El precio del placer
Pasadas en estricta sobriedad las crisis de los años setenta, el decenio que ahora vivimos era considerado hasta ahora como el del realismo, el del rigor en la gestión, máxima erigida en estilo de vida a la moda.Pero se han acabado esas visiones uniformizadoras: los franceses se apegan al crédito. El consumo se mantiene gracias a un endeudamiento que se incrementa en medio de un ambiente de paradójica y chocante despreocupación.
Más allá de la explicación simplista, a saber, el crédito permite mantener un nivel de vida que estaba rebajado por el estancamiento de los ingresos; hay en este fenómeno más de un misterio y más de un problema. Desde hace algunos años hay un tabú que ha desaparecido en Francia, al menos en lo que respecta al dinero y a los comportamientos a que da lugar.
En las cuestiones que, en otro tiempo, se consideraban de familia, el endeudamiento sólo podía ser el último recurso, tristemente reservado a los necesitados. Pero los tiempos han cambiado. Hoy, vivir endeudado es un estilo de vida, un modo más de gestión patrimonial como otro cualquiera.
Este endeudamiento podría no ser más que el precio a pagar por la obtención de placeres inmediatos. Es un signo de los tiempos: el ahorro se agota a medida que se incrementa el consumo. Pero los costes del placer hay que pagarlos más adelante, aunque no se sepa muy bien por quién. 14 de agosto
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