Tres actores en carne viva
Uno de los rasgos profundos de la historia del western consiste, en palabras que sólo rozan la complejidad y la hondura del asunto, en la conversión de los modelos originales -rígidos, como todos los ritos- de este tipo de películas en un lenguaje universal y abierto, transferible desde los antiguos tiempos, lugares e historias del viejo Oeste a la representación de otros asuntos relativos a otros tiempos, otros lugares y otros argumentos.The misfits -o, en su equívoco título español, Vidas rebeldes- es una de las más notables incursiones del espíritu del antiguo cine del Oeste en historias, individuos y situaciones de distinta época y, sobre todo, diseñados en distinta clave poética. El guionista, Arthur Miller, y el director, John Huston, depositaron en las secas y apasionantes imágenes de Vidas rebeldes -fotografiadas en un prodigioso ejercicio de rescate del blanco y el negro como colores primordiales del cine- a unos despojos en carne viva de la vida de mediados de este siglo, y de ellos extrajeron un juego de signos altamente precisos y bellos acerca del eterno poema de la caza, de la desesperación y del arrojamiento del hombre fuera de la historia, constantes todas ellas del viejo western, que aquí adquirieron una poderosa y directa referencia a la contemporaneidad.
Vidas rebeldes
Dirección: John Huston. Guión: Arthur Miller. Fotografía: Russell Metty. Música: Alex North. Producción: United Artists. Estadounidense, 1961. Intérpretes: Marilyn Monroe, Clark Gable, Montgornery Clift, Eli Wallach, Thelma Ritter, Kevin MacCarthy. Estreno en Madrid: cine Alexandra.
La película es una estremecedora mezcla de dolor y vitalidad, de violencia y delicadeza, de dureza y fragilidad, que la paciencia y humildad de Arthur Miller y de John Huston hicieron posible, al dejar a los actores ser los protagonistas, en sentido absoluto, de la obra, y en cierto modo sus verdaderos autores. Modificaron diálogos, inventaron situaciones, matiza ron casi la totalidad de las escritas, revisaron cada réplica, en función de quienes la interpretaban, y así lograron extrae de Marilyn Monroe, Clark Gable y Montgomery Clift -no tanto de Eli Wallach, que se aparta del trío y hace una creación diferenciada, casi en contrapunto con sus compañeros de reparto- las fibras más amargas de sus por entonces amargas vidas.
Marilyn Monroe, Montgomery Clift y Clark Gable eran cuando rodaron Vidas rebeldes, tres espectros de sí mismos tres condenados a muerte y, en lo que respecta a los dos primeros, también a ese macabro adorno adicional de la muerte que sobreviene en los alrededores de la locura. Y todo esto está allí, materialmente, visiblemente, formando parte sustancial de las imágenes, en la médula de esta irrepetible película.
Fue Vidas rebeldes el último filme que interpretaron. Clark Gable -que cayó fulminada por un infarto pocos meses después- y Marilyn Monroe -que, en estado fantasmal, sobrevivió casi un año a este terrible ensayo de su tragedia personal-, y uno de los que abrieron el camino del último infierno a la existencia de Montgomeri Clift. Y se nota.
De ahí proviene el extraña clima enfermizo que emana de Vidas rebeldes del juego de estos grandes de la pantalla: esa aludida situación de encontrarse en carne viva, atrapados por un destino personal sin el menor resquicio para una salida optimista. En especial Marilin Monroe, que se encontraba durante el rodaje del filme en situación crítica, hasta el punto de que hubo que interrumpir para que la actriz efectuara una cura psiquiátrica, lleva a cabo aquí su interpretación más conmovedora y la que -debió probablemente al conocimiento que de ella tenía su marido, el guionista del filme- más no acerca a las claves de su tragedia personal.
Babelia
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