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Se abre el debate

La 'perestroika' permite en la URSS la proliferación de clubes de discusión sobre el sistema

Pilar Bonet

Una amplia gama de preguntas, que va desde cómo utilizan los cheques en Occidente hasta por qué no hay más poetas rusos en los libros de texto soviéticos, surge estos días de forma febril en los numerosos clubes de debate que proliferan en Moscú, una consecuencia de la mayor tolerancia que ha dinamizado la vida intelectual de la ciudad. Estos clubes, detrás de los cuales hay grupos diversos, amparados siempre en estructuras oficiales, utilizan los locales disponibles de palacios de cultura de barriada, institutos o entidades de propaganda como la gigantesca sociedad Znanie (Conocimiento), que tiene una red de propagandistas extendida por todo el país.

Los debates, pese a su diversidad, tienen un motivo recurrente único: ¿por qué las cosas funcionan tan mal comolo hacen? En el análisis se transgreden fronteras que se mantienen en los medios de comunicación y se pone abiertamente en cuestión el sistema."Yo creo que este sistema no tiene remedio y que esta libertad de discusión que tenemos ahora y que resultaba inimaginable hace varios meses puede desaparecer en cualquier momento. Mientras dura, sin embargo, hay que aprovecharla". Quien así se expresa es Vladimir, uno de los miembros de la dirección de un floreciente club.

Varios miembros de la dirección del club debaten los problemas recién surgidos. Por ejemplo, la presencia de locos monotemáticos que aprovechan cualquier sesión para largar su rollo y la pesadez de algunos ponentes. Vladimir propone dejar tres minutos a cada intervención, pero Aleksandr opina que el mecanismo debe ser más flexible. La solución de compromiso consiste en dejar tres minutos por regla general y a los interesantes someterlos a la discreción del moderador.

En el auditorio central de la sociedad Znanie de Moscú, el problema de los pesados está teóricamente resuelto. O bien el público corta al ponente con palmadas o en el escenario comienza a funcionar el antidemagogo, una bombilla azul acompañada de un ulular intimidante.

El problema de la juventud

El fracaso del sistema se trata en los clubes desde diversos frentes. En el debate económico, como en del club Perestroika, se plantea por qué fracasaron anteriores intentos de reforma. El debate histórico del Instituto de Archivos Históricos reflexiona sobre la represión de Stalin. Si el tema es social, como el problema de la juventud tocado esta semana en el Club de Discusión de Cooperación Intercientífica, la cuestión central es la apatía de las nuevas generaciones. A quienes no tienen un tema común, el Club de Iniciativas Sociales les ha permitido mostrar sus habilidades en público. Resultado: una larguísima velada de voluntariosos jóvenes guitarra en ristre y románticos poemas aderezados con mucha ecología.El club Perestroika, que alquila un auditorio en el ZEMI (Instituto Central de Economía y Matemáticas), es uno de los más interesantes. Su dirección está formada por jóvenes graduados universitarios (economistas, sociólogos, historiadores), algunos de los cuales se tambaleaban en la frontera de la disidencia hace poco. Entre sus debates, hay uno dedicado a un polémico artículo de Gavril Popov sobre el sistema estaliniano y otro dedicado a Estados Unidos donde el auditorio preguntó a un especialista del instituto de Georgi Arbatov cómo se paga con un cheque y una tarjeta de crédito en Occidente. Estas dos modalidades de pago son desconocidas para el ciudadano soviético corriente.

La casa madre del club Perestroika, que reúne a centenares de personas, está en Leningrado, y de allí vienen periódicamente dos representantes. "En Leningrado están más organizados", dice un socio de la Perestroika moscovita. En los debates del club suele haber un representante del comité de barrio del partido, que toma notas atentamente, y hay también otros individuos no identificados que no participan en el debate, pero que también apuntan cuidadosamente. Ocasionalmente aparece un fotógrafo que dirige la cámara al auditorio, y las cámaras de una televisión soviética que no muestra después al público esos materiales, tal vez destinados a un fondo especial.

Los oradores del club comienzan a conocerse entre sí y la subida de tono de la discusión toca ya techo. Surgen propuestas concretas: la máquina fotocopiadora, el boletín de información, la publicación de las discusiones de los plenos del Comité Central, son algunas de ellas. Los clubes rivalizan por atraer a ponentes interesantes. El Club de Discusión de Cooperación Intercientífica reunió a primeros de junio a varias estrellas, como el director del semanario Novedades de Moscú y el historiados Yuri Afanasiev. Se criticó allí al KGB (Comité de Seguridad del Estado) y la corrupción.

Sexualidad y patriotismo

La sesión sobre los jóvenes, realizada el 30 de junio, llenó a tope el auditorio central de Znamia, pero decepcionó a la audiencia, entre la que se hallaban algunos miembros del Komsomol (Juventudes Comunistas) tratando de defender su parcela de control. "Que dejen el sitio libre para otras cosas", gritaba un participante. El sexólogo Igor Kon trató de explicar allí la incomprensión institucional ante la necesidad de informar sobre temas sexuales."El problema es la falta de patriotismo", exclamó un joven que se quejaba de la supuesta escasez de autores rusos en los libros de texto escolares. El joven resultó ser un miembro de Pamiat (memoria), la organización nacionalista-chovinista rusa que participa en los debates de los clubes y tiene también sus propias discusiones, llevadas con mayor discreción desde que el grupo fuera virulentamente atacado en la Prensa.

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Sobre la firma

Pilar Bonet
Es periodista y analista. Durante 34 años fue corresponsal de EL PAÍS en la URSS, Rusia y espacio postsoviético.

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