Planta canora
En 1960, Roger Corman ya dirigió una pequeña película basada en la obra teatral homónima. Entonces se trataba de una producción modesta. En 1987 el filme se ha convertido en un musical, quiere ganarse sus propios espectadores, y si su coste, muy elevado, le proporciona la posibilidad de servirse de buenos y conocidos profesionales, ese mismo presupuesto también le pide adaptarse a las exigencias del mercado. Por ejemplo, el final con que se ha estrenado la película difiere tanto del de la obra de teatro como del inicialmente rodado por Frank Oz y desautorizado tras una preview.Es decir, que los protagonistas ya no mueren devorados por Audrey, la planta carnívora y canora, sino que gozan del clásico final feliz, con matrimonio y nuevo hogar incluidos.
La tienda de los horrores
Director: Frank Oz. Intérpretes: Rick Moranis, Ellen Greene, Vincent Gardenia, Steve Martin y James Belushi. Guión: Howard Ashman, basado en la comedia musical escrita por él mismo. Música: Alan Menken. Estadounidense, 1987. Estreno en cines Novedades, Cid Campeador, Luna y Palacio de la Música.
Como comedia musical, La tienda de los horrores es difícilmente clasificable. Se trata de una obra cómica, casi siempre abiertamente paródica, en la que se dan la mano la vida cotidiana y la ficción científica. Exceptuando el primero de sus números, que sí responde a las convenciones del musical clásico y está rodado de manera coreográfica, el resto son cantables en la línea de los musicales de los años cincuenta o sesenta. Dos de ellos, el dedicado a convertirse en himno al hogar y el de presentación del dentista, son antológicos y están estupendamente interpretados por Ellen Greene y Steve Martin. Ella es, junto con la planta que tiene la voz de Levi Stubbs, del grupo Four Tops, la verdadera estrella de la función. Su personaje de Kim Novak tonta, reprimida y de barrio es una auténtica creación cómica, logrando dar una imagen divertidísima de una mujer que sueña con un ideal hecho de lavadoras y televisión en familia para reprimir una sexualidad peculiar. Rick Moranis es la alternativa matrimonial, mientras que Steve Martin encarna la opción sadomasoquista, siempre vestido de cuero, dispuesto a torturar a sus pacientes con extracciones sin anestesia y sirviéndose de un instrumental que hubiera hecho las delicias de un ínquisidor.
Tal y como acostumbra a suceder con obras en clave paródica, ésta funciona de manera un tanto sincopada, alternando secuencias magníficas con otras en las que pesa la obligatoriedad narrativa. Es la lógica de la comicidad de este tipo, que destruye la capacidad hipnótica o de identificación que lleva aparejado el relato. La película procura superar esto con su buen acabado técnico y con las sorpresas que proporciona la planta, que alterna el soul y el rock para expresar sus sangrientos deseos. Frank Oz, que tiene tras de sí una larga experiencia con los muppets de Jim Henson, logra en buena medida que la planta vaya no sólo devorando personajes, sino también adueñándose de la pantalla.
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