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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Palabras, tiros y bombas

EL DESPIADADO asesinato de otras tres personas en las últimas horas parece confirmar el monocorde lenguaje del terrorismo etarra, sea como respuesta a la desarticulación de su comando en Barcelona, sea como un paso proyectado de antemano para marcar el talante de su entendimiento de la negociación.La detención del comando Barcelona, considerado responsable de la muerte de 24 seres humanos, constituyó un importante éxito de la policía española. Los datos conocidos sobre la investigación que condujo al apresamiento de dicho comando indican una profesionalidad digna de elogio. Y ahora es más evidente que las críticas que otras determinadas acciones de las fuerzas de seguridad suscitan no responden a ningún intento de abrumar a las autoridades con reproches, sino al ejercicio de la misión de toda Prensa libre de velar por un desempeño democrático del poder. Las detenciones de Barcelona demuestran que cuando se actúa con inteligencia y diligencia es posible obtener éxitos apoyados en la colaboración ciudadana, sin que se vean empañados por irregularidades policiales, abusos de la ley o enfrentamientos entre instituciones.

Por lo demás, la historia demuestra lo fácil que es matar. Tres o cuatro personas emboscadas en una gran ciudad bastan para producir matanzas como la de Hipercor con tal de conducirse con suficiente sangre fría y desprecio para la vida de sus semejantes. El mito que presentaba al activista como un representante anónimo de la población, en cuyo seno se movería como pez en el agua, demostró hace tiempo su falta de consistencia. El asesinato de un guardia civil en Bilbao y de otros dos en Gernika en las últimas horas, acciones mediante las cuales ETA ha colocado el acento que faltaba a su delirante comunicado sobre la negociación, ha vuelto a poner de manifiesto que matar por la espalda o haciendo estallar un coche bomba en la calle es una actividad al alcance de aquél cuya ausencia de ideas sólo sea comparable con su carencia de escrúpulos. La pretensión de conmemorar el asesinato de Yoyes lanzando cinco artefactos mortíferos contra el cuartel de la localidad natal de la antigua activista el mismo día en que se cumple un año de aquel crimen terrible revela que, una vez en marcha, la máquina de matar funciona con ciego automatismo.

Compuesto de dos únicos signos -matar y no matar-, el mensaje de ETA lo mismo puede interpretarse como una confirmación de su rechazo del diálogo que como un intento de hacer saber que quiere forzar las cosas para iniciar una negociación. Si se trata de lo segundo, alguien debería informar a los jefes del terrorismo que cada nuevo acto de crueldad de ETA se recibe como una bofetada a la voluntad cívica de hallar vías que permitan sustituir las balas y los coches bomba por un diálogo racional y se traduce en un obstáculo adicional a la negociación.

Pero tampoco invitan al optimismo respecto a ésta algunos pronunciamientos de líderes del nacionalismo democrático. No se entiende que Ardanza aproveche las expectativas creadas para echar más leña al fuego afirmando que no cree posible un abandono de las armas a cambio de indultos generalizados, o que Garaikoetxea tercie en el debate desacreditando el principal cauce de convivencia con que cuentan hoy los vascos, el estatuto por ellos refrendado, considerándolo "arruinado". Interferencias y contradicciones que, a su vez, ponen de relieve la necesidad de que el Gobierno central asocie más estrechamente a las fuerzas políticas de Euskadi sus iniciativas en favor de soluciones pacíficas al drama vasco.

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