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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Misiles y avionetas

DOS ACONTECIMIENTOS recientes relacionados con la capacidad militar de las superpotencias, el ataque a la fragata norteamericana Stark en el golfo Pérsico y la increíble penetración hasta la plaza Roja de Moscú de una avioneta pilotada por un aficionado, se prestan a una reflexión sobre el espejismo y el desperdicio de recursos que puede comportar la aplicación de la más elaborada tecnología militar.En el caso del ataque de la aviación iraquí al buque de guerra norteamericano, los más avanzados sistemas de defensa que garantizaban una ilusoria invulnerabilidad fallaron, por su misma naturaleza, o, por error humano al accionarlos, como se subraya ahora en Estados Unidos, con el interés de convencer a la opinión de que el dinero en tecnología militar de punta no se gasta en balde. El desafío a los mejores sistemas de defensa aérea de la Unión Soviética -los que custodian la ruta desde el Báltico hasta las puertas del Kremlin- con toda probabilidad hay que atribuirlo al error de los encargados de manejarlos, puesto que parece inverosímil que jamás fuera detectado el vuelo del joven alemán Mathias Rust. Pero ello no debilita la meditación sobre la quimera de garantizar lo que el ser humano por sí mismo no sea capaz de asegurar.

La incursión iraquí sobre el Stark ha tenido como consecuencia el reforzamiento de la presencia naval norteamericana en el golfo Pérsico y la asunción de responsabilidades en la protección de los mercantes kuwaitíes. Todo ello constituye en la práctica una forma de limitar la capacidad de acción iraní en esas aguas y un apoyo indirecto a la guerra de Bagdad. Más ominosamente aún el fenomenal estrago en la red de la defensa aérea soviética debe relacionarse no sólo con las consecuencias inmediatas de renovación de la cúpula militar, sino con las conversaciones preliminares sobre eliminación de misiles de alcance medio en Europa, añadiendo un argumento en favor de reducir una panoplia defensiva y ofensiva que en un momento clave como éste demuestra hallarse mirando al tendido.

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La reacción en Moscú no puede ocultar las tensiones suscitadas en las líneas de mando directamente responsables del error. Cuando se afirma que ésta es la mejor oportunidad para llevar algún tipo de perestroika a la organización del Ejército se expresa tanto una verdad como un deseo.

Mijail Gorbachov ha actuado con decisión en el relevo del ministro de Defensa y del jefe del arma aérea, pero la prosecución de la purga hacia abajo va a ser mucho más compleja, y en ella la nomenklatura de los eventualmente perjudicados tratará de sacar partido de las tensiones, creadas. El hecho de que un alto responsable de la Prensa soviética, Valentin Falin, anunciara la próxima libertad de Rust y que a renglón seguido fuentes del Ministerio de Asuntos Exteriores pusieran en duda una tan rápida y generosa resolución del problema, demuestra hasta qué punto perestroika y glasnost son eslóganes y deseos que suscitan interpretaciones en conflicto.

De lo que no cabe duda es de que la aventura de Rust pone en entredicho la fiabilidad de los proyectos técnicos de defensa. Todo lo que se ha dicho sobre la guerra de las galaxias y el conflicto atómico merece la pena ahora que sea sometido a revisión.

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