Rendidos ante la evidencia
David Bowie ya no es el impulsor de contradicciones que le elevó en la década de los setenta al trono de los elegidos de la música pop, pero su maestría permanece en muchas cosas. Su espectáculo Spider glass tour es una muestra perfecta del fenómeno Bowie, y aunque los años no pasan en balde, continúa siendo paradigma del pop que reúne en un mismo planteamiento lo musical, visual y comercial.El show de la araña de cristal, que no consiguió llenar el estadio Vicente Calderón, resulta apabullante por los elementos que entran en juego y el distanciamiento que imprime respecto al espectador. Su concepto del espectáculo se concreta en mil focos de atención, de los cuales la música es uno más y a veces no el fundamental.
Conderto de David Bowie, The Stranglers y Aviador Dro
David Bowie (voz), Peter Frampton (guitarra y voz), Carlos Alomar(guitarra), Richard Cottle (teclados), Erdal Kizilcay (teclados y saxo), Carmine Rojas (bajo) y Alan Childs (batería). Toni Basil, Melissa Hurley, Constance Marie, Victor Manoei, Spazz Atack y Stephen Nichols (bailarines).The Strangiers: Hugh Comwefl (voz y guitarra), Jean Jacques Burnell (bajo y voz), Dave Greenfield (teclados) y Jet Black (batería). Estadio Vicente Calderón. 30.000 personas. Madrid, 6 de julio.
El público queda enredado en una tela de araña cuyos hilos son tanto la voz de Bowie como su imagen, las canciones, los músicos, el baile, la escenografía, el diseño de. las luces las pantallas de vídeo y la gigantesca araña. Todo enmarcado por el signo de la perfección, donde parece imposible el error.
Ante esta avalancha de me dios y profesionalidad, la rendición incondicional quizá no sea la opción más imaginativa pero si la más cómoda. La capacidad de absorción, la faceta de Bowie-esponja necesitado de escoger entre mil músicas de avanzada los elementos más reconocibles para servir los en bandeja a un público ávido de ídolos-amalgama, y que ha sido la gran aportación de Bowie a la historia del pop, se ha concretado en un espectáculo que busca la grandiosidad, el efectismo y la variedad. Bowie ya no necesita adaptarse porque es la adaptación personificada, y como tal hay que abordarle.
Desde esta perspectiva, el espectáculo es irreprochable. Centrado en las canciones que componen sus dos últimos elepés, los recuerdos a épocas pasadas fueron casi anecdóticos y el público se las vio y deseó para aprehender lo que se le venía encima, pero acabó encantado y rendido ante la evidencia.
Como insectos bajo la gigantesca araña, músicos y bailarines ofrecieron un concierto perfecto de realización y sonido, con las pantallas de vídeo como punto de referencia para seguir algunos de los múltiples espectáculos que, dentro del show global, se sucedían constantemente y muchos de los cuales se perdieron en el limbo de lo imaginado y no percibido.
La noche de Bowie estuvo precedida por la actuación de Aviador Dro, que cumplieron bien en su tarea, a veces incomprendida, de hacer grata la espera, y de los Stranglers. El cuarteto británico ofreció una competente actuación, mostrando personalidad como compositores, calidad como músicos y habilidad para sacar el partido justo de su papel de aperitivo antes del plato fuerte.
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