De Ravel a Luis de Pablo
ENVIADO ESPECIAL, Hace medio siglo que murió Mauricio Ravel, cuya obra, tan ligada a España, no ha perdido nada de su vigencia. Esta Granada, a la que un día llegó el compositor francés invitado por su colega y amigo Manuel de Falla, intensifica en el 362 Festival la evocación de la figura de Ravel a través de sus obras principales, interpretadas por quienes fueron sus amigos y colaboradores, como Vlado Perlemuter y por quienes son sus evidentes herederos, tal Pierre Boulez.
La novedad para los granadinos ha sido La hora española, original traslación operística de un cuento de Boccaccio, dentro de un clima de auténtico encantamiento y balanceado por las cadencias de la habanera. Es cierto que el patio renacentista de Carlos V no es el lugar idóneo para una representación de este género y que la mezcolanza de grandes aparatos de relojería con la orquesta, vestida de blanco, y el juego de los actores/cantantes con sus adecuadas personificaciones no resulta del todo convincente, a pesar de la experiencia y el poder de adaptación demostrado por el director escénico, Jean-Louis Martinoty.
Obras de Ravel, Brahms y De Pablo
La hora española, de Ravel. Director escénico: J. L. Martinoty. Intérpretes: M. T. Kelers, J. P. Lafont, T. Dran, J. P. Courtis y J. Lireau. Orquesta de la Opera Có¡nica de París. Director: Marcello Panni. 19 de junio. Obras de Brahms y De Pablo. Violínista: P. Sirshhorn. Real Orquesta Filarmónica de Liverpool. Director: Libor Pesek. 20 de junio. Patio de Carlos V (Granada).
Fue excelente, y en grado sumo, la interpretación musical de la soprano Marie-Thérèse Kelers en el papel central, bien rodeada por los cuatro personajes de la historia, matizados desde lo refinado a lo grueso por el barítono Jean Philippe Lafont, el tenor Thierry Dran, el bajo bufo Jean Philippe Courtis y el tenor cómico Jacques Loreau.
Al éxito de la primera noche del festival siguió el de la presentación, el sábado, de la Real Orquesta Filarmónica de Liverpool, una formación cohesionada, de espléndidas y aterciopeladas sonoridades y con tan alto nivel en la masa de arcos como en las secciones de viento. A causa de un desgraciado accidente familiar, no estuvo a su frente el anunciado maestro sir Charles Mackerras, pero su sustitución no aminoró ni los atractivos ni la calidad interpretativa del programa.
Tonos idílicos
Libor Pesek, de Praga, nacido hace 54 años, posee gran prestigio por su labor con la Filarmónica checa y será desde el próximo mes de septiembre el titular de la Orquesta de Liverpool, con la que trabaja desde hace tiempo. Es un músico consumado, de rara sensibilidad y gran imaginación poética, que sabe juntar el rigor estilístico y el preciosismo sonoro. Su Brahms, tanto en la Segunda sinfonía como en el Concierto para Violín, tuvo más que matices, sustancialidad conmovedora. Tiende Libor Pesek hacia los tonos idílicos, lo que vino pintiparado para ese largo y entrañable canto amoroso que es la Segunda sinfonía. Impactó igualmente al auditorio el violinista de Riga Philippe Hirshhorn, formado en Leningrado y ganador del Premio Reina Isabel de Bélgica, tanto por el dominio de su técnica como por el atractivo de su estilo.Uno de los prismas más interesantes de la obra de Luis de Pablo luce con reflejos particulares en el Adagio para orquesta, escrito por encargo de Radio Nacional en 1983 para su estreno en una coproducción musical con la radio holandesa. Se trata de una suerte de íntima meditación cuyo discurso melódico, generalmente encomendado a instrumentos solistas, resuena armónica y ambientalmente en los otros grupos instrumentales. Un leve microtonalismo, que parte de pequeñas diferencias en la afinación, dota a la pieza de una rara expresividad que el autor denomina "nueva poética melódica". El éxito de la Orquesta de Liverpool y de los programas interpretados fue grande y se hicieron obligadas un par de propinas que el público reclamó con insistencia.
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