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Crítica:CINE / 'STOP MAKING SENSE'
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

La busca de la libertad mediante el paroxismo

Nueve intérpretes de música pop, los Talking Heads, apoyados en la sombra por una decena de técnicos, se van encaramando uno tras de otro en el escenario de un teatro y comienzan a actuar en el sentido absoluto del término: cantan, saltan, se quejan, susurran, gritan, danzan, se contorsionan, estallan de gozo, ponen los movimientos de sus cuerpos en conexión eléctrica con los vaivenes de sus estados de ánimo.Ésta, tan sólo ésta, es la materia donde indagan en Stop making sense media docena de cámaras orientadas por la imaginación de un cineasta llamado Jonathan Demme, director de un buen filme recientemente estrenado en Madrid, El eslabón del Niágara, que aparentemente está en las antípodas de éste, pero sólo aparentemente.

Stop making sense

Dirección: Jonathan Demme. Música: Talking Heads. Fotografia: Jordan Cronenweth. Cámaras: Chevalier, Eisenberg, Hammerschmdt, Jensen, Marquette y Seaman. Escenografia: David Byrne. Montaje: Lisa Day. Producción norteamericana, 1983. Actúan: David Byrne y el grupo Talking Heads. Estreno en Alphaville. Madrid.

Lo que en este segundo filme es pura elaboración, en Stop making sense resulta ser improvisación igualmente pura. Y, sin embargo, hay en tan absoluta disparidad una intensa identidad: en ambas películas la creación y el desarrollo secuencial de las imágenes discurre por los mismos caminos lógicos, crece sobre los mismos procesos del análisis de una crispación. Si en El eslabón del Niágara se trataba de la crispación de una ficción, en Stop making sense estamos ante la crispación de un suceso.

El filme tiene, como todos los genuinos conciertos de música rock, una disposición ritual de sus elementos. El espectáculo rock tiene resonancias de ceremonias teatrales extinguidas, cuando menos en el tipo de relación que en ellas se entabla entre escenario y sala: la idea de participación en grado extremo, la apropiación por la masa espectadora de los ritmos interiores del espectáculo y su escalada, a través de estos ritmos, hacia la gloriosa paradoja de la teatralidad, que es la conquista de la serenidad mediante el paroxismo. Stop making sense es por ello, simultáneamente, un espectáculo y un análisis de los mecanismos profundos de la espectacularidad. El objeto filmado está ahí, el concierto sin aditivos, y el filme lo atrapa con transparencia. Pero, dentro del tiempo del espectáculo, el autor del filme aísla en una maraña de tomas en continuidad los rasgos medulares de ese tiempo. Y al ordenarlas en el montaje es cuando extrae de esas tomas los signos de su condición oculta: el compulsivo asalto a la serenidad a través de la compulsión, que es la médula del rito teatral genuino, la participación sin barreras de un público en una representación.

Lección de montaje

El filme de Demme contiene una asombrosa lección de montaje, lo que le convierte en una obra mayor, en una ficción profunda, escondida detrás de un documento de apariencia epidérmica. Las leyes de la graduación, el crescendo vivencial y visual, alcanza en Stop making sense alturas de indefinible finura, dado el pudor del realizador, su entrega a la dirección escénica invisible y a los códigos tradicionales del montaje analítico: ése en el que la cámara husmea, mediante una serie enlazada de planos de detalle, en los infinitos rincones del interior de un plano general.La película transcurre sin respiro y con aplastante sensación de simplicidad. Pero en la marcha del filme surgen como chispazos multitud de preguntas tan complejas como ésta: ¿cómo de tan escasa profundidad de campo es posible extraer un tan ancho y tan hondo horizonte visual? El balbuceo del videoclip actual y la falta de un encuentro conmocionador entre el rito rock y los cauces horadados por el cine musical -que han producido un cargamento de medianas, comenzando por la aportación de Presley en los años cincuenta y de los Beatles en los sesenta encuentra en este humilde filme la indicación de un camino que conduce, detrás de lo esperado, a lo inesperado; detrás de la facilidad, a la complejidad; detrás del documento, a la ficción; detrás de una claustrofóbica encerrona, al sereno estallido de la libertad.

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