_
_
_
_
Reportaje:TURQUÍA SE MUEVE / Y 3

El signo de la media luna

Fanatismo religioso y tolerancia coexisten en un país islámico por tradición y laico por definición

Un estudiante de Van, capital de la provincia turca del mismo nombre, fue apuñalado y golpeado hasta la muerte, a comienzos de este mes, por no respetar el ayuno del Ramadán. Recep, el taxista que conduce al enviado especial de EL PAIS por las cuatro provincias del Kurdistán turco en las que todavía está vigente el estado de sitio, no prueba un gramo de alimento o un centímetro cúbico de líquido desde que el sol se despereza por Irán hasta que se retira hacia Europa, a pesar de jornadas agotadoras 3 temperaturas superiores a los, 35 grados Sin embargo, no muestra ni irritación ni envidia cuando ve a otras personas comer o beber. La primera es la cara del fanatismo la segunda, la de la tolerancia.

Más información
Ankara no es Teherán
La 'guerra de los turbantes'

, Los homicidas de Van se autoproclaman guardianes del islam. Son la punta de lanza de un integrismo que, desde el golpe de 1980, ha cobrado nuevos bríos en Turquía. El Ejército, que se hizo con el poder el 12 de septiembre de 1980, llegó a creer en algún momento que la religión era un buen remedio contra el comunismo y estableció la enseñanza religiosa obligatoria. Atatürk, el padre de la Turquía moderna, que llegó a calificar al islam de "teoría absurda de un beduino inmoral", debió removerse inquieto en su tumba. Los propios militares parecen ahora arrepentidos de haber ido tan lejos, alertas de nuevo ante los tres grandes enemigos de la República: comunismo, fascismo e integrismo.El presidente general, Kenan Evren, que en 1984 fue "de visita" a La Meca, aseguró en enero. de este año que los integristas representa una amenaza tan importante como el comunismo Ese mismo mes, grupos de manifestantes en Estambul y Konia pedían la restauración de la sharia (ley islámica). "Díganme qué país ha llegado a un grado contemporáneo de civilización sin ser laico. No lo encontrarán", dijo el presidente, que hace tan sólo unos días, con ocasión de -la fiesta que conmemora el comienzo de la guerra de liberación, volvió a recordar el doble peligro: el rojo y el verde.

El 99% de los turcos es musulmán y la mayoría de ellos es practicante. Ankara y Estambul pueden llegar a parecer, en algunos de sus barrios, ciudades occidentales. Los minaretes de sus mezquitas y el rezo de los almuédanos se pierde, incluso en viernes, entre un tráfico infernal multitudes abigarradas vestidas a la europea y escaparates en los que se exhiben prendas de moderno diseño.

Entre los periodistas, díplomáticos y funcionarios es dificil encontrar seguidores estrictos de las reglas religiosas, y en sus mesas, bien provistas incluso en el mes del ramadán, es más que probable hallar una botella de vino que no es para uso exclusivo de los invitados extranjeros. Es el signo del laicismo, la tolerancia y el apartamiento de la práctica activa de la religión, no muy lejano, por otra parte, de lo que ocurre con muchos cristianos nomúnales en el Reino Unido, Francia, Italia o España.

57.000 mezquitas

Pero fuera de las grandes ciudades, cuando el visitante se adentra en la Turquía profunda, en la de las 57.000 mezquitas, se descubre que la religiosidad es algo, vivo para muchos turcos. Las mezquitas se llenan al caer la tarde y el ritual del rezo y las inclinaciones en dirección a La Meca es seguido por millones de personas en todo el país. Parece que religiosidad y nivel de vida son factores inversamente proporcionales y, tal vez por ello, la gran mayoría de los fieles que abarrotan, por ejemplo, la gran mezquita de, Diyarbekir (en el este del país) es de extracción económica humilde.

Pero incluso en zonas apartadas del país, como las del Kurdistán, cerca de las fronteras con Irán, Irak y Siria, el cumplimento estricto de las normas del ramadán y la devoción islámica coexisten, sin aparente conflicto, con la inobservancia de la reglas religiosas. El incidente de Van no es único, pero, en todo caso, no parece representativo.

Indudablemente, existe un cierto contagio iraní, pero sólo afecta de momento a un porcentaje mínimo de turcos. "El integrismo no es el SIDA, no crece en "progresión aritmética", dice un periodista, que coincide con políticos de derecha e izquierda de que, medidos en votos, los partidarios de una república islámica probablemente no pasarían del 5%. Sus refugios son el Partido de la Nueva Prosperidad, heredero del Partido de Salvación Nacional, de Necmettin Erbakan, y el Partido Nacionalista del Trabajo, que no oculta su parentesco con el Partido de Salvación Nacional, de corte fascista, y con su tristemente célebre líder, Alparslan Turkes.

La influencia islámica es también notable en las dos principales formaciones conservadoras: el Partido de la Recta Vía (PRV), que dirige oficialmente Husamettin Cindoruk y cuyo sultán indiscutido es el ex primer ministro Suleimán Demirel, y el gobernante Partido de la Madre Patria, de Turgut Ozal.

El mismo primer ministro está considerado un fervoroso creyente, aunque, habida cuenta de su reconocido pragmatismo, es dificil saber hasta dónde llega la devoción y hasta dónde el cálculo. Se estima que 80 de los 398 diputados actuales [hay dos escaños vacantes] son islámicos, y un indeterminado número de ellos está incluso próximo a las tesis integristas.

Entre los síntomas de la amenaza islámica se citan el auge renovado de las cofradías (a despecho de. la prohibición a que han estado sometidas durante años), las denuncias de infiltración integrista en el Ejército y la Administración, el aumento del número de personas que usa habitualmente vestimenta islámica y las manifestaciones en petición, de que se aplique la sharia.

El actual Gobierno, que, como todos desde la creación de la Turquía republicana, se define laicista no ha querido quedar al margen de un resurgir que puede tener un peso importante en votos. Dos de sus decisiones más criticadas por la izquierda han sido la negativa, en enero, a crear una comisión de encuesta sobre el integrismo, y la aprobación, ese mismo mes, de una ley que impone penas de seis meses a dos años a quien insulte a la religión islámica.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_