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Reportaje:TRAS LAS ELECCIONES DEL 10 DE JUNIO

La clave de la división canaria

CARMELO MARTÍN La corriente insularista, que ha obtenido el control de amplias parcelas de poder en Canarias, está representada por las Agrupaciones de Independientes de Canarias (AIC), cuya principal organización es la Agrupación Tinerfeña de Independientes (ATI), que el pasado día 10 se convirtió en la primera fuerza política de la isla de Tenerife, barriendo en la capital (21 concejales de 27).

Un dato que refleja la implantación de este partido es el hecho de haber logrado en esa sola circunscripción siete de los 11 parlamentarios regionales que correspondieron a AIC. En ello se basan sus adversarios para argüir que el insularismo únicamente ha triunfado en Tenerife.

El líder de esta operación política, Manuel Hermoso, elegido por tercera vez consecutiva alcalde de Santa Cruz, defiende, en contra de sus detractores, la proyección regional de los insularistas, que no considera incompatible con la idea de la autonomía. Al margen de este movimiento figuran los casos de la Asamblea Majorera, en Fuerteventura, y la Asamblea Herreña Independiente, en El Hierro, principales fuerzas en ambas islas, que no se han integrado en la citada federación de agrupaciones.

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Socialistas y comunistas tildan a los independientes de ser refugio de la derecha y de los restos de UCD, y el clima de simpatía que se respira entre la patronal tinerfeña hacia los insularistas contrasta con. la desconfianza de los sectores económicos de Gran Canaria hacia esta corriente, cuyos dirigentes se definen liberales-progresistas y nacionalistas. Este último rasgo ha provocado un trasvase de votos desde fuerzas nacionalistas más radicales hacia AIC.

Los insularistas han acusado durante cuatro años al PSOE de gobernar para una sola provincia, la de Las Palmas. El apogeo de su línea en una de las dos islas mayores, Tenerife (en la otra, Gran Canaria, no consiguió ningún diputado ni alcaldía), retrata un nuevo episodio del pleito insular surgido tras la división del archipiélago en dos provincias por Primo de Rivera, en 1927, y la existencia de dos modelos económicos diferentes (agrícola e industrial en Tenerife y comercial en Gran Canaria) con un único punto en común: el turismo.

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