Barbie se presenta sereno y envejecido ante el tribunal
El carnicero de Lyón, ex comandante de la Gestapo, asesor de dictadores bolivianos, agente a sueldo del contraespionaje norteamericano en Europa, traficante de armas, camarada de viejos nazis y amigo de neonazis, Klaus Barbie, apareció ayer, escasos minutos después de la una de la tarde, esposado, sonriente y distendido, en la gran sala del tribunal de lo criminal de Lyón, reunido en su primera sesión plenaria para juzgarle por crímenes contra la humanidad. Sensiblemente envejecido respecto a las fotografías tomadas hasta ahora, con el pelo un poco largo, el cuello de la camisa demasiado holgado, los labios erosionados en un rictus cóncavo, flaco y con aspecto cansado, pero no abatido, el acusado, que se sentó ayer detrás de una mampara de cristal, daba la imagen de una ancianidad casi venerable llevada con esfuerzo, y no del lobo gris y astuto que ha sido toda su vida.
Encaramado en su media jaula de cristal, podía parecer como máximo un ave rapaz encanecida y gastada por tantos vuelos y depredaciones, pero incapaz de cernerse de nuevo sobre presas vivas. Pero todo presagia que, en este último vuelo, esta ave intentará alimentar sus escasas esperanzas con presas muertas: los resistentes que traicionaron su causa, los judíos colaboracionistas y las víctimas cosechadas en la triste historia del mundo desde sus actuaciones en Lyón durante la ocupación alemana.Este pájaro accedió ayer a someterse durante 20 minutos, justo antes de empezar el proceso, a las cámaras de televisión y a los graznidos, insistentes de los aparatos fotográficos, que primero empezaron a acribillarle desde la distancia y luego fueron superando el temor sagrado que parecía emanar de su rostro y de su leyenda. Dentro de pocos días, ave de presa o ave carroñera, Klaus Barbie será ya parte, de una estampa familiar de todos los que asisten al proceso. Cuatro años y algunos meses después de su llegada a Francia, expulsado de Bolivia, su exposición ayer, por primera vez, a las miradas de un público numeroso -cerca de un millar de personas, que abarrotaban la sala de audiencias- fue el único acontecimiento digno de consideración. También lo fueron su sonrisa tranquila, los impasibles paseos de sus ojos por la sala, el gesto imperturbable con que oyó, con motivo de la ordenación de las partes civiles que forman la acusación particular, la somera narración del rastro de desastres dejados por su vuelo lionés y la calificación de sus actuaciones -asesinatos, torturas, secuestro de menores con resultado de muerte, etcétera-, durante la lectura del acta de procesamíento.
"Nunca más"
Fuera de la sala de audiencias, unos pocos grupos de personas se manifestaban. En una pancarta se podía leer "Nunca más". Tres ciudadanos franceses reivindicaban la memoria de los 400 gitanos de Lyón víctimas de este ángel exterminador. Uno de ellos, presidente de una asociación gitana, aseguró a este periodista que no se habían constituido en parte contra Barbie porque sólo quieren recordar a sus familiares y amigos asesinados, pero sin ningún espíritu de venganza. Miembros de otras partes civiles convencieron finalmente a los gitanos para que se presentaran también en el proceso a Barbie. Nadie recordaba ni hay parte civil para reivindicar a los 287 republicanós españoles que murieron en Lyón en estos mismos años, víctimas de idénticos verdugos.
En el esfuerzo de memoria iniciado hace ya meses, que empezó a desplegarse ayer en Lyón, hay que resolver las dudas, incluso sobre el nombre del acusado y sobre sus entendederas lingüísticas. Barbie aseguró que se llamaba Altmann y que era hijo de Nikolaus Barbie; afirmó primero que cambió de nombre en 1957 y luego dio la fecha de 1951 como buena; se negó a contestar cuando se le evidenciaron declaraciones contradictorias sobre su identidad; se puso en pie cuando lo pidió el presidente del tribunal y aseguró después que necesitaba intérpretes; contestó en francés alguna pregunta de trámite, pero se acogió al alemán cuando la pregunta podía tener trascendencia, y obtuvo finalmente una permanente traducción de todas las palabras pronunciadas en la sala.
El drama de la memoria será, sin duda, uno de los protagonistas de este juicio. Una gran parte de los testigos que fueron convocados ayer pasa de los 80 años. Muchos confunden fechas y hechos. No pocos mezclan las huellas de la realidad con los rastros de la leyenda. El defensor, Jacques Vergés, intentará, sin duda, sacar buen partido de ello.
Pero, a pesar de los cráteres de la memoria y de las vacilaciones patronímicas, el hombre de 74 años que se sentó ayer en uno de los procesos más espectaculares de la historia de Francia es el que creó la mayor desolación que hayan conocido jamás los lioneses en toda su historia. Lo revela el ligero temblor que sacudió a la sala ayer en Lyón, pocos minutos después de la una de la tarde. Un temblor, también sagrado, que sólo aparece en los grandes procesos ante las acusaciones más monstruosas.
Una atracción turística
El mismo personaje que sembró la muerte y la ruina en Lyón entre 1942 y 1944 es ahora una fuente de ingresos, de promoción turística y cultural y de relaciones públicas para los políticos de la región de Lyón. La llegada de 700 periodistas y técnicos de radio y televisión, más de 40 abogados, representantes de unas 80 partes civiles en la acusación contra Klaus Barbie y un centenar de testigos a Lyón ha llenado los hoteles y ha sido motivo para que el Ayuntamiento y numerosas entidades privadas lyonesas se vuelquen en un gesto de seducción hacia los visitantes.Los periodistas pueden escoger entre dos centros de prensa, uno oficial y otro del diario Libération, que cuenta con una edición lyonesa. En el centro oficial se pueden hallar todos los periódicos de la ciudad, en la que el magnate de prensa Robert Hersant es el señor todopoderoso, menos Libération, el único periódico alternativo a su latifundio. Un restaurante del centro de la ciudad ofrece un menú especial para estos días, bautizado con el nombre de Barbie, que permite comer zanahorias Vichy y bisté de buey al anís estrellado.
Los políticos no cejan en sus esfuerzos por aparecer en la primera fila de este combate incruento y póstumo contra el nazismo. La inauguración ayer del monumento en memoria de los seis millones de judíos exterminados, y especialmente de los 44 niños de la colonia de Izieu, detenidos por Barbie, fue uno de los momentos culminantes del espectáculo.
El ex primer ministro Raymond Barre, el ministro de Comercio Michel Noir, y el alcalde de Lyon, Francisque Colomb, acudieron a la cita del filósofo Marek Halter, autor de la idea del monumento, y tuvieron ocasión de ofrecer abundantes declaraciones y primeros planos de sus rostros.
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