_
_
_
_
_

Doce años después

Españoles indiferentes pasan cada día ante la estatua ecuestre del dictador Francisco Franco en una concurrida avenida de Madrid. Una bandera hecha trizas y una corona de flores marchitas permanecen como ofrendas de nostálgicos seguidores del fascismo. Una tácita complicidad nacional entre 38 millones de españoles más que un afán de desquite ayudó a restaurar la democracia en una transición extraordinariamente pacífica. En junio de 1977, tres cuartas partes del electorado votaron por primera vez. Era como abandonar un internado autoritario para encontrarnos en la calle a nuestro aire. De todas formas, uno puede encontrar en la calle no sólo las maravillas rutilantes del progreso, sino también horrores tales como droga, crimen, terrorismo y paro en proporciones desconocidas anteriormente.Una nueva generación nacida en los años cincuenta, sin electricidad ni agua corriente, madura en los ochenta con ordenadores y satélites. En 30 años España ha salido del Tercer Mundo para entrar en el primero. Pero tenemos algo que sigue pendiente: nuestra relación de amor-odio con EE UU. El trato de república bananera que Washington dio a la España de Franco no ha cambiado con la democracia. Las relaciones se han enfriado por la negociación para la reducción de tropas de EE UU que permanecen en España, un recuerdo del pecado original de haber apoyado la dictadura de Franco.

16 de agosto

Cuando un tema da mucho que hablar, lee todo lo que haya que decir.
Suscríbete aquí

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_