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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

El hiperpartido de Europa

EL LLAMADO III Encuentro de Jávea, concentración en la que intelectuales y políticos socialistas debaten anualmente sus problemas, se clausuró ayer con el lanzamiento de un plan espectacular: la creación del Partido Socialista Federal Europeo. El gerente de esta idea ha sido el vicepresidente del Gobierno, Alfonso Guerra, y aunque sea prematuro para él y sus colaboradores ofrecer pormenores sobre el proyecto, la previsión es que funcione en el mismo año de la celebración del V Centenario.Para los promotores de este superpartido, acaso inspirado en la fecunda y matriz idea de la federalización total, el nuevo constructo vendría a cubrir la necesidad de hacer frente a la nociva extensión de las ideas neoconservadoras. Porque, en opinión de José Félix Tezanos, coordinador de las jornadas de Jávea, las actuales instituciones unitarias de los socialistas europeos, tales como el Grupo Parlamentario Socialista o la Unión de Partidos Socialistas Europeos, no se han mostrado influyentes sobre la opinión pública. El Partido Socialista Federal Europeo, por el contrario, operaría al modo del ya futuro partido socialista español -muy imbricado socialmente, tal como se trata de diseñar en Jávea- y con la ventaja de multiimplantarse en versión francesa, alemana, italiana, danesa, etcétera. Todo ello en perfecta coherencia con el talante de multinacionalidad que conviene hoy a la realidad económica, cultural, social, militar y política posindustriales.

De los encuentros en Jávea, cada vez que han tenido lugar, se han deducido dos impresiones no incompatibles. La primera es que su celebración tendía a cumplir un fin litúrgico. La segunda es que respondía a una situación agónica. En el sentido litúrgico, los debates de Jávea, con militantes o con surtido mixto, con censura o sin censura, con Alfonso Guerra siempre, han pretendido realizar una función de revestimiento, una misión inspirada en el pudor. Porque, arropado de éxitos electorales, el PSOE se mostraba cada vez más desnudo de ideología. De hecho, si se observa el transcurrir de los años socialistas, es verificable la relación inversa entre hacer por conservar el programa del partido en el poder o hacer por conservar el poder del partido. El poder ha sido conservado, pero al cabo en ese glorioso empeño las ropas programáticas y sus forros han ido deshaciéndose en jirones. Jávea era una invocación para cubrir lo que parte del partido y parte de los ugetistas consideraban una obscenidad ideológica. Y ello daba pie a una reunión que bien o mal, en los buenos tiempos de la holgada mayoría absoluta y el interesado interés por la concordia, se saldaba como una liturgia.

Pero hay más. Aparte de esta función simbólica, Jávea ha sido el signo de que los socialistas españoles, como los de otras partes, eran conscientes de la urgencia en revisar críticamente lo que el propio Alfonso Guerra llama las "viejas citas del socialismo". El debate está abierto en toda la sociedad occidental y se extiende incluso al esfuerzo por reencontrar los elementos diferenciadores de lo que se llamaría una política de izquierdas. ¿Izquierdas? ¿Derechas? La sociedad que ha quedado configurada tras las dos últimas décadas es incluso capaz de poner en cuestión el nítido contenido de tales atributos. Pero además la misma dinámica de la crisis, acompañada de una profunda transformación de los modos de producción y las formas de poder, ha puesto en cuestión la antigua idea de clase y sus formas -sindicales o no- de lucha.

En los temas protagonistas de Jávea III se ha insistido preferentemente en la necesidad de rescatar la idea de un contrato social. Una concertación social (¿entre obreros, patronos y gobernantes?, ¿entre todo el mundo?) o algo por el estilo. Efectivamente, nadie tiene muy claro lo que puede hacerse, y es explicable que no lo tenga. El otro aspecto de los encuentros de Jávea, el aspecto agónico, da cuenta de esta realidad fundamental. Las modificaciones materiales o "estructurales" en terminología marxista han sido tan trastornadoras que han envejecido o empequeñecido los revestimientos ideológicos. Un cuadro teórico y conceptual ha saltado en pedazos y sigue desarticulado. De esta manera incluso el proyecto de un futuro -condición indispensable para movilizar a las masas- ha sido descalificado por un inesperado y prematuro presente. Los socialistas de Jávea transmiten impresión de confusión e impotencia muy acorde con la patología política general. Harían bien en ser simplemente humanos. Se vuelven, sin embargo, ridículos cuando con la aspiración de buscar un buen colofón para la venta tratan de mostrarse científicos, optimistas, y encima paladines, coincidiendo con los Juegos Olímpicos de 1992, del hiperpartido de Europa.

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