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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

La isla y los tamiles

EL JEFE del Gobierno indio, Rajiv Gandhi, después de una fase de tensión con el Gobierno de Sri Lanka (antiguo Ceilán), a comienzos del mes de junio -cuando abasteció por aire a los tamiles atrincherados en Jaffna, violando el espacio aéreo cingalés-, ha logrado dar un giro positivo a la situación. Su mediación entre el Gobierno de Colombo y los combatientes tamiles, que ocupan parte de la península de Jaffna, ha dado resultados importantes, aunque aún no se haya firmado un acuerdo de paz.La isla de Sri Lanka, en la que viven unos dos millones y medio de tamiles, sobre una población total de 16 millones, ha sido teatro en los últimos cuatro años de una guerra civil que ha causado 6.000 muertos y que se ha caracterizado por las matanzas en zonas rurales y por actos terroristas, dirigidos preferentemente contra civiles. Esta ola de violencia ha sido la respuesta a la negativa de las autoridades cingalesas ante las demandas de autonomía de los tamiles. Éstos representan, en el norte, el 95% de la población, y otros altos porcentajes en el este de la isla. La intransigencia del Gobierno empujó al partido tamil moderado, el TULF, a abandonar el Parlamento, mientras los partidarios de la lucha armada y de la independencia -y en particular los Tigres de la Liberación y la Organización Revolucionaria de Estudiantes- empezó a conseguir una influencia creciente entre la juventud. Como la provincia india de Tamil-Nadu está habitada por unos 50 millones de tamiles, el problema es internacional.

Hasta ahora, las propuestas no iban nunca más allá de prometer una tímida descentralización provincial, cuando los tamiles siempre han pedido una cierta autonomía real y la existencia de un Gobierno regional propio. Ahora, la mediación de Rajiv Gandhi ha desembocado en una propuesta sin precedente: crear una zona tamil, que englobaría el norte y el este de la isla, con un solo consejo provincial y un jefe de Gobierno autónomo. Esta oferta va acompañada de la promesa de reconocer el papel de la lengua tamil y la de liberar a más de 5.000 presos políticos, al tiempo que se darían facilidades para que Sri Lanka pueda acoger en el futuro a los cientos de miles de tamiles que han buscado refugio en la India en los últimos años.

Los nacionalistas tamiles todavía no han dado una respuesta definitiva a estas propuestas, pues las discusiones se trasladan ahora a su seno, entre quienes sólo quieren aceptar la independencia y los que sostienen actitudes más conciliadoras. Por otro lado, el presidente Jayawardene tiene que hacer frente a fuertes críticas de quienes, en su mismo partido, consideran excesivas esas concesiones. El Parlamento de Colombo ha aprobado el compromiso, pero siguen los antagonismos, alentados por el clero budista.

Para Rajiv Gandhi, este papel de mediador en beneficio de los tamiles puede servirle para recuperar un prestigio, ya algo quebrantado. Pero el problema tamil tiene, además, una dimensión internacional indudable. Cuando hace menos de dos meses la crisis entre la India y Sri Lanka alcanzó su punto álgido, mientras Gorbachov apoyaba la posición india, los segundos recibieron el respaldo paquistaní e, indirectamente, el chino. A la vista de la importancia estratégica de esa parte del océano Indico, cabe esperar que los esfuerzos de Gandhi y Jayawardene desemboquen en una solución pacífica duradera, que reequilibre la zona y acabe con las violencias existentes.

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