El sobrino de José María Sert escribe la segunda biografía sobre el muralista catalán
El pintor catalán José María Sert se instaló en París en 1899, cuando tenía 25 años. Amigo de Proust, Colette, Valéry, Gide y Cocteau, entre otros, fue un reconocido muralista que pintó desde la catedral de Vic hasta un palacio de Rockefeller. Francisco de Sert, sobrino del artista y también conde, estima que tanto la obra como la trayectoria personal del pintor, fallecido en 1945, es desconocida. Por esa razón ha escrito el libro El mundo de José María Sert, publicado por la editorial Anagrama, la segunda biografía del artista.
La presentación del libro coincide con la exposición José María Sert: la pintura como espacio transfigurado, que se presenta actualmente en el palacio Velázquez de Madrid y que se inaugurará en Barcelona el próximo mes de marzo. El libro es, además, la segunda biografía sobre el artista catalán. La primera la escribieron conjuntamente Alberto del Castillo y Alexandre Cirici-Pellicer.Francisco de Sert presenta a su tío como un joven atraído por la pintura que había renunciado a continuar en el próspero negocio familiar de los Sert: una empresa pionera en la manufactura textil de Cataluña que Benito Pérez Galdós describió en su obra Fortunata y Jacinta. Sert abandonó Barcelona cuando tenía 25 años y se fue a vivir a París, en aquel tiempo ciudad artística e intelectualmente modernista que preparaba la Exposición Universal, el boom del art nouveau. Sert, sin embargo, desdefló la vida bohemia de Montmartre y se instaló en un lujoso edificio que fue, a la vez, su taller, y donde empezó a configurar su sistema de trabajo en equipo, próximo a los pintores del Renacimiento y del Barroco, pero sin despreciar las técnicas modernas.
Sert alcanzó un rápido éxito en París. El primer trabajo que realizó fueron las pinturas para el comedor del pabellón del Art Nouveau de la Exposición Universal; tardó menos de un mes y medio en finalizar la obra. Ésta consistía en un revestimiento de pared formado por lienzos de fondo azul con Pomona, Pan y Baco como protagonistas.
En 1900, su amigo el canónigo Torras i Bages le encargó pintar la catedral de Vic. Siete años más tarde expuso en el Salón de Otoño de París los primeros lienzos de la catedral, pintados a base de tonalidades claras y luminosas, que tenían como tema principal escenas de la apoteosis de la vida militante y triunfalista de la iglesia enlazadas entre sí por medio de escenas bíblicas.
7.000 metros cuadrados
Al tiempo que realizaba el trabajo para la catedral, Sert recibió numerosos encargos de los aristócratas de la época. Rockefeller, Thyssen y la princesa Polignac, entre otros. También decoró la sala del consejo del palacio de la Sociedad de Naciones de Ginebra, el salón de crónicas del Ayuntamiento de Barcelona y la iglesia de San Telmo de San Sebastián. Para los primeros encargos utilizaba pintura festiva y colorista, mientras que para la iglesia y el Estado, para los que desarrolló una obra en la mayoría de las veces de paleta restringida, empleaba tonos oros y sepias, con algún toque de bermellón. El total de la producción del artista sobrepasó los 7.000 metros cuadrados de pintura.El mundo de José María Sert describe también las vivencias personales de Sert. Analiza su relación con diversos intelectuales de la época, como Colette, Dalí, Picasso, Proust, Cocteau, Gide y Valéry. El libro narra asimismo la relación del pintor con las mujeres. Desde su enamora miento por Laura Albéniz, hija del compositor, hasta su matrimonio con Misia Godebskaba, protectora de Ravel y considerada como la musa mimada de la vanguardia parisiense.
El 21 de julio de 1936, tres días después del inicio de la guerra, ardió la catedral de Vic. Sert conoció la noticia desde París y quedó conmocionado. En 1937 viajó a Burgos para negociar la reconstrucción de la catedral. Fue detenido y condenado a muerte, pero Ramón Serrano Súñer le salvó y le prometió la reconstrucción, trabajo que el artista finalizó en 1945, año en el que murió en Barcelona.
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