Fuerza y sabor
La compañía de Alvin Ailey conectó perfectamente con el público madrileño, que se entusiasmó -como casi todos los públicos del mundo- con Revelations, el montaje que el célebre coreógrafo negro hizo de una serie de spirituals en 1960 y que no ha podido quitar de los carteles desde entonces.Alley ha sabido integrar algunos ritmos y movimientos tradicionales de la cultura negra americana en la danza teatral convencional y ha creado un estilo que, aunque bastante alejado del auténtico folclor afroamericano, guarda fuerza y sabor.
Revelations comienza como una ilustración de los ejercicios más elementales -que son también muy bellos- de la modern dance, con cuyos grandes maestros (Graham, Humprey, Weidman). Alvin Ailey completó su formación en los años cincuenta, después de haber formado parte de la compañía de Lester Horton, como Bella Lewitzky, cuyo grupo se pudo ver aquí la semana pasada. Estos maestros lucharon contra la frivolidad del ballet clásico decadente, tratando de recuperar lo que de rito religioso y de comunicación con el más allá hay en el origen de la danza. Este enfoque está en el centro de Revelations, y se acopla bien con los cantos de iglesia en que se apoya (aunque las versiones, excesivamente orquestadas, le quiten desde el principio recogimiento y autenticidad).
Alvin Ailey American Dance Theatre
Niht creature (Ailey / Eflington), Cry (Ailey / Contrane, Nyro, Griffin), Bad blood (Dove / Anderson), Revelations (Ailey / Tradicional). Director: Alvin Ailey. Palacio de Congresos. Madrid, 14 de octubre.
Al lado de la producción más reciente de Ailey, como el Night creature, de 1975, sobre música de Duke Ellington, que se presentó en la primera parte, se comprueba que Revelations no ha sido superada y que el estilo Ailey requiere urgentes inyecciones de autenticidad folclórica o de inventiva coreográfica para no caer en el amaneramiento y la decadencia, que asoman ya con claridad y que son siempre el peligro de las compañías de éxito seguro como ésta.
Inventiva coreográfica, en este primer programa presentado en el marco del festival de otoño, lo proporciona con creces Bad blood, del coreógrafo Ulysses Dove, que fue miembro de la compañía de Ailey y trabajó también en los años setenta con Merce Cunningham. Dove es uno de los jóvenes coreógrafos en alza, de quien hace años se vio en Madrid alguna pieza corta montada por el grupo experimental de la Ópera de París y que es solicitado ahora por muchas grandes compañías. La coreografía de Bad blood -tensa, dura, técnicamente implacable, bien trabada y con una carga emocional poco frecuente en los jóvenes americanos- proporciona excelentes momentos a los bailarines de Ailey, que dejan de lado la auto complacencia y se crecen en los duros y expresivos giros y encadenamientos de Dove.
Cry -el grito de la mujer negra- como todo solo inmortalizado por un gran intérprete, sufre de las comparaciones. René Robinson es buena bailarina, especialmente tierna en algunos momentos, pero tiene que luchar contra la legenda y el recuerdo de Judith Jamison.
Babelia
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