre, un hambre literal de lecturas".
Más tarde, con esfuerzo, después del momento traumático que ella llama "la pérdida de la fe" (narrado también en Recuerdos de una educación católica), vendrá la transición al colegio público.
"Había muchachos, había deportes, había un periodiquillo escolar. Sobre todo estaban los intelectuales. Y las intelectuales". Y la formación comienza gracias a una profesora que orienta: Oscar Wilde; Mario l'Epicureo, de Pater; las poesías y los primeros escritos de Joyce antes de su Retrato de un artista adolescente.
Bombas debajo de casa
Desde hace años, Mary McCarthy vive en París, junto a Jim West, su cuarto marido, un ex diplomático, en una pequeña casa de la Rue de Rennes, entre sus habituales montañas de libros y sin televisor. "En realidad, había un televisor, un viejo Sony en blanco y negro, grande como un reloj de pared, en el cual funcionaba un solo canal. Lo habíamos comprado hacía ya muchos años para ver el torneo de Wimbledon y las apariciones de De Gaulle por televisión. De este último yo no tenía un gran concepto como hombre político, pero visto a través de la pequeña pantalla resultaba un fantástico showman".
"Si ponen algo verdaderamente importante bajamos a casa de la portera o vamos a la de algún amigo. Con consecuencias extrañas: como aquella vez que nos encontramos, para ver a Sadat que hablaba en la Knesset, en casa de Ernmanuelle, quiero decir de Sylvia Kristel, sobre una pantalla de televisión tan grande como una pared".
Ella, quien durante un tiempo estuviera tan à la page, ahora prefiere ignorar las modas literarias y los fenómenos culturales explosivos. Pregunta: %Pero, quién es?", cuando se le habla de la nueva estrella, David Leavitt. Recomienda a pocos y a muy selectos contemporáneos, como es el caso de William Gaddise y el de Diane Johnson por su Persian nights, al cual considera uno de los más bellos libros de los últimos años, "tan árido y tan bien escrito".
Se confiesa feliz de haber aprendido a cambiar las ideas: sobre todo de haber cambiado la idea que tenia acerca del comunismo, que tanto la apasionó durante la década de los treinta. Menos segura se siente de ser feliz con lo que ella llama todavía "la pérdida de la fe". Y si se le pregunta cuál es la imagen que tiene de sí misma, en ese caso no existen dudas: "Yo soy la Mary McCarthy de cuando tenía 30 años".
Traducción de Nelson Marra.
Estar casada
De libro en libro, de experiencia en experiencia, a los 21 años, Mary McCarthy celebra su primer matrimonio."Siempre me ha apetecido estar casada", señala, en cierto modo con ironía. "Me proporciona seguridad". Y, por cierto, el matrimonio por el cual se le ha preguntado con más insistencia es aquel que la unió al príncipe de la crítica norteamericana, Edmund Wilson. "En aquel caso fue él quien insistió en que nos casáramos. Yo le pregunté: ¿por qué no nos contentamos con convivir? Y él me respondió: gracias, yo ya lo he hecho".
"Quería un niño y lo tuvimos. He sido incluso feliz. Pero aquellos años han sido los únicos, aparte de los vividos en mi infancia, durante los cuales me sentí oprimida. No, no era porque me fatigase conciliar mi voluntad de trabajar con la existencia de mi hijo, quien actualmente tiene 44 años y ejerce como profesor de cultura eslava en Canadá", dice McCarthy. "Existían pocas virtudes en Wilson, pero siempre aceptó que hubiese una niñera que se ocupara del niño; de este modo yo he podido tanto trabajar sin traumas como disfrutar de mi hijo. Pasar junto a él muchas horas hermosas. En cambio, Wilson era un tirano en todo aquello que se refería a nuestras relaciones".
Babelia
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.