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PRENSA

Los 'ombudsmen' de todo el mundo debaten en Kentucky los límites a la información

Los límites en la intromisión en la intimidad y la vida privada de las personas, así como el peligro que supone la frivolización informativa, fueron algunos de los temas más importantes que se trataron en la convención anual de la Organitation of News Ombudsmen (ONO), que este año se ha celebrado en Louisville (Kentucky) ciudad en la que, hace 20 años, los periódicos locales introdujeron por primera vez la figura del ombusdman (defensor del lector).

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Bajo la presidencia de Clair Balfour, de The Gazette, de Montreal, cerca de 40 representantes de varios países discutieron durante cuatro días los puntos más importantes del ejercicio de su labor, consistente en recoger las quejas de los lectores sobre el tratamiento de la información, y realizar la investigación que acabe por darles o no la razón.Junto con numerosos representantes de Estados Unidos -entre ellos, el mítico ombudsman de The Washington Post, Joseph Laitin, verdadero santón del gremio- y Canadá, se citaron en Louisville ombudsmen procedentes de Israel, Gran Bretaña, Suecia, Japón y España, representada por Ismael López Muñoz, de EL PAIS, el único ombudsman latinoamericano y uno de los seis que trabajan en Europa.

Asimismo, asistieron figuras míticas del periodismo norteamericano y, especialmente, pioneros en la creación de la figura del defensor del lector, como Barry Bingham, antiguo director de The Courier-Journal y The Louisville Times; Bill Green, antiguo ombudsman del The Washington Post, John Herchenroeder, que fue el primer ombudsman de los Estados Unidos, y A. H. Raskin, cuyo artículo ¿Qué hay de malo en los periódicos norteamericanos?, publicado hace 20 años, contribuyó grandemente a la creación de esta figura.

Fue precisamente Raskin quien, tras referirse a le mejor preparación actual de los periódicos para obtener una información más precisa, avisé del peligro que se corre de caer en una frivolización del tratamiento informativo auspiciada por la concepción de la información emanada de la televisión.

En seguida, A. H. Raskin pasó al tema más debatido de estas sesiones, que es saber cuáles son los límites entre el derecho del lector a ser informado y el derecho del ciudadano a preservar su intimidad y su vida privada de ojos ajenos.

El llamado caso Hart saltó inmediatamente a la palestra, como era de esperar. Raskin afirmó que no consideraba los devaneos del senador demócrata como un tema de primera página y criticó la amplitud de dada a dicha información tanto por periódicos como los canales de televisión y otros medios de comunicación.

Raskin dijo también que "el público tiene derecho a saber, pero el caso Hart ha monopolizado las noticias del día y, además, investigar los hábitos sexuales de la gente es muy peligroso.

Hart y Kennedy

La referencia a Hart llevó a rememorar el diferente trato que tuvo en su día John F. Kennedy. "En su día se conocía todo lo que hacía John F. Kennedy, pero nadie le daba gran importancia", agregó.

Bill Green, tras afirmar que "el ombudsman es una unidad del periodismo total", dijo que todavía no se ha notado la influencia del defensor del lector en el periodismo, porque son pocos los periódicos que lo usan.

En Estados Unidos hay 2.000 diarios y sólo 30 ombudsmen, "aunque bien es cierto que todos pertenecen a las empresas más independientes".

En este sentido, la convención aceptó la propuesta de el representante de EL PAIS de enviar recomendaciones a la International Federation of Newspaper Publichers (FIEJ), a la Inter-American Press Association (IAPA) y al International Press Institute (IPI), para que apoyen la creación de nuevos ombudsmen.

Clair Balfour comunicó a los asistentes que se anuncia la creación de dos nuevos defensores del lector, uno de Suecia y otro en India.

Hay que destacar que, actualmente, Suecia cuenta con dos ombudsmen nombrados por el Gobierno de acuerdo con el Colegio de Abogados. Uno de ellos, juez de profesión, Thorsten Cars, estuvo presente en la convención.

Todos los asistentes estuvieron de acuerdo en que es la suya una labor muy difícil, que se desarrolla en soledad, y que la mayor satisfacción que les depara es el estrecho contacto que mantienen, sobre todo telefónicamente, con los lectores.

Son minoría los que escriben columnas reflejando las reclamaciones del público, pero todos redactan prolijos memorandos que envían a los máximos responsables de sus periódicos y que, con frecuencia, cuelgan en los paneles de la redacción.

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