Reto, al 'dedazo' en México
La candidatura presidencial de Cuauhtémoc Cárdenas pone en entredicho al PRI
El lanzamiento de Cuauhtémoc Cárdenas como candidato presidencial, apoyado por la llamada corriente democratizadora, significa un desafio a la dirección del Partido Revolucionario Institucional (PRI) y pone en entredicho el uso consuetudinario del dedazo, que otorga al presidente de México el derecho a designar el candidato del PRI a la presidencia, lo que equivale en la práctica a nombrar sucesor. El hecho de que el PRI, con sus diferentes nombres, no haya perdido una elección presidencial, a gobernadores o senadores en los últimos 58 años convierte el destape de su candidato en la virtual designación del futuro presidente.
Tras el destape, que se espera para fines de verano o comienzos del otoño, la elección resulta un paseo para el candidato priísta. Y lo importante es el destape, porque las elecciones quedan reducidas a un rito intrascendente.Hace 11 meses asomó ante la opinión pública una corriente democratizadora que lanzó sus críticas contra la política de los técnócratas del actual Gobierno y que reclamaba democracia, interna en el PRI.
Después de diversas escaramuzas con la dirección del partido a lo largo de los últimos meses, el pasado viernes los de la corriente han dado una especie de salto cualitativo en su lucha y han proclamado a uno de sus líderes, Cuauhtémoc Cárdenas, de 53 años, ex gobernador del Estado de Michoacán, hijo del legendario presidente Lázaro Casuenas, aspirante a la presidencia. La corriente pide a la dirección del PRI que, de acuerdo con los estatutos, abra los registros electorales, para que se presenten los candidatos y se puedan desarrollar "las campañas internas de proselitismo".
La idea equivale a pedir peras al olmo, pero significa un desafío a la práctica del dedazo y ha abierto una fuerte discusión polítíca en la opinión pública mexicana.
En el aparato del PRI no cesan las voces de quienes afirman que los de la corriente "están locos" o que "sus actividades están al margen del partido". No faltan los que exigen medidas disciplinarias y la expulsión del PRI de Cárdenas y Porfirio Muñoz Ledo, los líderes más destacados de los democratizadores. Hasta ahora la dirección del PRI no se ha atrevido a expulsar de la familia revolucionaria al hijo del presidente que nacionalizó el petróleo mexicano.
Curiosamente, en el PRI los más callados sobre el tema son los inmediatamente afectados por el desafío de la corriente: el presidente Miguel de la Madrid, que, si se cumplieran las exigencias de los democratizadores, perdería el derecho al dedazo, y los tapados, el grupito de aspirantes a recibir el favor presidencial de ser designado candidato del PRI a la presidencia de México.
Papel de estadista
El presidente Miguel de la Madrid tiene que mantenerse en su papel de estadista, por encima de la lucha política cotidiana. Los tapados deben cumplir con el requisito de no manifestar interés por la designación, porque otro de los aforismos electorales dice que "el que se mueve no sale en la foto".La corriente quiere acabar con el tapadismo y reclama la apertura de las candidaturas, la discusión de programas y la elección del candidato del PRI en una convención abierta. Para dar más fuerza a sus exigencias, los seguidores, de la corriente han lanzado a Cárdenas, que se decidió a dar el paso y aceptó la condición de aspirante a candidato del PRI.
Las posibilidades que se abren a la dirección del PRI ante el hecho consumado de la precandidatura de Cárdenas abarcan desde expulsar a los líderes de la corriente hasta dar la callada por respuesta: ignorarlos y mantener la tesis de que las actividades de Cárdenas y su gente son meramente privadas y al margen del partido.
A lo largo de su historia, el PRI se ha caracterizado por su capacidad de la llamada cooptación para asimilar las disidencias. La revista crítica Proceso escribía la semana pasada que el PRI "todo lo permite, desde las torpezas y el escándalo hasta la corrupción y la delincuencia. Todo puede ser olvidado y perdonado. El único pecado que sí castiga el PRI es el de la no sumisión".
Para el historiador Lorenzo Meyer, "la decisión de los integrantes de la corriente democratizadora del PRI de lanzar su precandidato, sin la autorización presidencial, despierta las simpatías de aquellos que aprecian el coraje de quienes, en nombre de un principio, buscan alcanzar una meta imposible: hacer del PRI un verdadero partido... y hacerlo democrático".
Ni los mismos líderes de la corriente tienen claras sus opciones ni sus límites. Así lo reconoció el miércoles, Muñoz Ledo en conversacion con este periódico, cuando dijo: "No sabemos hasta dónde llega nuestra capacidad de hacer cambiar las cosas, pero desde luego tenemos la de deslegitimar procedimientos antidemocráticos". Considera Muñoz que el candidato nombrado a dedo quedará en muy mal lugar si se ignoran las exigencias planteadas por la corriente.
Muñoz Ledo, de 53 años, tiene una larga carrera de militancia en el PRI: secretario (ministro) en los Gobiernos de los presidentes Luis Echeverría y José López Portillo, presidente del PRI, y embajador de México en la ONU, también estuvo entre los tapados aspirantes a presidente en 1975.Ahora Muñoz cree que "la corriente democrátizadora significa la recuperación de los principios de la revolución mexicana y de la capacidad decisoria de las mayorías del PRI, los obreros y campesinos.
Las primeras denuncias de la corriente son contra el pago de la deuda externa y contra la política salarial. En cinco años los trabajadores perdieron la mitad de su poder adquisitivo".
Afirma Muñoz que el fin último de la corriente es cambiar el equilibrio de fuerzas en el PRI. "Los que exigen la continuidad", dice, "son Washington, los acreedores y las cúpulas empresariales unidas a la economía especulativa y los sectores que esperan beneficiarse de la reconversión industrial". Para el dirigente de la corriente, es un error afirmar que el PRI gobierna en México desde hace 58 años, porque "si se entiende por PRI a los sectores populares organizados, el PRI no está en el Gobierno, ya que la política de este Gobierno es contraria a las bases del PRI".
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