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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Rebelión contra los brujos

LAS DENUNCIAS presentadas por algunas personas que han sufrido -en ocasiones de manera dramática- de la desatención médica provocada por la huelga del sector podrían ser interpretadas como el inicio de la rebelión de la tribu contra los brujos. El papel taumatúrgico tradicionalmente atribuido a los médicos, a los que se suponía portadores de un saber intransferible, ha mantenido su vigencia en España más allá de todo cálculo razonable. Tal vez la única consecuencia positiva de la terquedad de los impulsores de la huelga actual sea haber puesto en cuestión ese poder omnímodo del que gozaban estos profesionales.Nadie se encuentra tan indefenso como el enfermo ante el médico. La actitud de algunos profesionales de la medicina, que han pretendido utilizar a los enfermos solicitando de ellos una solidaridad con su causa que aquéllos no estaban en condiciones de negar, bastaría para desacreditar a muchos de cuantos se han lanzado a la aventura de esta huelga. Una huelga que, contra lo que afirman sus promotores, no está orientada a garantizar una mejor asistencia sanitaria, sino a garantizar que cualquier reforma del deficiente sistema actual no toque los intereses particulares de quienes son, como mínimo, tan responsables como la Administración de la desastrosa situación.

La principal organización convocante de la huelga es la Coordinadora de Médicos de Hospitales, bajo cuyas siglas han hallado cobijo asociaciones corporativistas que han ido formándose en los hospitales públicos a lo largo de los dos últimos años, muchas de ellas, aunque tal vez no todas, para organizar la resistencia a las reformas planteadas en la ley de Sanidad. La coordinadora cuestiona el acuerdo sobre retribuciones firmado en abril entre el Insalud, por una parte, y la Confederación Estatal de Sindicatos Médicos, UGT y ELA-STV, por otra. El desacuerdo sobre retribuciones, se acompaña -o enmascara- con argumentos sobre la necesidad de una mayor participación de los profesionales de la sanidad en la gestión de los hospitales y sobre la insuficiencia de los presupuestos destinados a la salud.

Por su propia naturaleza, resulta difícil calibrar la representatividad de este tipo de coordinadoras, imposibles sustitutivos de las centrales sindicales. Pero incluso si esa representatividad fuera considerable entre los galenos de los hospitales españoles, de ninguna manera tales organismos están cualificados para erigirse en parlamento paralelo, con capacidad para discutir con el Gobierno sus prioridades presupuestarias. Si les preocupa la escasez de los recursos destinados a financiar una sanidad de calidad podrían comenzar por mostrarse dispuestos a hacer rentables las inversiones realizadas por el Estado en el costoso material puesto a su disposición en los hospitales.

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A los promotores de la huelga, mejores médicos que estrategas, parece preocuparles el futuro de la sanidad pública, pero nada o muy poco el presente, pues vienen provocando un caos que tardará mucho tiempo en ser superado. También han conseguido un descrédito considerable de la sanidad pública y de la imagen del médico en general, la introducción de la división en el seno de la clase médica, con enfrentamientos a veces muy violentos en algunos hospitales, y la vertiginosa pérdida de confianza de la población.

Es bastante difícil renunciar a la sospecha de que existe una politización activa de la protesta. Hay que decir que los enfermos que resultan perjudicados no son precisamente los más ricos o mejor acomodados, siempre capacitados para ir a las consultas y clínicas privadas, atendidas en ocasiones por los propios doctores que están de brazos caídos en la sanidad pública. Y si es cierto que ni Lluch ni García Vargas han demostrado ser unos genios de la negociación, la actitud de complacencia pasiva observada por la derecha reaccionaria y la Prensa que la acompaña ante una huelga que sólo les sirve para ilustrar el "caos provocado por los socialistas", guardándose mucho de pronunciarse sobre el fondo del conflicto, es Indicativa de una vacuidad política digna de tenerse en cuenta.

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