UGT y EL PAIS
En un editorial publicado el 5 de octubre por EL PAÍS puede, leerse un llamativo pro(diag)nóstico psíquico nada menos que: de una central sindical, abocada, según se dice, a inminente y severa patología. La docta represión editorialesca trae a colación la experiencia británica de los años setenta, de la que ofrece una valoración sencillamente idéntica a la expelida por el presidente González en su última sesión de catequesis por televisión; esto es, toda una exhibición de simplismo acrítico y sectario.Por la brevedad que requiere la circunstancia, habrá que remitirse en este punto a testimonios serios.
Tampoco cabe, literalmente, comentar las acusaciones que en unas pocas líneas (lo que tiene su mérito) se hacen a ese sindicato, y que son, entre otras, las siguientes: actitud bastante irresponsable, malabarismo,
agravios ominosos a otros colectivos laborales, deslizamiento hacia el corporativismo, desatención de los intereses generales, insolidaridad con los desempleados y con los jóvenes, reyertas personales, oportunismo electoral, actitud cada vez más errática, compadreo para forzar acuerdos, etcétera.La único que quizá se le pueda pedir al señor director (y al lector de esta carta si se publica) es que medite dos minutos sobre el siguiente párrafo del mencionado editorial: "Un intento de aproximación ( ... ) se frustró por la negativa de la central sindical a comprometerse a avalar la política económica del Gobierno a cambio de una participación en su definición".
La última parte de la frase es manifiestamente un chiste. En cuanto a lo anterior, cabría preguntarse: ¿qué entiende EL PAÍS que es un sindicato? Quizá usted se esté refiriendo a otros tiempos felizmente pasados.Rafael Martín.
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