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El difícil equilibrio de Pakistán en el Golfo

El régimen de Zia Ul-Haq intenta convivir con Washington, Teherán y los Estados árabes

La creciente crisis del golfo Pérsico ha llegado a tal punto que podría arrastrar a los países musulmanes no árabes de la estratégica región. Pakistán es especialmente vulnerable, e Islamabad se enfrenta a su más grave crisis de política exterior desde la guerra de Bangladesh, en 1970, que supuso la secesión de la parte oriental del país. La funambulesca actuación que lleva a cabo Pakistán tratando de equilibrar sus relaciones con Teherán y los Estados árabes del Golfo desde que comenzó la guerra entre Irán e Irak, hace ahora siete años, está entrando en una etapa peligrosa.

El régimen del presidente Zia Ul-Haq ha suministrado a Irán grandes cantidades de productos alimenticios para su hambrienta población, y munición para armamento ligero, especialmente para el fusil automático G-3, que es el arma normal de la infantería del Ejército iraní. A pesar de las constantes presiones de Arabia Saudí para romper esos vínculos, el presidente Zia se ha negado a hacerlo, en gran medida a causa de la militante minoría shií pro Jomeini existente en Pakistán, que constituye entre el 15% y el 20% de su población. Los shiíes de Pakistán han dado al régimen militar sus peores quebraderos de cabeza desde 1980.Al mismo tiempo, Pakistán mantiene estrechos lazos económicos y políticos con los Estados del Golfo: medio millón de inmigrantes paquistaníes trabajan en esos países, enviando a su patria las tan necesitadas divisas. Y desde 1965 Pakistán también ha desempeñado un papel clave en el entrenamiento de los inexpertos ejércitos árabes del Golfo, a los que presta también ayuda militar directa. En la actualidad tiene al menos dos divisiones de infantería estacionadas en Arabia Saudí para proteger a la familia real y los campos petrolíferos de este país. Otros 220.000 paquistaníes, pilotos, marinos y técnicos, prestan sus servicios en los ejércitos de todos los Estados del Golfo. La mayoría son transferidos desde Pakistán por un plazo de dos años, mientras que los demás son oficiales retirados contratados por los ejércitos del Golfo.

Para Islamabad, el dilema es ahora muy grave. Si el personal paquistaní se ve envuelto en combates como consecuencia de los ataques iraníes sobre los navíos de guerra o los aviones de combate de los Estados del Golfo, Teherán no dudaría en dar rienda suelta a los shiíes de Pakistán contra el régimen de Zia. Los estrechos vínculos de Islamabad con el Comando Central de Estados Unidos (CENTCOM) y la Agencia Central de Inteligencia estadounidense (CIA), que utilizan el territorio paquistaní como canal para el suministro de armas a las guerrillas afganas, también es mal visto por Teherán.

Diplomáticos paquistaníes confiesan que todavía está por elaborar una respuesta para el caso de una escalada en la guerra del Golfo. Abdul Sattar, ministro de Asuntos Exteriores de Pakistán, se ha pasado los últimos dos meses yendo y viniendo entre Teherán y los Estados del Golfo para "explorar las posibilidades de un posible papel mediador de Pakistán entre Irán e Irak", según un diplomático. Ha vuelto con las manos vacías, pero el principal propósito de este ir y venir era calmar los temores iraníes de un compromiso paquistaní con el lado árabe.

Nuevo partido shií

Teherán no ha estado perdiendo el tiempo. El mes pasado se creó en Pakistán un nuevo partido shií, Therik-e-Figra-Jafri. Jóvenes militantes que en el mitin de dicho partido celebrado el mes de julio en Lahore gritaban eslóganes contra Estados Unidos explicaron que muchos de ellos habían hecho unos cursos de tres meses en la universidad de Qom, en Irán, en los que se les enseñó la ley shií y se les dio entrenamiento militar. En el mes de junio, los guardias revolucionarios iraníes lanzaron bombas contra las casas de los grupos iraníes de la oposición con base en Karachi y Quetta. Islamabad respondió deteniendo a otros iraníes de la oposición y, según los periodistas de Karachi, dejando en libertad a los guardias revolucionarios, algunos de los cuales habían sido detenidos cuando intentaban volver a Irán. El enfrentamiento entre pathanes shiíes y suníes que tuvo lugar a lo largo de toda una semana cerca de la frontera con Afganistán ha aumentado también la tensión shií-suní apenas iniciado el sagrado mes shií de muharram (el primer mes del año islámico).Ahora que Estados Unidos va desplegando cada vez más navíos en el Golfo, se espera que el CENTCOM pida a Pakistán la ampliación de sus instalaciones en la base naval de Karachi, el puerto de mayor tamaño de la región. Para alejar el peligro de una reacción iraní, Islamabad ha dicho ya privadamente a Washington que no sería bien recibida la visita de los navíos del CENTCOM prevista para finales de este mes. Sin embargo, Estados Unidos tiene a Pakistán en estos momentos con el agua al cuello a causa de la suspensión por tres meses de la ayuda estadounidense, después de que, recientemente, los paquistaníes fueron sorprendidos cuando intentaban exportar materiales del programa nuclear de Pakistán procedentes de aquel país. Pakistán no puede permitirse rechazar una petición directa estadounidense de ayuda en el Golfo, pero la aceptación de la misma sólo conduciría a encolerizar aún más a los iraníes.

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Afganistán y la India

Otro de los dilemas de la política exterior de Pakistán es el relacionado con Afganistán y la India, países con los que las relaciones siguen siendo tensas. Se ha producido una renovación de los combates en la región del glaciar de Saichin, en Cachemira, y Rajiv Gandhi podría aumentar la tensión si empeorase la crisis en el Punjab. La India ha acusado frecuentemente a Pakistán de ayudar a los terroristas sijs, lo que niega este país.La ofensiva de paz de Gorbachov en la cuestión afgana y el claro deseo soviético de retirar sus tropas de Afganistán, han encontrado escasa respuesta por parte de Islamabad. Las conversaciones de Ginebra sobre Afganistán, bajo el patrocinio de la ONU, han perdido interés, al tiempo que Estados Unidos ha intensificado la guerra en el interior de Afganistán suministrando más armas a las guerrillas afganas, y los soviéticos han respondido con grandes ofensivas militares contra éstas. Mientras tanto, a medida que la guerra salpica a Pakistán a través de las explosiones de bombas, de la venta de armas y heroína, y ahora de la participación directa de la guerrilla de Afganistán en la política de la región fronteriza, Zia se enfrenta en el interior a una gran presión pública para solucionar la cuestión afgana.

"Nuestra vulnerabilidad se ha multiplicado por 100", afirmó un alto funcionario paquistaní. "Todas nuestras fronteras se ven amenazadas y la inestabilidad interna nos hace más difícil preparar una respuesta coherente para el caso de que haga explosión la crisis del Golfo", añadió.

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