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Crítica:'ROCK'
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Viva el veneno

Kiko Veneno no se prodiga demasiado, pero siempre anda por ahí haciendo algo, tramando, experimentando, exprimiendo la imaginación y persiguiendo la belleza. Su anterior actuación en Madrid se efectuó en la Casa de Campo bajo un diluvio que dispersó a sus seguidores. Pero él está acostumbrado a luchar contra los elementos. Eso sí, para que nadie se confunda deja bien claro en una canción a qué estirpe de combatientes pertenece: "Yo lucho, y después siempre me ducho".Kiko ha llegado para inocular en su entorno veneno, risas y ternura. Si no fuera por los venenos, a estas horas estábamos todos muertos, porque ya se sabe que el veneno también es una medicina. Es un artista de fronteras. Se le han olvidado todas las oraciones y se ha convertido en un pequeño salvaje. Pero si todos los salvajes fueran como él, éste se ría el mejor de los mundos posibles y también el más divertido.

Kiko Veneno

Guitarra, Andrés. Bajo, Jesús. Batería, Tato. Teclados, Chano. Coros, Las Venenas. Rock Club. Madrid, 11 y 12 de diciembre.

Durante todo el concierto, a los asistentes no se les quita el ritmo del cuerpo ni la sonrisa de la cara, sonrisa que a veces deriva en carcajada. Kiko Veneno torea a la vida con la distancia del humor que inunda su alma. uce canas resultonas, tiene toda la pinta de tahúr del Misisipí, de vividor simpático y corrosivo al que de vez en vez le da la cosa tierna y declara con pasión: "Seré mecánico por ti". Estos efluvios de amor sólo pueden partir de un ser que sabe reírse de sí mismo. Tampoco es ajeno a la melancolía y canta que se ha pasado la vida "esperando en una esquina". Y ésta es una buena definición de su persona, de su talante, de su paciencia, de su vitalidad. Los que andan por las esquinas conocen muy bien a la gente y sabe hablar en el idioma de los mortales. Quizá se le nota un algo de esa soledad que lucen los precursores, los que van por delante. Kiko no canta a los muertos ni a la muerte por una razón inapelable: "Me gustan más los vivos". Pero no es ajeno a la metafísica, el muy pirata: cada cual llena su vida con lo que ve; pero tocar, tocar, tocar, no puede.

Y de repente sale la Martirio como un clavel reventón y allí se organiza una algarabía que para sí quisiera Fellini en sus sueños. Y salen Las Venenas, dos chicas abirmetadas, saltarinas, lolitas. El Kiko persigue a la Martirio, la Martirio persigue al Kiko, Las Venenas lo celebran con el duduá. Y entre todos desarrollan una de las teorías más serias acerca del amor: "Si tú no fueras tan americana, yo no sería tan ruso... Si tú no me hubieras agredido con el mueble bar, yo no te habría tirado la cómoda".

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