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Los negocios de los Borletti

El conde Ferdinando Borletti, copropietario y dirigente de la empresa de armamentos Valsella Mecanoteccnica, abandonó la cárcel de La Spezia el pasado 14 de marzo, donde permaneció 10 días detenido por orden del magistrado Augusto Lama. Al salir de prisión, Borletti se enfrentó a una nube de periodistas, pero ni por un instante perdió la serenidad. Junto a él abandonó la prisión su hijo Giovanni.

El episodio vivido estos días por los Borletti no es el más triste de su historia familiar. Los propios Borletti se han encargado de recordar un trágico accidente acaecido en la Navidad de 1918, cuando los grandes almacenes de Milán de su propiedad, La Rinascente, ardieron por los cuatro costados.El abuelo Borletti ayudó personalmente a los bomberos a apagar el fuego. Cuando por la mañana llegó a su casa, con lágrimas en los ojos anunció a sus hijos: "La Rinascente ha ardido. Mañana la reconstruiremos". Dos años más tarde La Rinascente volvía a abrir sus puertas.

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Los Borletti eran ya entonces una conocida familia milanesa que había logrado un destacado lugar dentro del mundo de la industria a través de la Femminille Lombarde, una fábrica de despertadores con la que intentaba romper el monopolio de los suizos y alemanes. Durante la Gran Guerra, los Borletti se habían dedicado a construir espoletas de bombas, iniciándose así en el sector del comercio de las armas.

Las actividades comerciales de los Borletti no siempre han girado en torno a los grandes almacenes o los relojes, y hay también otros capítulos importantes, como la fabricación de máquinas de coser o su participación en industrias relacionadas con la electricidad, el petróleo, los textiles o las armas.

Como en los viejos tiempos, pero ahora con una orden de libertad provisional en el bolsillo, el conde Borletti anunció a la puerta de la cárcel de La Spezia que volvería a levantar la fábrica de armas y que resurgiría por encima de las infamias que le implicaban en el comercio ilícito de minas. Después, con un gesto enérgico apartó a los periodistas, abrió la puerta del coche, se acomodó en el asiento trasero y dio orden al chófer de conducir a toda velocidad.

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