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Las contradicciones del 'destape' en México

El programa modernizador del candidato presidencial, Carlos Salinas de Gortari, choca con su designación a dedo

La designación de Carlos Salinas, de 39 años, como candidato del Partido Revolucionario Institucional (PRI) a la presidencia de México deja al descubierto la contradicción entre el programa modernizador y de renovación nacional del hasta ahora ministro de Programación y Presupuesto y el mecanismo de destape, producto del dedazo, es decir, la decisión soberana del presidente para escoger a su sucesor. Un humorista mexicano se ha mofado del dedazo con una comparación cargada de cinismo resignado: "Al Papa lo elige el colegio cardenalicio. Al secretario general del partido comunista soviético lo elige el Politburó. Al presidente de México lo elige el dedo de su antecesor".

Frente a este sistema del dedazo surgió hace 14 meses, en el seno del PRI, la llamada Corriente Democrática, que exigía la apertura del registro electoral y campaña proselitista de los precandidatos dentro del partido. El sistema reaccionó con una operación de cirugía estética o la aplicación de la máxima "hagamos que todo cambie para que todo siga como está". El PRI designó seis precandidatos, que comparecieron en público ante la dirección del partido para exponer su programa. Por primera vez había aspirantes, nombrados oficialmente, y no los clásicos tapados. No hubo apertura del registro para los aspirantes y sólo se inscribió al final a Salinas, después del destape del domingo 4 de octubre.

Desfile de modelos

La comparecencia de los seis ante la dirección del PRI se calificó irónicamente como desfile de modelos. Los seis leyeron su papel y no hubo preguntas ni el más mínimo debate. Curiosamente, tuvieron que mostrar sus encantos de forma más abierta ante los hombres de negocios mexicanos que ante la dirección del PRI, que, al menos en teoría, está llamada a escoger a su precandidato.

Ante un exclusivo club de los más grandes representantes del capital mexicano, los seis, a puerta cerrada, respondieron extensamente a las preguntas y dudas de los hombres del dinero. Los tres sectores del PRI -obrero, campesino y popular- no tuvieron la posibilidad de interrogar a los precandidatos. Después de la comparecencia, en la última quincena de agosto, los precandidatos quedaron reducidos a la condición de eunucos políticos y no volvieron a abrir la boca, condenados a una total abstinencia de proselitismo político, al menos abierto, en las filas del PRI. Septiembre trajo el espectáculo de la guerra sorda, las zancadillas y pataditas por debajo de la mesa. Fue la hora de los augures y hermeneutas de la política mexicana y, sobre todo, del silencio de los que estaban llamados a hablar, los políticos del PRI. Temerosos de manifestarse a favor de un precandidato perdedor y quedarse sin chamba (trabajo), los priístas callaron como muertos, en espera de la hora del destape, cuando la cargada de los búfalos se pone en movimiento, para expresar la adhesión al bueno, abrazarlo, salir a su lado en la foto y decirle aquello de "licenciado, yo siempre estuve con usted".

Ni siquiera minutos antes del destape los priístas de a pie, los acarreados del bocadillo, el refresco y "unos pesitos", se atrevían a manifestar su preferencia por alguno de los seis. Esperaban la salida de humo blanco para corear el nombre de el bueno. Eran convidados de piedra en la ceremonia del destape, una especie de extras encargados de hacer bulto en el mitin de adhesión al destapado. El intento de guardar las formas y dar la sensación de que la selección la hace el partido y no el presidente en ejercicio resultó como querer tapar el sol con un dedo. Todo el tinglado del dedazo quedó al descubierto con rasgos incluso tragicómicos.

En el momento del destape, el domingo 4 de octubre, aparecieron de pronto pancartas en las que se había escrito apresuradamente el nombre de Salinas.

