Un objeto de modernidad
La tendencia en el uso del sistema video en España, en su vertiente creativa y como medio de información y comunicación, es similar a la experimentada en otros países europeos. Su historia está articulada a la implicación de otros sectores profesionales y de las administraciones públicas: si bien el instrumento es él mismo, existen ciertas diferencias cuando se observa su evolución.
Al vídeo-arte, con claras conexiones en sus inicios con las artes plásticas, se han incorporado en los años ochenta jóvenes provenientes de la técnica del vídeo del mismo medio, obteniendo paulatinamente un apoyo institucional iniciado en el festival de vídeo de San Sebastián, y generalizado en todo el territorio español mediante muestras y festivales. Esta faceta de exhibición se ha visto ampliada en financiación a la producción provenientes del sector público a través de ayudas y becas.
La proliferación de pequeñas empresas de vídeo independiente ha supuesto el paso de un vídeo arte puro y duro a uno más comercial. La posibilidad de emisión de productos vídeo por las cadenas televisivas está creando las condiciones para un aumento sustantivo de productos y de su circulación. El vídeo creación se está preparando para entrar en el mercado audiovisual, lo cual enlaza con la apertura que las televisiones están dando a los realizadores de vídeo. Prueba de ello es el programa internacional Time-Code, en el que están presentes cadenas de televisión culturales y centros de arte (Televisión Española y Centro Reina Sofia, en el caso español), la serie Nueva creación en las viejas ciudades europeas, coproducida por Rompeolas y Ente Público Radiotelevisión Madrid (Comunidad Autónoma de Madrid) con la Radiotelevisión y la Federación de Cine y Audiovisuales portuguesas, el Ayuntamiento de Turín, RAI 3, o el mismo Plan Media de la Comunidad Económica Europea.
Una vida más penosa
Mientras, el vídeo, considerado como medio de comunicación y dinamización social de la vida local, ha tenido una vida más penosa. A finales de los setenta, la transición democrática, el auge de los movimientos sociales urbanos y la propia revolución tecnológica posibilitaron considerar al vídeo como un instrumento alternativo de los modelos institucionales de la comunicación audiovisual, en los cuales lo local estaba ausente. La experiencia de Vídeo Nou-Servei de Vídeo Comunitari (1977-1984) permitió constatar las posibilidades de este medio en el campo social, al mismo tiempo que era obvia la necesidad de una implicación institucional de una forma más comprometida que la que requiere el video creación.
Aunque lentamente el vídeo se ha introducido en las administraciones locales, lo ha hecho sin existir una política audiovisual definida —de la misma forma que tampoco existe una política de información y comunicación local-—. Todo ello, pensando en el vídeo como producto final y olvidando la modalidad de vídeo animación y participación. Los debates sobre el vídeo institucional se han sucedido e incluso han sido propiciados por la Administración central, autonómica y local. Ello no ha contribuido en demasía a evitar que sean una minoría los defensores del incremento de la densidad comunicativa y la participación de otros agentes que los tradicionales en sus procesos de producción y difusión. Parece como si los poderes públicos viesen el sistema video más como un objeto de modernidad que como un medio de comunicación social.
Maite Martínez, economista y urbanista, ha realizado numerosos trabajos de investigación sobre el vídeo.
Babelia
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