El pulso español
LA CAIDA de las cotizaciones en todas las bolsas del mundo ha acaparado la atención de manera casi exclusiva a lo largo de las últimas semanas, relegando a un segundo plano los demás indicadores económicos y, en España, la discusión parlamentaria de las enmiendas a la totalidad de la ley de Presupuestos para 1988, de la que puede decirse todo salvo que fuera brillante. Incomprensiblemente, el Gobierno y la oposición se enzarzaron en un diálogo de sordos en el que se llegó a rozar el insulto personal, con poco provecho para los contribuyentes y para el análisis de los problemas a los que tiene que hacer frente el país.De momento, el pulso de la economía española sigue siendo bueno. Los últimos indicadores conocidos, aunque no excesivamente favorables, tampoco indican que se planteen desequilibrios serios en el corto plazo. Así el índice de precios al consumo correspondiente al mes de septiembre fue más elevado de lo que se esperaba, pero el aumento se debió esencialmente al crecimiento de los precios de los productos alimenticios, cuya tasa anual estaba situada en un nivel muy bajo (el 3%) y estuvo afectada por factores estacionales adversos. Si no se toma al pie de la letra el objetivo oficial del 5% a finales de diciembre, es razonable pensar que los precios se comportarán de aquí a fin de año más o menos como estaba previsto.
En cuanto al comercio exterior, los resultados del mes de septiembre pueden ser interpretados de distintas formas puesto que aumentaron fuertemente tanto las importaciones como las exportaciones. El incremento de las importaciones confirma la tesis de la pujanza de la demanda interior, mientras que el aumento de las exportaciones podría anunciar el final del largo período de estancamiento de las mismas. Se trata de un resultado provisional y habrá que esperar algunos meses para ver si se confirma la tendencia. En cualquier caso, el presente año se cerrará con un excedente de la balanza por cuenta corriente y será en 1988 cuando aparezca un déficit que no debería ser de dimensiones preocupantes.
En conjunto, la economía española está creciendo a una tasa que puede estimarse en tomo al 4%, lo cual equivale al doble de la tasa registrada en Europa y a algo más de la de Estados Unidos. El problema que se plantea no afecta al crecimiento de este año, sino al del que viene y, sobre todo, al otro. La crisis en los mercados bursátiles va a tener unos efectos recesivos sobre el crecimiento económico mundial que, aunque todo el mundo estime que serán limitados, amenazan con reducir el débil crecimiento previsto de las economías occidentales. Estados Unidos deberá corregir su desequilibrio exterior a un ritmo mayor que el actual si es que quiere que el mundo conserve su confianza en el dólar, y Europa no parece capaz, o al menos no lo ha sido hasta ahora, de sustituir a Estados Unidos como motor del crecimiento. En cuanto a Japón, tampoco parece probable que cambie de la noche a la mañana el comportamiento de una población que prefiere el ahorro al consumo y la frugalidad al gasto. En estas condiciones resulta aventurado prever una demanda exterior pujante para nuestros productos, por lo que será necesario realizar un esfuerzo considerable de productividad para poder seguir exportando.
Aunque estos problemas no se harán sentir antes de la segunda mitad del año próximo, la política económica debe pensarse desde ahora en función de ellos y el debate sobre las enmiendas a la totalidad del Presupuesto habría sido una excelente ocasión para discutirlos. La realidad ha sido muy otra y se ha perdido una excelente oportunidad para ilustrar a la opinión pública sobre la política económica del Gobierno y las posibles alternativas a la misma.
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