Un fósil
El grupo que interpretó una de las canciones del concurso de Eurovisión, la yugoslava, se llamaba Nuevos Fósiles: obtuvo muchos votos y acabó en tercer lugar.El variopinto jurado de los pueblos de Europa reconocía así su emblema y su pasado. ¿Su futuro también?
Hubo un tiempo en que el festival tenía su emoción; emoción, claro está, de los sentidos más bajos que el ser humano, demasiado humano, esconde en los forros de su fachada.
¿No dijo un fallecido hombre de ingenio que todos seremos horteras al menos 15 minutos al año?
La cita anual de Eurovisión (y llevamos nosotros, quiero decir España, ya casi 30 citas) era nuestro momento de insano esparcimiento y suelta de demonios: nada más infantil, más reconstituyente, que esa coda de votaciones en dos idiomas después de haber oído las coplas.
Porque en ese tiempo, hoy ido para siempre, los países mandaban grupos impregnados de humores raciales o cantantes de esencias, a veces ataviados con los trajes de su región natal, y la velada, si se vivía en familia o con amigos poco temorosos del ridículo, era muy similar a una fiesta de paso del ecuador o a una boda. Entrañable.
Recordando a 'Viridiana'
Pero ya no. Muy sibilinamente, y a pesar de ser hoy España un gajo más de Europa no sólo en la naranja mecánica de las televisiones sino en los foros de rango, TVE emitió el concurso por la segunda cadena y no invitó a famosos a formar parte del jurado: en Torrespaña se reunió un grupo tan dispar, tan disparatado, que en su resumen final, flanqueados por el clarividente andaluz y la futuróloga machihembrada, recordaba la sacrílega escena de la cena de Viridiana.La verdad es que esa Europa de los pueblos cantores no se merecía otra cosa que nuestro desdén y nuestro esperpento. Los belgas hicieron un programa chovinista y sin gracia (¡esas carátulas de comic!) y Patricia Kraus, a pesar de su pérfido maquillaje de Kruella Devil, defendió bien una canción que, tras la italiana, era, a mi juicio, la más potable del concurso.