Un avispado fabricante había calculado que con siete espacios había hueco para incluir en camisetas y pancartas los nombres de cualquiera de los seis que saliese destapado. Sólo el apellido del secretario de Gobernación, Bartlett, tenía ocho letras, pero con un truco tipográfico se podía encajar en siete espacios.

Periódicos plagados

Los periódicos del lunes se plagaron de páginas con anuncios a toda plana en los que se expresaba adhesión a Salinas. Algunos de estos anuncios dejaban ver que habían sido redactados previamente y se había añadido a última hora el nombre de Salinas, que salió un poco torcido.

El sainete alcanzó su punto culminante con el falso destape de uno de los precandidatos, el procurador general de la República, Sergio García Ramírez. Muchos políticos, en su prisa por ser los primeros, hicieron declaraciones a la Prensa en las que cantaban las glorias del falso destapado y expresaban su adhesión "a la mejor selección que podía haber hecho el partido".

Cuando se comprobó el error, los mismos políticos andaban a la caza de los periodistas a quienes habían hecho declaraciones prematuras para decirles: "Oye, mano, por favor, cambia el nombre, pones el de Salinas y el resto de lo que dije lo dejas como estaba".

El triunfante Salinas, según la versión oficial, conoció la decisión del PRI cuando llegaron los dirigentes a su casa en la mañana del domingo.

Momentos antes del destape, un funcionario priísta comentaba al corresponsal de EL PAÍS en México que "ésta será la última vez que esto se puede hacer así. El país no lo resistirá una vez más". Sin embargo, momentos después, los acarreados prestaban sus gargantas para corear el nombre del nuevo destapado.

Su cabeza es una computadora

Se atribuyen a Salinas cualidades de genio por su inteligencia privilegiada, y se dice que "su cabeza es una computadora". Su genialidad no llega al extremo de poder escribir, en medio de los achuchones y vítores, un discurso de 35 minutos en el trayecto que va desde su casa, en el sur del Distrito Federal, hasta la sede del PRI, en el centro de la calle de Insurgentes.Cuando le tocó su turno en el mitin, Salinas no se molestó en disimular. Sacó del bolsillo sus cuartillas y leyó tranquilamente durante 35 minutos lo que estaba preparado desde bastante antes de que los dirigentes del PRI le anunciaran que los tres sectores del partido le habían escogido como candidato a la Presidencia. La escenificación ha irritado a los comentaristas críticos de la política mexicana.

Carlos Pereyra escribió en La Jornada, sobre el destape, que "la opinión pública asistió atónita a una comedia de equivocaciones que, en circustancias de mínimo respeto a los militantes del partido oficial, debiera ser aclarada de manera inequívoca". Se refiere el comentarista al falso destape de García Ramírez.

El profesor universitario Luis Javier Garrido escribió en el mismo periódico que "la candidatura (de Salinas) constituyó un triunfo del presidencialismo mexicano y un signo de que el partido del Estado ha quedado reducido a un membrete: es cada vez más el partido del Presidente de la República, y éste lo maneja de manera patrimonialista para servir tanto a sus intereses de grupo como a los de las fuerzas transnacionales".

Farsa

En Excelsior, Adrián Lajous, que pronosticó desde hace meses que el bueno era Salinas, y no ocultó sus preferencias por él, escribe que el incidente del falso destape "dio mentís a la farsa de que el candidato era escogido por un proceso de auscultación entre la base o los militantes del PRI. Fue evidente que no hay ni base ni militantes y que menos se consulta". Con una referencia histórica, Lajous escribe que "El PRI, entonces PNR (Partido Nacional Revolucionario), empezó su vida activa en 1930 robándole las elecciones a Vasconcelos. Volvió a hacer lo mismo con Almazán 10 años más tarde. Lo ha hecho incontables veces en el caso de gobernadores, legisladores y presidentes municipales. Con estos antecedentes, es un milagro inexplicable que gane en la mayoría de las ocasiones, como seguramente va a pasar en las presidenciales".

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