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El nombramiento de Bork para el Supremo provoca una tormenta política en EE UU

Francisco G. Basterra

Ronald Reagan ha provocado, con el nombramiento del juez conservador Robert Bork para el Tribunal Supremo, la irritación de los liberales y la esperanza de los ultras de que el aborto pueda ser declarado anticonstitucional. El presidente abre así una dura batalla política con el Senado, dominado por los demócratas y que deberá confirmar el nombramiento antes de que sea efectivo, convencido de que la designación de Bork es un instrumento para configurar un Tribunal Supremo afín a su ideología conservadora y que sucederá a su presidencia.

Con el nombramiento, el tercero de jueces del Supremo que el presidente realiza en su mandato, puede alterarse el equilibrio ideológico del más alto tribunal, de nueve magistrados, en el que hasta ahora a los conservadores les faltaba siempre un voto para inclinar a su favor las sentencias en los casos polémicos de derechos civiles y moral social. Si se ratifica el nombramiento de Bork, un jurista de mucho prestigio académico y profesional, las leyes de la nación sobre la ayuda a los colegios religiosos, los derechos de los homosexuales, la pena de muerte, la protección de las minorías, los poderes presidenciales y el aborto pueden moverse hacia la derecha.Bork, de 60 años, una imponente figura de casi dos metros de altura y 100 kilos de peso, con voz de barítono y casado con una ex monja, afirma que "la sentencia de 1973 que legalizó el aborto en Estados Unidos es inconstitucional". El pasado año, el Supremo reafirmó, por cinco votos contra cuatro, el derecho al aborto. En 1984, en una opinión judicial, Bork rechazó la afirmación de un marino de que existe un derecho constitucional a la práctica privada de la homosexualidad.

La Casa Blanca cree que la batalla política por sacar adelante la designación de Bork, en la que el presidente apelará a la ciudadanía por encima del Congreso, puede servir para restablecer su imagen, dañada por el Irangate. Si se sale con la suya, lo que es probable, habrá colocado por bastantes años la revolución Reagan en el Tribunal Supremo.

Reagan describió ayer a Bork como el "principal y más poderoso abogado intelectual de la restricción judicial", y añadió: "Comparte mi opinión de que las preferencias y los valores personales de los jueces no deben formar parte de sus interpretaciones constitucionales". El senador demócrata Edward Kennedy, miembro del comité judicial del Senado, que deberá confirmar al nuevo juez, contestó que Bork es un "extremista" y que Reagan "está tratando de imponer al Supremo su visión reaccionaria de la Constitución".

El debate es doctrinal, pero tiene un claro contenido político. Los conservadores, con el ministro de Justicia, Edwin Meese, al frente y apoyados por Reagan, aseguran que el Tribunal Supremo practica un "activismo judicial", aplicando criterios sociales y políticos personales de los jueces -la mayoría de los magistrados es simplemente moderada, no liberal- en su labor de interpretación de la Constitución.

En Bork, que fue profesor de Derecho en Yale y procurador general con el presidente Richard Nixon -es muy polémica su actuación en el cese del fiscal especial del Watergate, Archibald Cox, algo que se negó a hacer el ministro de Justicia, Elliot Richardson, que presentó su dimisión- y que hasta ahora era magistrado del Tribunal Federal de Apelaciones en Washington, Reagan ha encontrado el guante que necesitaba.

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