Toreros enfermeros
EMILIO MARTINEZ, Algunos de los diestros situados en los puestos altos del escalafón están pluriempleados. Son toreros y enfermeros, porque los animalitos que lidian, es un decir, son pequeños, débiles y con sórdida pinta enfermiza. Teóricamente deben torearlos, cuidarlos y mimarlos para que no se les caigan, teóricamente. En la práctica, ni lo uno ni lo otro logran.
Los toritos-cabritas de Cuadri, pertenecen a la estirpe de los enfermizos. Niño de la Capea y Manzanares, a la de los enfermeros. Cualquier excusa es idónea para que los animalitos rueden por los suelos. Por ejemplo, el tropiezo con la raya de los picadores. El desarrollo de estos simulacros de fiesta permite, al menos, a los aficionados, el derrochar ampliamente su creatividad insultona.
Cuadri / Manzanares, Niño de la Capea, J
A. CampuzanoCinco toros de Celestino Cuadri y quinto de El Sierro, pequeños, inválidos y noblotes. Manzanares: silencio; pitos. Niño de la Capea: ovación; bronca. José Antonio Campuzano: oreja; ovación. Plaza de Albacete, 15 de septiembre. Octava corrida de feria.
Los albacetenses no se quedaron atrás. Destinatarios de sus alabanzas eran Niño de la Capea, Manzanares, el presidente, y los empresarios Camará-Pedrés. A los toreros enfermeros poco parece importarles toda esta parafernalia. Ellos se dedican a lo suyo: intentar pegar pases a troche y moche. Manzanares hasta se puso pesado con el rabón que abrió plaza, el más enanito. Cuando el público mandó parar a la banda de música, salió de su prosopopeya afligida y pseudoelegante. El cuarto saltó al ruedo muy ufano y altanero. Pronto le dio un vahído y comenzó a caerse. El fino toreo alicantino le aburrió tanto como a los espectadores. Para redondear su excelente tarde, plena de honradez profesional, mató de un descarado bajonazo.
Niño de la Capea se lució en las bellas verónicas de recibo al segundo, que cerró con una media desmayá. Después pegó mantazos enganchados. Al sobrero de El Sierro, escurrido y famélico, le macheteó hasta descomponerlo y le arreó otro bajonazo.
Campuzano anduvo fácil y suelto con estas babosillas. Trabajó y a veces logró algunos naturales largos y mandones en el tercero. Quería repetir la Jugada en el último, pero su catadura impresentable impidió que transmitiera al cotarro. Campuzano tuvo vergüenza. torera y profesionalidad. Eso en tiempos de enfermeros es importante.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.