El traslado de 'La Concha'
DURANTE MESES, el anuncio de que la Fundación Jiménez Díaz se trasladaría a la ciudad de Alcalá, ha provocado la preocupación y protesta de los profesionales que integran la clínica de la Concepción, donde tiene su sede. Los más de 200 facultativos que componen el núcleo de la asistencia sanitaria temen que las condiciones del nuevo edificio sean poco aptas para desempeñar la labor médica y científica que hizo ganar fama nacional e internacional al centro. Fundada en 1955 por el entonces catedrático de Patología Médica Carlos Jiménez Díaz (1898-1967), la clínica de la Concepción tuvo un desarrollo ascendente hasta 1978. En ese año se presentaron problemas económicos. El déficit de la clínica supera los 4.000 millones de pesetas, y la razón no es otra que la desajustada asignación que recibe en su concierto con la Seguridad Social.Unas 700 camas, aproximadamente el 90% del total, se encuentran fuera del régimen privado y sometidas al régimen de tarifas que fija el Instituto Nacional de la Salud (Insalud). Estas tarifas, sin embargo, son desde hace casi una década notablemente inferiores al coste real. Basta considerar que mientras la clínica de la Concepción recibe actualmente del Insalud 15.000 pesetas por cama en régimen de concierto, el mismo instituto entrega 30.000 pesetas por igual concepto a cualquiera de los hospitales madrileños totalmente integrados en la sanidad pública.
La integración absoluta en la sanidad pública es el camino que ahora se dicta para atajar el déficit de la fundación. Déficit que, como decimos, se origina en la misma insuficiencia del concierto que rige desde 1978. Otros centros de parecidas características a la Concepción, tales como el de Santa Cruz y San Pablo, en Barcelona; el de Basurto, en Bilbao; el General de Asturias; el hospital de la universidad de Navarra, o el ahora llamado Gregorio Marañón, en Madrid, registran pérdidas seme antes. Pérdidas que han venido enjugando las comunidades autónomas La Universidad privada, en el caso navarro. A la Concepción, sin embargo, no le llega este apoyo de la comunidad ma. drileña que atiende a las mismas necesidades del Gregorio Marañón. Discriminada, pues, en este sentido, la clínica, pese a su prestigio y popularidad, ha sufrido la zozobra económica y sus efectos sobre el ánimo de sus trabajadores.
La solución de situar a la Fundación Jiménez Díaz en la sanidad pública y fijar su sede en Alcalá de Henares, adscribiéndola a aquella universidad, se defiende desde el ministerio en base a argumentos económicos y de orden sanitario fácilmente discutibles. En cuanto a las razones económicas, se estima que el solar y las instalaciones actuales resarcirían con creces la deuda, pero esto es finalmente equívoco si se tiene en cuenta que los terrenos están afectos al Estado y habrá además que construir nuevas y costosas instalaciones. Respecto a las razones sanitarias, se arguye que con el traslado se alivia la aglomeración de hospitales en esa zona, ventaja dudosa si se relaciona con la clase de hospitales que allí existen y la sinergia científica y colaboración que cabe prestar.
Trasladar la Concepción a Alcalá, si ese traslado significa una potenciación de los medios con que la fundación cuenta actualmente, no sería una mala noticia. La preocupación se provoca cuando los apremios por lá inauguración del hospital comarcal, requerido por los habitantes de la zona, y su conceptualización original, muy diferente del nuevo destino que se le atribuye, pueden frustrar la trayectoria de una de las pocas aventuras cieqtÍficas de entidad con que ha contado España en los últimos 30 años. Por el momento, una atmósfera de desmoralización profesional entre los integrantes de la famosa clínica es síntoma de un horizonte poco halagüeño.
