El penúltimo vals
El cuarteto folclórico John Herald and the Blue Grass abrió la larga velada con canciones tradicionales y propias con banjo, bandolina o violín, con instrumentos acústicos no apoyados por percusión alguna. Son músicos artesanos que cuidan de sus sonidos campestres, blueseros, con la nota refinada del violín de Caroline Dutton.Un número mayor de espectadores pudo asistir al recital tejano-mexicano de Joe King Carrasco y los Coronas. Las canciones joviales, rockero-pachangueras, del saltarín, gritón y travieso King Carrasco, que no cesó de exclamar "¡Auh, auh!" ni de parlotear en hispanglis, no llegaron a entusiasmar. Y eso que lo intentó. Saltó del escenario distante al foro y se mezcló entre los asistentes. Cantó melodías en plan ranchero (Lets go to Mexico), ideológico (Tequila y revolución) o clásico (96 tears, en una versión algo deteriorada).
Segundo Festival Country
Actuaciones de John Herald and the Blue Grass (36 minutos), Joe King Carrasco and the Coronas (79 minutos), Mason Ruffner (87 minutos), Doctor John (19 minutos) y The Band con Doctor John (98 minutos). Auditorio del Parque de Atracciones de Madrid, 9 de octubre.
La sorpresa de la noche fue Mason Ruffner, un monstruo virtuoso, enérgico, auténtico y espectacular, un guitarrista extraordinario, hijo de los grandes sonidos sureños del blues hermanado con el rock and roll, acompañado de una banda apropiada a su medida. Presentó una canción estilo Luisiana y gritó: "Esto es blues, chicos".
Se ha elogiado su rico repertorio de ritmo infatigable, su corazón ardiente, que repercute en la intensidad y dureza de su sonido, y su destreza para tocar la guitarra, hábil y fervoroso en todas las posturas -escurre el slide (cuello metálico) por las cuerdas con la mano por encima del mástil-, incluso con los dientes, con la bota campera o con el instrumento a sus espaldas. Y es elegante.
Doctor John, en solitario, precedió a la deseada The Band. Este veterano Mae Rebennack preparó con sabiduría al personal, que aguantaba la caída de la lluvia en un ritmo paralelo al de los dedos sobre las teclas del piano. El chaparrón creció y no paró en todo el concierto de Rick Danko y su band, una exhibición de leyenda parecida a la figura del Búfalo Bill de Robert Altman, por ese empeño de preservar para el mundo del espectáculo un nombre mítico y su fama en una época posterior.
Fue un recital de solera, con temas inolvidables -It makes no difference, Up on cripple creek, Stagefright, life is a carnival o la última, The weight, coreada por todos los que allí quedaban-, que finalmente prueban que Rick Danko, una voz ronca desgastada de tanta carretera, no puede vivir lejos del escenario.
Al final, todos los artistas del festival se despidieron a compás de rhythm and blues.
Babelia
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