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Proveedores de ideología

Cuando la izquierda está en el poder, como inquilina de un Estado no hecho a su medida y que tampoco está en condiciones de modificar, tiene graves problemas de identidad como tal izquierda cuando debe ejercer funciones represivas dentro de la tradición cultural del Estado burgués. Como tiene también graves problemas de desabastecimiento teórico cuando ha de justificar tomas de posición en nombre de la razón de Estado que están radicalmente en contradicción con la conciencia y la cultura fundamentales de la izquierda.Tenemos constatación de ello, por ejemplo, cuando el poder ha de hacer referencia a desafíos huelguísticos o a cualquier otro tipo de presión social que pone en peligro el statu quo entre el inquilino y los caseros del Estado. Cuando un ministro de la Gobernación o del Interior de izquierda ha de justificar una represión de movilizaciones sociales recurre a un patrimonio verbal, y, por tanto, conceptual, de un ministro del Interior o de la Gobernación de la derecha más convencional. Por suerte o por desgracia, la izquierda no tiene un lenguaje represivo. Lo tiene la izquierda totalitaria que está en el poder, pero es un lenguaje descalificado para ser utilizado en el marco de una cultura y una conciencia social democrática. Es lógico, por ejemplo, y sin ánimo de señalar, que el ministro del Interior no diga nunca jamás que la contestación de Reinosa es obra de los enemigos del cambio movidos por la CIA. Esa sería la nota a publicar en Pravda. Pero malsuena que se diga que las contestaciones sociales al Gobierno socialista son causadas por los enemigos de siempre, por los nostálgicos del paraíso socialista. Eso lo decía con mayor propiedad Camilo Alonso Vega. Y empleo la palabra propiedad con el significado que tenía para Lewis Carroll cuando en Alicia en el País de las Maravillas asegura que las palabras tienen dueño.

Si malo de solucionar es elproblema del lenguaje represivo, peor aun es el de las lagunas de teoría y de su sombra, la ideología. Se vio durante el largo pleito de la OTAN, se está viendo en relación con la patata caliente del V Centenario y se acentúa la impresión de que prospera la tesis de que, el crepúsculo de las ideologías, como la ciencia, no es ni de izquierdas ni de derechas, sino una pruebade la madurez de la historia. Para cubrir esas lagunas ideológicas se ha recurrido a proveedores de ideología del poder, como en el pasado hubo pro veedores de malvasía, yemas de Santa Teresa o vodka Smimoff de la Real Casa. Se necesita un apaño ideológico para justificar la decantación bloquista del pueblo español, ¡marchando una de ideología occidentalista!Es necesario afrontar sin perder la cara la celebración del V Centenario del Imperio de Isabel y Fernando, ¡marchando una de ideología imperial democratizada y metafisiqueada.? Se comprueba la carencia de aparato ideológico propio para justificar la sumisión a la hegemonía cultural neoliberal, ¡marchando una de crítica de la razón dialéctica y defensa de la razón pragmática.'

La poquedad teórica de la cultura de la izquierda española ha hecho posible que este tipo de mercaderías se hayan practicado desde una casi absoluta impunidad. Si la charlotada -en el sentido peyorativo de una palabra dignísima- del posmodernismo a la española está originalmente condicionada por la escasa modernidad a la que sucedía, la no menor charlotada del ideologismo de 20 duros de la izquierda española ha contribuido a establecer este silencio hablado al que contribuyen los que descalifican

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toda función crítica y los que ejercen la función crítica sin un saber equivalente a lo que critican o a los que critican. Pero, con todo y ser responsables los insuficientes verbalizadores de la izquierda insuficiente, lo son mucho menos que los proveedores de la solución final de la teoría crítica. Ya no se trata siquiera de proveer al poder de las verdades que necesita para legitimarse y explicarse, sino de decretar la inutilidad de todo

saber que no sirva a las intenciones del poder. Se parte del siguiente silogismo: puesto que el poder es progresista y dispone de una perspectiva que le permite saber más que cada uno de nosotros, oponerse a ese poder es oponerse al progreso. Lo reaccionario no es ser de derechas, alternativa cautiva y desarmada, sino hacer una crítica al poder desde una supuesta e inútil izquierda sin instrumentos de modificación de la realidad.

O bien se está proclamando el final del sentido dialéctico de la historia, o se está pidiendo una prórroga. Unas veces seteoriza sobre la inutilidad de la crítica desde la sospecha o la querencia de que la historia se ha terminado y otras desde la complicidad de que- hay que conseguir un parón más o inenos largo para ponemos a la altura de deterniinados puntos de referencia, y luego ya liberaremos la foto fija, luego ya volverá a ser película. Sí se decreta el final de la historia, como Primo de Rivera decretó el final de la lucha de clases, hay que enseñar el certificado de defunción y no pactar una muerte ficticia con la complicidad de mayorías parlamentarias absolutas. Me parece un intento más poético, y, por tanto, trágico y estético, que pedirle una prórroga a la realidad. Y en cuanto a jugar a lo uno y a lo otro, eso ya es abusar del personal e inculcar un cierto pluriempleo ideologízador a los proveedores.

Entre las nuevas tipologías intelectuales creadas porla transición, el proveedor de ideología tiene el indudable mérito de haberse hecho a sí mismo y de haberse hecho necesario con una notable visión de la coyuntura. Desde una antigua concepción de la función del intelectual (antigua relativamente, porque hasta hace dos días, como quien dice, los intelectuales aún llevaban casacas de criados), el oficio de proveedor de ideología tiene más que ver con la sastrería que con el desvelantiento de verdades relativas o de errores decrecientes. Nadie pretende que la historia se detenga esperando la. sanción de la crítica, sino, al contrario, que se mueve activada por la sanción de la crítica. Cuando la derecha ha sido dueña de los mecanismos de la historia ha habido que oponerle la presión social en todas sus formas. Era previsible que la izquierda en el poder asumiera la función de la crítica y que viera en la presión social una prueba de su propio fracaso, no del fracaso de la sociedad. No ha sido así. No es así. Y por lo visto y oído, los proveedores de ideología aconsejan al poder que se dé por incomprendido, no que se dé por enterado.

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