Ética de Rambo
Las elecciones de 1982 se celebraron en un momento en que aún estaba muy próxima la intentona golpista del 23 de febrero de 1981. El PSOE aparecía en aquel momento como un partido sólido e inequívocamente democrático, que se presentaba además con el firme propósito de luchar por una regeneración ética de la sociedad española. Posiblemente hubo españoles que le votaron por aspectos concretos de su programa electoral -¿valdrá la pena recordar los 800.000 puestos de trabajo?-, pero otros, conscientes de que determinadas promesas resultan incumplibles, lo hicimos porque veíamos en su victoria la única posibilidad de salvar las libertades democráticas.Han pasado cinco años y, entre tanto, unas nuevas elecciones han vuelto a dar la mayoría absoluta al PSOE. Podría pensarse que quienes veíamos como fundamental y casi único objetivo salvar la democracia tenemos motivos para estar satisfechos: hace tiempo que el golpismo no parece representar una amenaza. Sin embargo, el porvenir comienza a mostrarse bajo tintes sombríos. Desde el Ejecutivo y desde el partido en el poder se ataca a los jueces y a las publicaciones que intentan esclarecer oscuras actuaciones policiales. En nombre de la lucha antiterrorista se pretende descalificar como viejos progres inadaptados a quienes piensan que en esta lucha, como en cualquier otra, sólo son éticamente válidas las estrategias que respetan escrupulosamente los derechos humanos.
En definitiva, aquellos que llegaron al poder como defensores de la democracia y de la libertad desprestigian al poder judicial, se sienten molestos con la libertad de expresión y practican una ética que, cada vez más, recuerda la de Rambo.-
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.