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Crítica:CINE / 'PRICK UP YOUR EARS'
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

La mirada divertida de la viuda

El 9 de agosto de 1967, Kenneth Halliwell mataba a martillazos a su amante dormido, el dramaturgo Joe Orton. A continuación tomó una sobredosis de barbitúricos que le causaría la muerte, no sin que antes pudiera balbucir, a modo de aclaración-: "Yo le amaba, le amaba porque le escogí para que me matase".Prick up your ears se abre con el descubrimiento de los dos cadáveres, sin que exista misterio, pero sin que nadie sepa porqué. Y ese porqué es lo que ha interesado a Frears y su guionista. En un principio pretendieron rodar un biopic desmitificador, en el que Orton era el malvado y Halliwell la víctima. Hollywood se interesó por el proyecto, pero exigía que el Orton cinematográfico perdiera su homosexualidad y pasara a ser un autor. Una segunda versión proponía una estructura muy compleja, de manera que el resultado era un montón de folios repletos de anotaciones incomprensibles. La tercera y definitiva versión está inspirada tanto en la biografía de John Lalir como en All about Eve (Eva al desnudo), de la que hereda el formidable Adisson de Witt interpretado por George Sanders y que en Prick up your ears es Vanessa Redgrave como la editora Peggy Ramsay. En ambas se busca la verdad que se oculta tras el éxito.

Prick up your ears (Ábrete de orejas)

Director: Stephen Frears.Intérpretes: Gary Oldman, Alfred Molina, Vanessa Redgrave, Wallace Shawn, Julie Walters, Jarnes Grant, Frances Barber. Guión: Alan Bennett, basado en la obra de John Lahr. Fotografía: Oliver Stapleton. Música: Stanley Myers. Británica, 1987. Estreno en cine Alphaville.

Stephen Frears, aunque haya estrenado en cines de arte y ensayo, no es lo que tópicamente se entiende por un autor. Su larga experiencia televisiva le ha dado oficio. Convivir con el docudrama y con una continua fuente de imágenes tiene sus ventajas. La cuestión del realismo, de los límites entre lo inventado y lo reconstruido, está muy clara para Frears. Además, aunque tanto ésta como su anterior película sean auténticos hitos para la comunidad gay, lo cierto es que la mirada del director es extremadamente fría, un poco burlona a veces. Orton y HalliweIl son para Frears un matrimonio más, quizá una pequeña variación sobre el conocido drama de la esposa progresivamente marginada.

Frears no condena la afición de Orton a la promiscuidad sexual. Es más, en un momento en que el puritanismo y el miedo al contagio se han aliado para que la castidad vuelva a reinar, el alegre desenfreno de Orton es atractivo. Ya no lo es tanto su simpatía y seguridad en sí mismo, ese sentirse superior que relega a HalliweIl al triste papel de pesado y gordo amante con peluquín. De la simpatía de Orton y la fealdad de HalliweIl nace la comedia; de la superioridad del dramaturgo y la sumisión de su amante surge la tragedia.

Y Prick op your ears sabe navegar entre los dos tonos, aprovechar sus estupendos protagonistas e increíbles secundarios, hacerse interesante para todos sin exigir del espectador que sepa que es Loot y Entertaining Mr. Sloane o que se sintiera decepcionado ante Doctor, quina neurosi. La fuerza del filme está en el humor con que aborda el drama de unas relaciones humanas descompensadas.

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