_
_
_
_
_

El 'bunker' de la Europa del Este se crece

Los reveses de los reformistas, aprovechados por los comunistas ortodoxos

Las fuerzas más reacias a cambios políticos sustanciales en los países socialistas están, al menos de momento, de enhorabuena. La caída del jefe del partido comunista en Moscú, Boris Eltsin, a causa de su "exceso de celo renovador" parece haberse interpretado en diversos países del este de Europa como una señal de que los consevadores, burócratas y adversarios de la perestroika no sólo pueden evitar su marginación política, sino recuperar la iniciativa.

Los reveses de los reformistas son aprovechados para una ofensiva ortodoxa que intenta presentar las crecientes dificultades económicas, la caída del nivel de vida y mayores exigencias en el trabajo como producto de la nueva política. Con acciones intimidatorias de la policía política, cuyas direcciones en el Este son parte del bloque inmovilista, están, mostrando los límites que los comunistas conservadores quieren imponer a la renovación. Las expectativas creadas por Mijail Garbachov entre la población de todos los países del Este plantean ya serios peligros para estos grupos, que temen una inestabilidad que acabe poniendo en duda el papel dirigente de los comunistas.Vanos acontecimientos de las últimas semanas en el este de Europa avalan esta impresión. En Rumanía, donde el presidente Nicolae Ceaucescu no sólo no aplica la renovación en el sentido gorbachoviano sino la condena expresamente, las revueltas se deben más a la desesperación que a esperanzas despertadas por una política soviética de la que poco o nada sabe la población.

En Polonia, la política reformista del presidente Wojciech Jaruzelski sufre un durísimo revés al no ser confirmada en el referéndum del pasado 29 de noviembre. Las fuerzas ortodoxas del partido han sentido tanta satisfacción por ello como los amplios sectores de la población que se niegan a conceder al general credibilidad alguna. "Esto es lo que pasa cuando se intentan aplicar mecanismos ajenos a nuestro sistema", ha comentado más de uno ante el fiasco de Jaruzelski, uno de los pocos dirigentes del Este que se ha comprometido con la nueva política del Kremlin.

En Bulgaria, los cortes de energía y exigencias de mayor calidad y disciplina en la producción también suministran argumentos a las fuerzas que dicen que "antes se vivía mejor". En Checoslovaquia y en la República Democrática Alemana (RDA) se alternan los gestos y discursos reformistas con acciones policiales contra la disidencia. En Praga avanza ya una generación competente de gente joven no comprometida con la pimavera del 68 y su represión, con sed de viento fresco, efectividad y veracidad, pese a las zancadillas de los viejos inmovilistas.

En la RDA, la dirección del partido comunista (SED) ha demostrado no estar dispuesta a tolerar que la reestructuración en la URSS ponga en duda su gestión política y económica y su plena autoridad. Kurt Hager, secretario del comité central responsable de propaganda, ya advirtió que "el hecho de que un vecino [la URSS] empapele su casa no nos obliga a hacer lo mismo". El viernes de la pasada semana hubo una nueva advertencia, esta vez no retórica. El régimen desaté una amplia acción policial contra activistas religiosos en Berlín Este y otras ciudades para demostrar quién sigue mandando y que las iglesias, sobre todo la evangélica, que cada vez acogen bajo su protección a más jóvenes descontentos o automarginados en el socialismo, debe frenar la escalada reivindicativa.

En diversas ciudades de la RDA la policía ha obligado a retirar fotos de Gorbachov con velas ardiendo, puestas en las ventanas de sus casas por familias que han visto denegadas sus solicitudes de emigración.

Únete a EL PAÍS para seguir toda la actualidad y leer sin límites.
Suscríbete

Dos alianzas opuestas

Dos alianzas opuestas se han creado en la comunidad socialista. Por un lado se perfila el curioso eje entre el país más avanzado, la RDA, y el más retrasado, Rumanía. Por distintas razones, Erich Honecker y Nicolae Ceaucescu se han erigido en los mas decididos adversarios de los cambios. En una reciente visita a Bucarest de Honecker, los máximos dirigentes emitieron un comunicado calificado por medios soviéticos como "la declaración de los sordos", en el que se ignora por completo a la URSS y su nueva política.

Por el otro lado, Jaruzelski y el dirigente húngaro Janos Kadar han formado una pareja de apoyo abierto a la política de Gorbachov y sus consecuencias tanto en sus propios países como en las relaciones entre los Estados socialistas. En la reciente cumbre del Consejo de Ayuda Mutua Económica (CAME) ya funcionaron estas alianzas, con Hungría y Polonia pidiendo una rápida aceleración de la integración económica y Rumanía y la RDA bloqueándola.

La clase dirigente en los aparatos comunistas en el este de Europa teme, con razón, una desestabilización de su poder de profundizarse en la vía encauzada por Gorbachov. Parte de la población teme una reacción pendular hacia una nueva represión de la crítica y paralización de las reformas como las habidas tras la era Jruschov. Se recuerda que tras el XX Congreso del Partido Comunista de la URSS (PCUS), con la condena del estalinismo, se produjeron las sangrientas crisis de Polonia y Hungría y comenzó una larga época de inmovilismo. Otros, sin embargo, piensan que el proceso ahora en marcha es irreversible y se debe a la incapacidad del sistema comunista existente de afrontar el reto de la nueva revolución industrial o tecnológica y su impotencia para controlar los nuevos medios de información y comunicación. Éstos, muchos de ellos comunistas, piensan con Gorbachov que "el mayor peligro no está en la reforma, sino en su no realización".

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_