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La Generalitat decepciona a 23 japoneses

Una delegación nipona comprueba las deficiencias de un colegio 'modélico'

Fina Serrat, directora de la escuela pública Ramón y Cajal, de Terrassa, pasó el martes por uno de los peores momentos desde que ocupa el cargo. Su escuela recibió la visita de 23 profesores japoneses enviados por el Ministerio de Educación nipón, ante la propaganda realizada por la Generalitat, para analizar los avances pedagógicos experimentados en Cataluña. La delegación halló sorpresas, pero no precisamente pedagógicas, sino por el deficiente estado de un colegio con escasas dotaciones y abundantes deficiencias.

La visita había sido concertada por la Generalitat a solicitud de los japoneses, quienes habían mostrado su interés específico por la ciudad de Terrassa, que, según las informaciones que habían recibido en su país, era una de las más preocupadas por la innovación pedagógica. (Jordi Pujol, presidente de la Generalitat, efectuó un viaje publicitario a Japón en el verano de 1985). La delegación había recorrido diversos países europeos en los que se desarrollan planes piloto de innovación pedagógica.Los 23 japoneses recorrieron el recinto y tomaron nota puntual de cuanto observaban, incluidos los frecuentes desconchados de las paredes o las sillas rotas.

En su recorrido pudieron ver la novedad de las dos pizarras que ha podido comprar la escuela este curso, que constituyen la reequipación para este año que permite la dotación de apenas 500.000 pesetas para la renovación y reparación del material que usan 600 alumnos. El resto de las pizarras está a punto de cumplir su tercera década en activo. Tras la visita, japoneses y dirección tuvieron un cambio de impresiones en una pequeña sala a cuyo mobiliario hubo que añadir sillas de otras dependencias, entre ellas alguna procedente de los cursos inferiores, a juzgar por el tamaño.

El intercambio de opiniones sobre el funcionamiento de la escuela fue fructífero y los profesores nipones tuvieron oportunidad de aclarar, gracias al traductor que les acompañaba, la gran cantidad de dudas que habían acumulado sobre el funcionamiento de la escuela, mientras uno de los maestros vigilaba que no se cerrase la puerta de la sala para evitar el peligro de que, por un defecto del pomo, quedasen encerrados indefinidamente. El diálogo entre las partes reveló que no sólo los orientales fueron los sorprendidos.

Los japoneses intentaron disimular su estupor ante el hecho de que la dirección del centro estuviera en manos de una mujer.

Los japoneses preguntaron si los padres podían plantear algún tipo de censura al equipo directivo, si existían planes de estudio y hasta si se permitía a los niños que utilizaran los lavabos en las horas lectivas.

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Comentarios sin traducción

Cuando los japoneses se interesaron por cómo se garantizaba la atención médica a los seis centenares de niños escolarizados, la respuesta azorada de la directora -"bueno, yo misma u otro profesor podemos llevarlos en nuestros coches a un dispensarlo en caso de accidente o enfermedad"- generó comentarios en japonés que no se tradujeron.La ausencia de un profesor de inglés y la falta de ventilación del centro también fueron detalles puntualmente anotados en las libretas de observación. Finalmente, la visita se dio por concluida y el responsable de la delegación pidió, a modo de despedida cordial, que el traductor subrayara que habían comprobado que los niños catalanes eran "muy abiertos y simpáticos".

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